Esa misma noche, en medio de un ambiente tranquilo y apacible, Jaime y Campbell habían terminado su cena y Emily había dejado preparada la comida de Thomas en la mesa. Mientras tanto, Emily se quedó en la cocina para limpiar los platos que había ensuciado durante la agitada jornada que había tenido ese día, como había sucedido desde su llegada a Londres. Observando el reloj de pared que colgaba en la cocina, se percató de que apenas eran las ocho de la noche. El tic tac constante del reloj, en ese silencio, creaba una ligera tensión en el ambiente, pero Emily trataba de no prestarle demasiada atención. Sin haber visto a Alexander ni rastro del lobo blanco durante ese tiempo, Emily pensó que aquella era una oportunidad perfecta para disfrutar de un pequeño escape al lago. La idea de sumerg