Elena sonrió y luego acomodó un mechón rebelde que se había soltado de su chongo, mientras hablaba. —Te enseñaré cómo darle placer a tu esposo con tu boca, a los hombres les encanta eso, Alexander no será la excepción. Y mientras lo haces, enfócate solo en él para que tu aroma no se expanda... todavía tenemos tiempo mientras la carne se asa en la parrilla —dijo Elena con complicidad y una expresión juguetona en su rostro. —Muchas gracias, Elena... —respondió Emily, agradecida. —No hay de qué. He descubierto que a los hombres lobos les gusta llevar el control, mientras que los zorros son más dóciles. Debo confesar que estoy adentrándome en un terreno desconocido en este momento. Nunca había tratado con hombres dominantes por naturaleza —dijo Elena, sintiendo un rubor en sus mejillas—. Pe