Capítulo 7: El amor del CEO

1387 Words
Ethan miraba con flojera su computadora, mientras de reojo veía con algo de repulsión a Oriana, la cual estaba sentada sobre su escritorio, coqueteando con él de forma indecorosa y poco disimulada a su gusto. Incluso él, con sus escasas habilidades sociales y problemas para identificar emociones ajenas, era capaz de reconocer lo que su secretaria hacía en ese momento. A pesar del tiempo conociéndola, que debían ser unos tres años, ella seguía comportándose de ese modo, haciéndole sentir escalofríos de solo pensar en tener que tocarla y haciendo que su ya de por sí escaso interés en mujeres se transformara en algo mucho más intenso. Podría haberla despedido, pero en realidad Oriana era muy eficiente en su trabajo, excepto en los días en que dejaba su puesto para coquetearle. La pelirroja de grandes curvas estaba casi pegada a Ethan cuando habló: —Sr. Strauss, ¿por qué no me escoge a mí para ser la madre de sus hijos? Lo haría con gusto. —Su voz era dulce, pero él conocía sus intenciones y no podía negar que Oriana le parecía una persona molesta, pese a que se veía a simple vista bastante inofensiva. “De igual modo, me parece que sólo quiere mi dinero” —pensó con repulsión, e igual no le interesaba ninguna mujer fuera de su preciosa Samus Aran. ¿Por qué no podía existir una como Samus Aran en la vida real? Ethan desvió su cabeza hacia el cuadro gigante de Samus en su oficina y confirmó que, efectivamente, no le interesaba en lo más mínimo otra mujer fuera de esa… su mujer perfecta, pero una mujer que no existía en la vida real. “No, definitivamente no me interesa acostarme con alguien para tener hijos… y mucho menos con Oriana” —pensó el CEO, totalmente convencido de su decisión. —No, gracias… —respondió él, e hizo una clara mueca de asco. El rubio estaba cada vez más agobiado y al borde de gritarle a su secretaria por su comportamiento tan inapropiado dentro de la oficina, pero en ese momento fue salvado por la campana, o más bien la puerta de su oficina, que se abrió para dejar ver a Abraham Anderson. Ethan se sorprendió un poco ante esto, pensando que aquella rata no volvería y que debería buscarlo con la policía, pues justo ese día era el día límite del trato, pero al final parecía haber conseguido una olución. El CEO volteó a mirar a Oriana, quien se apartó rápidamente del escritorio y miró con molestia a Abraham, para luego salir de la oficina a paso fuerte, y casi empujando al viejo en su retirada, especialmente al cerrar la puerta de un portazo. Ethan mantuvo su cara de fastidio, mientras volvía la mirada hacia el recién llegado, para mirarlo con desprecio y repulsión, al tiempo que le hacía notar que a él no le temblaría el pulso para enviarlo a la cárcel. El hombre pareció temblar ante la mirada de Ethan, que seguidamente retomó su actitud indiferente y volvió a mirar el código que tenía en su computador, con el que estaba trabajando en mejoras para la propuesta de un nuevo juego que tenía que presentar ante sus inversionistas en los próximos días. Abraham caminó a paso ligero, tras la salida de la joven, y se acercó a paso lento a la silla frente al CEO, con un pequeño morral de color café en su hombro. —¿Puedo sentarme? —preguntó nervioso el hombre. —Pensé que iba a tener que buscarlo con la policía, Sr. Anderson. Sí, siéntese —respondió Ethan, sin siquiera saludar. Abraham se sentó en el asiento frente al escritorio con nerviosismo. —Lo siento, pero yo… —Parecía a punto de excusarse, pero el CEO le interrumpió. —No me importan sus excusas, ¿pudo encontrar a la mujer que necesito para que sea la madre de mi hijo? —quiso saber el rubio, esta vez dedicándole más atención al hombre frente a él y finalmente despegando su cabeza del computador. El canoso hombre tomó su morral y lo abrió lentamente. —Sí, sí, la mujer que conseguí es mi propia hija —habló en ese momento casi con orgullo. Ethan arrugó los ojos, no solo por lo asqueroso de que es que un padre ofreciera a su propia hija y a sabiendas de que se trataba de un ser tan repulsivo que tuviera la oportunidad de ser padre, sino porque se imaginó una versión femenina de ese asqueroso anciano y eso le hizo revolver un poco su estómago. —Creo que el trato se can… —Pero no terminó lo que decía, porque en ese momento fue interrumpido por el viejo panzón. —Pero mírela, aquí están algunas fotos de ella, sus calificaciones de la universidad y algunos de sus manuscritos, pues ella estudia Licenciatura en Letras y quiere ser escritora. Eso puede interesarle, ¿no es cierto? —Sacó los objetos mencionados del morral. El CEO miró con atención los documentos frente a él, hojeó las calificaciones principalmente, siendo algo importante para él, las mismas lo dejaron levemente impresionado porque no se esperaba que fuese una chica tan inteligente. Hojeó por encima los escritos, al menos los títulos de estos eran llamativos, pero no se detuvo a leerlos tan detalladamente, porque algo le decía que no serían su estilo. Por último, tomó las fotos de ella y tuvo que admitir que tenía rasgos atractivos, al menos para los estándares sociales tradicionales. Por unos segundos, miró en silencio al señor Anderson y luego a la foto de su hija, apenas creyendo que alguien como ella fuese hija de un sinvergüenza como el tipo que tenía frente a sí. —Bien, creo que podemos cerrar el trato —sentenció Ethan de forma cortés, estirando su mano para estrechar a regañadientes la del desagradable sujeto frente a él, estúpidas normas sociales que lo obligaban a tocar a personas desagradables cuando tenía que cerrar esa clase de tratos. —Muchas gracias, señor Strauss, es usted una persona maravillosa —expresó el Sr. Anderson, tratando de adularlo, lo cual incomodó visiblemente a Ethan, quien sacó un pote de alcohol en gel para limpiarse las manos luego de soltar al hombre. —Bien… necesito que tenga en cuenta, Sr. Anderson, que esto debe tener máxima discreción, porque tenga por seguro que irá a la cárcel si algo de lo que hemos hablado es expuesto a la luz pública por su parte —amenazó Ethan, con una mirada feroz, que demostraba cuánto estaba seguro de su poder como empresario—. Los abogados se comunicarán con usted cuando tengamos todo preparado para las consultas a las que deberá asistir su hija y luego para programar la inseminación. Abraham intentó tomar de la mesa del CEO las fotos y demás cosas de su hija, pero él lo detuvo de inmediato, mirándolo nuevamente con ferocidad y obteniendo como respuesta que el hombre diera unos pasos hacia atrás y se dirigiera hacia la puerta. Ethan necesitaba revisar con detalle todo lo que Abraham Anderson había entregado y lo mejor sería hacerlo luego, en privado, estando en casa. Sin más que agregar, Ethan volvió su rostro al computador, sin importarle siquiera si el hombre tenía algo más que decir. Lo último que escuchó fue la puerta cerrarte ante la salida de Abraham. … Oriana observó cómo el viejo salía de la oficina de su jefe, a sabiendas de lo que significaba y solo pudo apretar los puños con impotencia, mientras maldecía internamente a aquel anciano de dientes podridos que se le acercaba. —Nos veremos pronto, muñeca, aparentemente no serás tú la madre del hijo del Sr. Strauss —se burló el anciano, sacando a Oriana de sus casillas con ese comentario. Los ojos verdes de Oriana brillaron con intensidad, mientras la mueca de disgusto en su cara era notoria, mientras veía al hombre caminar hacia el ascensor con una sonrisa triunfante. “No sé quién se cree este viejo, pero Ethan será mío… cueste lo que cueste” —aseguró Oriana mientras veía al hombre presionar un botón en el ascensor y despedirse de ella, aún con esa sonrisa triunfal, mostrándole sus asquerosos dientes en el proceso. Ella no descansaría hasta conseguir el amor de Ethan… costara lo que costase.
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