Malas noticias.

2315 Words
Si había algo que lo enervaba más que nada eran las malas noticias. De hecho, eran las más nefastas noticias que podía haber recibido hasta ahora. Logan se irguió de la silla de cuero y caminó hasta los ventanales de la oficina, la mirada perdida en algún punto cualquiera de la ciudad. La trivialidad de que el dinero no podía comprarlo todo era cierta porque ni todos sus millones podían erradicar la enfermedad de su madre. El dinero no significaba nada ante una enfermedad como la leucemia avanzada que Geraldine, su madre, padecía. Logan no era el tipo de hombre de lamentaciones ni de sentimientos ni emociones. ¿De qué servían? A su percepción, de nada. Siempre había hallado una solución para todo, para cada problema. Además, todas las personas tenían subidas y bajadas en la vida. Lo cual, era algo normal. Sin embargo, ahora que la realidad y la vida le demostraban que no todo era tan simple y que no todo se conseguía con un chasquido de dedos, Logan estaba padeciendo de un profundo malestar que le atravesaba el pecho de solo pensar en lo grave que estaba su madre. Y, lo peor, él le había creído cuando ella, con voz firme y convincente, le dijo que todo estaba bien, que no debía preocuparse y que con la edad era normal tener “achaques”. Sí, Logan era consciente de que su madre podría padecer de ciertas dolencias que vienen con la edad, pero la leucemia no era cualquier dolencia y eso le causaba ese malestar horrible en su pecho. ¿Por qué tuvo que conformarse con lo que le dijo su madre? ¿Por qué le creyó en primer lugar cuando ella le dijo que estaba todo bien? ¿Por qué no fue capaz de mirar por ella antes de que esto avanzara tanto? ¿Por qué no insistió antes para que ella viniese a la ciudad y tratarse con otros especialistas? Ella estaba ahora por fin en la ciudad después de muchas complicaciones y ansiedad, pero, ¿y si hubiese venido antes? Logan exhaló un largo suspiro y comenzó a caminar, de un lado al otro, por la oficina. Ni siquiera el magnífico cuadro de arte que colgaba de la pared y que le costó una pequeña fortuna obtuvo una sola mirada de él. La culpabilidad, que le llevaba arañando la consciencia desde hacía un tiempo, surgió férrea. Otro suspiro dejó escapar mientras se acercaba a su escritorio. Marcó el interno de su secretaria y le pidió a esta que no le pasase llamadas. Quería seguir sumido en sus pensamientos frustrantes. El único deseo de su madre para él era que conociese a una buena mujer y que se casara, que tuviese una familia y que le diera nietos. Quería lo que toda madre quiere para un hijo, una vida estable al lado de una buena mujer. Sonaba… bonito, de cierta manera. Logan había conocido a muchas mujeres, salido con muchas mujeres, pero él había optado por ignorar su creciente decepción con el estilo de vida que había decidido llevar. La muerte de su padre lo dejó a él como el CEO de la empresa y fue él quien, posterior a ocho años, llevó a Atlantic Metal a ser mucho más productiva, conocida y de renombre internacional. Se había comprometido tanto con los negocios, siendo creativo y realizando cambios de adentro hacia afuera que la fortuna que heredó, en un principio, hoy día lo había triplicado. Gracias a su mente estratega, Logan consiguió que Atlantic Metal no fuese solo una empresa dedicada a la actividad relacionada con la transformación y tratamiento de los metales, sino que logró poner en marcha la Fundación Atlantic Metal, una entidad sin ánimos de lucro con diversos fines sociales y culturales. La Fundación tiene como objetivo educar y enseñar el valor del trabajo de una industria metalúrgica, también a formar y capacitar a posibles nuevos empleados. Todo esto había tenido como consecuencia falta de tiempo para dedicar a su vida privada y familiar. Cuando tenía veinticinco años, hace mucho tiempo atrás o eso creía él, intentó tener un estilo de vida estable al lado de una mujer, pero eso terminó en un rotundo fracaso. Entonces, ¿qué tenía de malo que a raíz de esto sus decisiones no fuesen del agrado de su madre? ¿No tenía tiempo ahora para lidiar con aquella situación? No, menos con la actual situación y la posibilidad de que a su madre no le quedase mucho tiempo de vida. Ahora, Logan se veía obligado a reconocer que su ambición, la que lo había llevado a la cúspide y la cual había triplicado su herencia, manteniendo a su madre financieramente con todos los lujos y extravagancias posibles, también causó que ella se decepcionase de él. Otro largo suspiro dejó escapar de sus labios mientras los pensamientos giraban y se enredaban entre sí. Había tantas cosas por resolver, tanto por hacer y, ciertamente, este no era un buen momento para… Logan giró sobre sí cuando oyó la puerta abrirse y vio a su secretaria asomar la cabeza. Pese a la orden que él le dio, con Charlotte no funcionaba. Las reglas nunca funcionaron con ella y, siendo honesto, a veces le molestaba que ella no acatase las órdenes. Bueno, ¿qué podía espera de Charlotte si lo conocía desde que él era solo un adolescente? Charlotte Colombo había sido secretaria y asistente personal de su padre y, cuando él asumió el mando de la empresa, ella quedó con él. No podía quejarse, no del todo. —Sé lo que dirás, Logan, pero prometiste contarme cómo están las cosas con tu madre. Sobre todo ahora que ella está aquí, en la ciudad. Logan la miró y supo que sus ojos no demostraban más que indiferencia por la mueca angustiada que Charlotte pinceló en su rostro. No le gustaba que ella lo llamase por su nombre y que lo tutease, aunque esto último solo lo hacía cuando estaban solos. A pesar de que muchas veces se lo hizo saber, en el camino, Logan había terminado por rendirse. Además, Charlotte, esporádicamente, por no decir casi siempre, lo trataba más como un hijo que como su jefe. —No hay mucho que decir —replicó, haciéndole una seña para que entrase y cerrase la puerta. Cuando ella quedó frente a su escritorio, Logan se percató de que tenía evidencia en su rostro de haber estado llorando. Charlotte era una mujer menuda, de un metro sesenta aproximadamente, pero él se cernía sobre ella con su metro ochenta y siete de puro músculos tonificados. La tela color azul marino de su pantalón hecho a medida y la pulcra camisa celeste marcaban las poderosas líneas de un hombre capaz de provocar que las cabezas se girasen a su paso por cualquier lugar. —¿Has ido a verla? —preguntó su secretaria, mirándolo a los ojos. Había tristeza y dolor en la mirada de Charlotte y, por más que Logan quisiese negarlo, reconoció que eso se debía, en parte, a él. No solamente le preocupaba su madre, también estaba preocupada por él. En algún recoveco de su consciencia, sabía que debía de estar agradecido por tanta atención por parte de Charlotte, por tratarlo más como un hijo que como su jefe, pero la mente de Logan estaba tan agotada que optó por hacer caso omiso a esto y pasar de las emociones. Sabía que no era justo, pero, ¿qué era justo en esta vida si su madre ahora estaba luchando con una enfermedad letal? No. No era culpa de nadie. Logan tenía que ser capaz de separar esto. No buscar un culpable y, definitivamente, dejar de comportarse como alguien incapaz de sentir algo. Pero la verdad era que le costaba horrores demostrar algún tipo de emoción o sentimiento, a pesar de que por dentro la situación lo estaba matando. —Fui el martes y… —¿Hace una semana que no vas a verla, Logan? —Era más una recriminación que una pregunta—. ¿Por qué no…? —Lo he intentado, pero desde que hablé con uno de sus médicos… —Negó con la cabeza y se pasó una mano por su cabello—. Le harán más pruebas y luego la someterán a trasplante de células madres. La quimioterapia no está funcionando como debería. —Dios mío, lo siento mucho por Geraldine. Ella debe de estar muy asustada con todo esto. ¿Y como lo está llevando Elisa? La mención de ese nombre provocó que todo rastro de cualquier tipo de emoción que se precipitaba por su rostro se desvaneciese. Era como un recordatorio latente del por qué su madre estaba tan preocupada al enterarse de su enfermedad y ver que él seguía soltero y sin compromiso, jugando al casanova¹ con una lista interminable de mujeres bellísimas, pero inadecuadas a sus ojos para hacerse cargo de la que algún día sería su responsabilidad. —Iré a ver a mi madre hoy —dictaminó. Otras personas habrían captado el cambio abrupto en su tono de voz y habrían desistido de continuar con la charla, pero no Charlotte. Ella lo conocía más de lo que él quería admitir. —No trates de escapar ahora, Logan —espetó Charlotte, manteniéndose firme y sin desviar la mirada de la de él—. ¿Has pensado qué será de ella si tu madre no responde a los tratamientos como se espera? Por tu semblante, deduzco que no quieres hablar del asunto, cielo, pero no puedes darle la espalda. —No le estoy dando la espalda a nada, Charlotte —imperó, su tono de voz adusto. —Eso es lo que dices, pero yo veo otra cosa —insistió su secretaria—. No quiero que te sientas más perturbado, Logan, pero piensa en ello, ¿de acuerdo? —Está bien —concordó, muy a su pensar. —Bien. Pasaré a ver a tu madre cuando salga de aquí —Logan asintió e intentó esbozar una sonrisa, fracasando olímpicamente en el intento—. Oh, por cierto. En la recepción principal hay una tal señorita Rossi. ¿Le digo que siga? Logan quedó inerte, la mirada fija en la de Charlotte. El asunto de Pía Rossi era una piedra en su zapato, una que comenzaba a molestar más de lo debido, pero, al menos, ahora podía resolverlo. Si no hubiese surgido lo de su madre, lo habría resuelto hace mucho, pero… —Sí. Dile que siga y hazla pasar —refutó. Charlotte era ajena a todo lo referido con Pía Rossi y tampoco tenía porqué saberlo ahora. Pía había estado laborando, hasta hace un par de semanas, en su empresa. Pía fue la secretaria de Philip Carter, uno de los arquitectos técnicos de la empresa. En ese sector se llevaba a cabo el proceso constructivo, desde la creación de planos hasta la fabricación del producto. Ciertamente, en la Oficina Técnica, en el sector del metal, cada arquitecto participaba de los costes relacionados con un proyecto y no fue hasta que comenzaron a haber diferencias entre el departamento Contable y el de Logística que Logan fue consciente de que algo no estaba bien. Una serie de infracciones de la empresa habían salido a la luz y todas las pistas llevaban a Pía. Ella era responsable de administrar los documentos de los nuevos proyectos que solicitaban diferentes empresas dependientes de Atlantic Metal. Era, a su vez, responsable de manejar mucha información confidencial. Cuando ciertos informes y documentos comenzaron a desaparecer, se habían organizado reuniones y todo el mundo había sido investigado. Los documentos no podían desaparecer, no podían robarse y, mucho menos, pasar a manos de la competencia. El proceso de investigación fue riguroso y, finalmente, Logan había concluido que la mujer había actuado sin la ayuda de nadie. Sin embargo, no había estado siguiendo el caso. Si bien los documentos aparecieron, eso no significaba que no tomaría represalias. Por supuesto, Logan tuvo una reunión con la mujer, una que fue más que suficiente para acompañarla hasta la puerta y despedirla, no sin antes ponerle un precio a su cabeza. Al parecer, eso no hubo sido muy preciso. Posterior a dos semanas ajetreadas y muy estresantes, que culminaron con la llamada telefónica con uno de los médicos de su madre, a Logan no se le ocurría nada mejor que desquitarse con alguien que había robado a su empresa. Inhalando y exhalando profundamente, se sentó en su silla de cuero. Su mente ya centrándose en el asunto que tenía entre sus manos. No tenía dilema alguno. La cárcel era lo justo. Además, tenía que dar el ejemplo con esta clase de personas que querían sacar provecho de su empresa. No tenía sentido que una mujer como Pía, con un puesto de trabajo más que bien p**o, llegase al punto de robar documentos. No lo entendía. Logan se permitió pensar en el encuentro corto que tuvo con la mujer, en cómo había sollozado y pedido perdón y, luego, al ver que nada le funcionaba, en cómo se le había ofrecido descaradamente en un último recurso. Su rostro se contrajo en una mueca repugnante. Sí, recordaba que la mujer era hermosa, de cabello largo y n***o, una estatura de casi metro ochenta y una silueta de reloj de arena. Aun así, la situación le pareció sucia y repulsiva. Él estaba dispuesto a informarle, de modo implacable, que el sistema judicial estaba aguardando por ella. Logan estaba deseando descargar toda la fuerza de su frustración en la cabeza de la delincuente que había tenido la audacia de pensar que podía robarle. Abriendo los documentos con las pruebas de su intento de robo, Logan se relajó en su silla y esperó a su llegada. **** ¹Hombre que conquista o seduce al mayor número de mujeres posible y es famoso o conocido por sus numerosas aventuras amorosas.
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