Campbell abrió la puerta y permitió que Emily pasara primero. Al ingresar a la habitación, Alexander se encontraba sentado en su escritorio, y le hizo una señal a Campbell para que los dejara solos. Emily tragó saliva y se volvió hacia el mayordomo, observándolo mientras cerraba la puerta tras de sí. Luego, la joven de ojos cafés fijó nuevamente su mirada en Alexander, quien la observaba en silencio con una mezcla de enfado y deseo. A simple vista, Emily parecía ser una chica aburrida, sobria y carente de brillo, al igual que su modesto atuendo de clase baja. Sus ojos marrones casi se confundían con su cabello, el cual lo llevaba recogido hasta la mitad, dejando que una cascada cayera hasta su pecho. Alexander se sorprendió a sí mismo prestando atención a esos detalles tan intrascendentes