Mientras Emily tarareaba una suave melodía, se dedicaba a picar con destreza las legumbres que utilizaría en la elaboración de una deliciosa cena. Sin embargo, sin que ella se percatara, alguien cálido y enérgico la rodeó por la cintura, atrayéndola hacia sí en un gesto inesperado. Era Alexander, el señor Wolfsbone. Tal sorpresa hizo que Emily se sobresaltara, y de inmediato se volvió hacia él, observándolo con los ojos llenos de fascinación y rubor en las mejillas. —¡Señor Wolfsbone! ¡Hola! —exclamó Emily, aún sonrojada por la inesperada muestra de cariño, mientras Alexander se mantenía sujetándola suavemente. —Campbell me informó lo que pasó en la sastrería, acerca del vestido de bodas de la tradición Wolfsbone, por lo visto no te quedó bien —comenta él sin soltar a la muchacha. Al es