Con cierto desgano, Emily hizo lo posible por ignorar ese empujón que él le dio con su pie y se levantó de su posición y se dirigió hacia el mueble al que Alexander había hecho referencia. La pieza de madera oscura tenía alrededor de un metro sesenta de altura y ofrecía tres amplios cajones que parecían abarcar infinitas posibilidades. Al abrir la gaveta correspondiente, un nudo se formó en la garganta de Emily. El interior estaba repleto de monedas de oro esparcidas como si fueran sin importancia, libros de pequeño tamaño y botellas de cerveza ocultas en su recoveco. Entre las monedas y las botellas, Emily buscó con cuidado hasta encontrar la diminuta botella que necesitaba. Sin decir una palabra, se giró para caminar hacia Alexander, percatándose de que él la había estado observando todo