Capítulo 8: El esperado momento

1939 Words
Para el lunes, 30 de mayo, y habiendo pasado ya casi dos meses desde que su padre la llamó para decirle que era un hecho que se haría la inseminación, Isabella estaba sólo a la espera de la confirmación de su padre para ir al lugar indicado. Al menos no debía acostarse con ningún tipejo cualquiera y sería solo un negocio para ambas partes, pues su padre le dijo que les darían una mensualidad. El pensar en eso la hizo calmarse levemente, pues serían al menos unos nueve meses de estabilidad económica, los suficientes para encontrar alguna editorial que le diera la oportunidad. “O eso espero… espero que este hombre mande una cantidad suficiente para no tener que preocuparme tanto por los gastos” —pensó preocupada. Durante todo ese tiempo, su padre la había llevado a hacerse diversos estudios, los cuales todos indicaron que estaba sana. Por lo tanto, estaba sólo a la espera de que la clínica los llamara para hacerse la inseminación. También durante ese tiempo había estado consumiendo ácido fólico, que era una vitamina vital para que el embarazo se desarrollara de forma satisfactoria, así que tomó mucha responsabilidad en tomarlo. Otro aspecto positivo era que, desde que su padre le había confirmado que había cerrado el trato con ese hombre del cual no le había querido decir nada, estaba más pendiente de ella, enviándole una gran variedad de alimentos para que ella comiera y en palabras de su padre: “Dejara de estar en los huesos”. Esa mañana, mientras desayunaba unas tostadas con huevos y jugo de naranja natural, una de las recomendaciones que le dio su padre, el mismo llegó a su departamento. —Papá, ¿acaso no sabes tocar la puerta? —se quejó indignada Isabella, aunque también ella tenía parte de la culpa por dejar la puerta abierta esa mañana tras explicarle a la casera que todavía no tenía para pagarle completo y sólo abonándole un mes de alquiler, de lo que le habían pagado en el restaurante recientemente. —¿Por qué debería? Además, la puerta estaba abierta, es tu culpa que pudiera entrar tan libremente —le reclamó el viejo, sin siquiera darle importancia al asunto—. Vamos, mocosa, termina lo que estés haciendo y alístate, que llegó el día, según los exámenes que te han hecho, entre hoy y mañana estarás ovulando, por lo que no hay tiempo que perder —habló su padre. Isabella bufo algo molesta, pero optó por no darle importancia y se fue a vestir, mientras de fondo lograban escuchar los sonidos de su padre jugando algún videojuego en su celular, maldiciendo a cada tanto, como indicativo de que había perdido. Terminó de alistarse y partieron hacia la clínica. En el camino, la molestia por la conversación con su padre se fue transformando en nerviosismo, pues, en los días anteriores, había sentido que aún le quedaba mucho tiempo antes de la inseminación, pero en ese momento ya sabía que la hora había llegado y cada minuto se acercaba y que su vida estaría marcada por ese bebé de alguna forma. “Sólo es un negocio” —se dijo para sí misma. … Empezó a mover sus piernas de forma inquieta, la sala de espera se encontraba completamente vacía, lo cual se le hacía extraño, pero tampoco era que conociera demasiado sobre ese tipo de lugares. Pero lo cierto era que, esa soledad no ayudaba mucho a que se calmara, hasta podía jurar que había comenzado a escuchar el sonido del reloj al mover sus manecillas. En el caso de su padre, era todo lo contrario, ya que parecía no importarle donde estaba, solo estaba sentado allí jugando videojuegos con su teléfono y maldiciendo ocasionalmente. Esto duró hasta que vio a una doctora salir del consultorio. —¿Anderson Isabella? —llamó la mujer hacia el pasillo y ella supo que finalmente el momento había llegado. Era increíble pensar que nunca se había interesado en ningún hombre, nunca había sentido nada por nadie, y que en ese momento pasaría a estar embarazada de un completo desconocido, llevaría el bebé de ese hombre de quien no sabía ni su nombre en su vientre (si todo salía bien). ¿Y dónde quedaba el amor que tenía que ser la base para formar una familia? ¿Qué clase de hombre buscaba un hijo de esa manera con una completa desconocida? Se levantó de su asiento acercándose tímidamente hasta el consultorio. Su padre ni se inmutó y se quedó en la sala de espera. Isabella entró en el recinto, y la doctora cerró la puerta detrás de ella. —Tranquila, linda, es un procedimiento muy sencillo, ni te vas a enterar —trató de tranquilizarla la doctora al ver que ella estaba nerviosa—. Pero primero debes firmar esto. —La señora le entrego unos documentos. “Acuerdo de confidencialidad” —Leyó para sí misma. —¿Por qué debo firmar esto? —quiso saber Isabella, sorprendida de que tuviera que firmar un documento de esa índole. —Son solo unas formalidades, el futuro padre quiere la mayor de las discreciones —volvió a tranquilizarla con su tono dulce. —Lo siento —se disculpó, antes de firmar rápidamente los documentos y devolverlos, no sin antes leer rápidamente que no podría tener acceso a ninguna información del padre de su hijo, ni podría contarle a nadie sobre las circunstancias de su embarazo. Entregó los documentos después de firmarlos y la doctora le dedicó una sonrisa tranquila. —Ahora sí, me presento… soy la Dra. Harper y seré la ginecóloga encargada de tu embarazo. —La mujer extendió su mano para que Isabella la tomara y posteriormente organizó los documentos—. De acuerdo, para empezar, debes pasar al baño, quitarte la parte inferior de la ropa y ponerte una bata que dejé ahí, recuerda dejar la abertura hacia atrás. Haremos el procedimiento en unos minutos —explicó la doctora, de ojos verdes y tez morena, manteniendo una actitud gentil. La doctora explicó brevemente que sólo introduciría con una jeringa con una cánula en la punta para llevar los espermatozoides hasta el útero. Ella tendría que quedarse acostada unos 10-15 minutos y luego podría irse a su casa sin problemas, para luego realizarse la prueba de embarazo dos semanas después. Isabella asintió y luego pasó a cambiarse en el baño del consultorio. Cuando salió, una enfermera se encontraba junto a la doctora con una especie de bandeja que contenía todos los recursos que aparentemente utilizarían en la inseminación, lo que volvió a avivar el nerviosismo de Isabella, haciéndola penar en el procedimiento. —Eh… doctora… antes que nada, sólo quisiera decir que soy virgen —confesó Isabella, sonrojándose. La doctora le sonrió. —Tranquila, tranquila, no pasa nada, tú solo recuéstate, confía y yo te avisaré cuando puedas irte. Isabella asintió y decidió concentrarse en otra cosa mientras la doctora hacía el procedimiento, especialmente porque no se le hacía nada grato estar enseñando sus partes genitales a dos desconocidas… y por su cabeza pasó un momento vergonzoso que había vivido unos meses atrás. Recordó cuando un chico muy guapo había ido al restaurante donde trabajaba y ella había terminado echándole su comida encima y en ese momento sintió sus mejillas arder. “Oh, no, que tonta, ese chico era realmente guapo” —pensó recriminándose a sí misma por ser tan tonta. Debía reconocer que ese atractivo joven era uno de los seres más angelicales que había visto en su vida… hasta que recordó su actitud malcriada y cómo se había comportado con ella por su error, diciéndole que le había arruinado su día. “Bueno, no es que fuese un príncipe encantador, pero… sería lindo un personaje así en la próxima historia que escriba… que se encuentre con la princesa y demuestre que es más bien una escoria y no un caballero” —pensó Isabella, con una sonrisa de oreja a oreja mientras se dejaba llevar por su imaginación, intentando olvidar que le estaban introduciendo el semen de un desconocido en su interior. —Listo, Isabella. Te has comportado muy bien durante el procedimiento —la felicitó la doctora—. Ahora deberás permanecer entre 10 y 15 minutos aquí, la enfermera vendrá a notificarte cuándo puedes retirarte, yo debo atender a otra paciente, si tienes alguna duda, en los documentos que te llegarán al correo electrónico podrás ver mis datos de contacto —comentó la mujer, mientras ayudaba a Isabella a quedar totalmente acostada y no con las piernas abiertas de forma tan incómoda. Decidió que lo mejor sería aprovechar ese tiempo para imaginarse la historia detrás de ese apuesto rubio de ojos azules que se convertiría en el protagonista de su historia… … En otra parte de la ciudad, Ethan esperaba el correo electrónico enviado por la clínica con impaciencia, mientras ganaba partida tras partida en un juego que estaba probando y que había sido lanzado semanas atrás por la empresa, para poder matar el tiempo hasta recibirlo. —¿No crees que te habrá embaucado ese hombre? —preguntó su primo, mientras se acercaba a él con un par de refrescos que había sacado del minibar. —No creo… además, ese sujeto sabe lo que le espera de ser así. —El rubio frunció el ceño ante esa posibilidad y tomó el refresco que le ofreció Demian en ese momento. Demian se acercó cautelosamente y se sentó a su lado para verlo jugar. —Saldrá bien, aunque no debiste confiar en esa rata, pero te comprendo igualmente —le dijo el mayor, de cabello oscuro y ojos azulados—. Además, la chica es bastante guapa, podría ser un buen prospecto, si te lo propusieras —aseguró. —Déjate de tonterías, Demian. Además, no se parece a mí Samus Aran —se quejó Ethan. —Otra vez con eso… por cierto… en ese juego que estás jugando hiciste a una princesa que se parece mucho a Samus, ¿no? ¿Cómo es que se llama? —Samira —respondió con ilusión Ethan—. Y debería rescatarla si completo satisfactoriamente la próxima misión —explicó con orgullo y Demian se echó a reír. —A veces parece que siguieras siendo un niño, y somos dos adultos de más de 30 años que deberían estar buscando casarse. —Ya cállate, que te he dicho que eso no me interesa. Además… las mujeres son demasiado desagradables, ve a Oriana… —Oriana es… un espécimen bastante curioso, guapa, pero sólo serviría para follar, primo —dijo con malicia Demian—. En tu juego también hay otra princesa muy linda que puedes escoger salvar en lugar de Samira, ¿no? Y es de cabello oscuro, ¿por qué no pruebas sacar ese final también? —La verdad es que creo que ese final tiene un bug que no he revisado, así que no estaría mal —comentó Ethan con tranquilidad, y puso el juego en pausa—. Me enteré hace unas semanas por un reclamo de un usuario durante la presentación del juego, pero creo que lo olvidé porque ese día fue horrible… y eso nos trae a que las mujeres son insoportables nuevamente… ¡una mesera torpe me echó una malteada en mi traje! Demian se empezó a reír y parecía a punto de decir algo, pero en ese momento una notificación del teléfono de Ethan los interrumpió en su charla. Era el correo electrónico que esperaba de la clínica, confirmando la inseminación y notificando que tendría que esperar unos quince días para saber si había sido un éxito.
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