Capítulo 6: Métodos primitivos

1473 Words
Luego de aquella charla con su padre, Isabella volvió a su casa entre lágrimas, reflexionando sobre lo que su padre le había dicho. Como siempre, él le había dado dinero a regañadientes, pero a pesar de todo cumpliendo con ella, pese a que ya no era su obligación mantenerla. No podía negar que, cuando estaba en aprietos, la única persona en la que podía confiar era en su padre. Se dejó caer en el piso tras cerrar la puerta, sintiendo un fuerte deseo de llorar y pensando en si algún día realmente podría sentirse amada de una forma más parecida a los libros que leía y que escribía… y no así no tener esa sensación de que todo estaba mal en su vida y de que no podía siquiera confiar del todo en la única familia que tenía, su padre. “Te extraño, mamá.” —Isabella lanzó una mirada al techo del departamento, recordando a su madre. Pero un golpeteo furioso en la puerta la sacó de su ensimismamiento, ya que las vibraciones golpearon su espalda, impulsando a Isabella a levantarse para abrir. “No puede ser” —pensó sintiendo una leve ansiedad. —¡Te oí volver, Isabella Anderson, y debes pagarme la renta como acordamos! —gritó su casera furiosa desde afuera. Sacó el fajo de dinero que le había dado su padre y abrió la puerta para enfrentarse cara a cara con la desagradable mujer, mientras deseaba que todo terminara rápidamente. —¿Tienes el dinero? —preguntó con molestia la mujer. —Sí, aquí conseguí algo de dine… —Fue interrumpida por la habilidosa anciana, que le quito una parte de los billetes que tenía en su mano, antes de que pudiera separar el valor correspondiente a los dos meses que ella había solicitado que pagara. La mujer revisó la cantidad que había tomado de las manos de Isabella y contó con una velocidad sorprendente, mientras Isabella simplemente la observaba, con claro estupor. —Perfecto, esto te alcanzara para cubrir unos tres meses —le dijo la mujer, mientras la miraba con una cara de felicidad inexplicable—. Aun me debes dos meses niña, pero por ahora puedes seguir aquí —sentenció con una falsa amabilidad y se retiró del lugar. La joven mujer se quedó parada en el pórtico de la puerta, mirando en su mano como el fajo de dinero se transformó en apenas unos 15 dólares de un momento a otro, mientras la anciana se marchaba silbando alegremente por el pasillo. Isabella había pensado en comprar algo de despensa con el dinero y costear el transporte hasta su universidad, pero ya no sería posible, porque la cantidad era muy poca para cubrir ambas cosas. Su esperanza era pagar los dos meses de renta que le estaba exigiendo la casera, pero terminó pagando un mes más de lo esperado, por la astucia de esa víbora dueña del lugar. “Maldición, tendré que ir caminando a la universidad” —se dijo a sí misma mientras apretaba los billetes con sus manos, con una notable impotencia, pero sabiendo que de todas formas la mujer había sido ya lo suficientemente permisiva con ella. Cerró finalmente la puerta, pues sabía que ya no había nada que hacer y volvió a derrumbarse y hundirse en las mismas preocupaciones… o quizás peores. Ella sabía que ese dinero apenas le daría para comer una o dos semanas, si lo administraba lo suficientemente bien y reducía el número de comidas diarias, y que seguramente tendría que buscar hacer algún turno extra en el restaurante, sacrificando su día libre, para poder cobrar lo suficiente para costear la mensualidad de la universidad y el transporte. Se sentía en un callejón sin salida, no sabía qué hacer, se levantó del piso, de esa penosa situación en la que se encontraba y se dirigió a su habitación para recostarse en su cama, pensando en la mejor solución, sin saber en qué momento su vida se había ido por el drenaje. Lo pensó por un momento y finalmente se armó de valor, tomó su celular, y sintió que las manos le temblaban mientras terminaba de tomar esa decisión. Marcó a su padre. Por primera vez, el sonido de la llamada conectándose se sentía como una soga envolviéndose en su cuello, como si se estuviese entregando a sí misma en un pacto con el demonio. El teléfono dejó de sonar y pudo escuchar la respiración de su padre del otro lado, por lo que Isabella le dijo sin rodeos, incluso antes de que él dijera algo: —Papá, me hare la inseminación... … Al otro lado la ciudad, Ethan se encontraba algo impaciente, mientras esperaba que su primo Demian lo acompañara a hacerse el espermograma, que era necesario para una revisión de la calidad de sus espermatozoides. Después de un momento, Demian llegó y saludó tranquilamente a Ethan, antes de subirse a su automóvil, para luego salir de la lujosa casa de Ethan, rumbo a la clínica que había contratado para todo el procedimiento, por el compromiso de discreción con el joven CEO. En el camino, Demian intentó hacer lo posible para convencer a Ethan de otras alternativas, diciéndole que, si se sentía solo podría conseguirse una mujer, alguien que lo quisiera, solo debía buscarla, aunque el rubio seguía reacio en su negativa. —Ey, primo… ¿estás seguro de que así es como quieres ser padre? —insistía el mayor, tratando de hacer que su primo desistiera de la idea que tenía, aunque ambos sabían que eso era inútil. —Sí, Demian, que a ti guste salir con mujeres no quiere decir que a mí me agrade esa idea, es más, me da asco —mencionó el de cabello rubio, mientras permanecía mirando hacia el camino. El automóvil era conducido por uno de los choferes de confianza, quien pareció considerar divertido el comentario de Ethan, pero cubrió rápidamente su risa, cosa que el CEO agradeció. “Soy autista, no tonto” —pensó indignado, mientras veía cómo parecía ser el hazmerreír de su primo y su chofer. —Y que a ti te gusten las chicas en 2D no quiere decir que esté mal tener algo de contacto físico —dijo bromeando Demian, mientras pasaba su mano por su cabellera de color azabache y alborotaba el cabello con arrogancia. —Con Samus no te estarás metiendo tú —dijo entre risas Ethan, quien igualmente disfrutaba de la interacción con su primo, aunque fuese bastante extraño que dos adultos siguieran teniendo ese tipo de juegos. —Vas a morir virgen. —El mayor hablaba entre risas. —Lo sé, a mucha honra, porque mujeres tan perfectas como ella no existen —respondió también mientras se reía. Por eso le agradaba estar con su primo, ambos se trataban como iguales, se divertían y se comprendían, incluso con todas las dificultades que Ethan pudiera tener. Por un momento, pensó que este sería el tipo de relación que tendría con su hijo o hija, y eso le agradaba. Una vez llegaron a la clínica, Demian se quedó en el pasillo esperándolo, en tanto el doctor que atendió a Ethan le explicó el procedimiento, el cual básicamente consistía en masturbarse, eyacular en un vaso estéril previamente preparado, y entregarlo al laboratorio para revisar la calidad de los espermatozoides. Además, el doctor le había aclarado que, para el día de la entrega del semen que se utilizaría para la inseminación, tendría que realizar este mismo procedimiento y entregar la muestra nuevamente en un frasco, pero ya en esa oportunidad sería directamente para prepararse para la inseminación. Sonrió al notar que cada día estaría más cerca de su meta de ser padre, pero luego también sintió una pesadez al pensar en lo que tendría que hacer para tomar la muestra que le pedían. “Qué primitivo” —pensó, mientras analizaba lo innecesario que era masturbarse más allá de un comportamiento ocasional. El doctor terminó de explicarle y lo hizo pasar a una habitación aparte, completamente solo y con la privacidad necesaria para la toma de la muestra. Ethan recorrió la habitación, comprobando que no hubiera ningún tipo de cámara o dispositivo que pudiera quebrantar su seguridad, y seguidamente notó que, en una pequeña mesa se encontraban una serie de revistas con mujeres desnudas. “Qué asco, y qué primitivo” —pensó nuevamente Ethan, pasando de dichas revistas. Al principio estaba dudoso, pues sería la primera vez que se masturbaría en ese tipo de entornos, y mucho más al reconocer que no le llamaban la atención los cuerpos femeninos que mostraban las revistas. Pero sabía que tenía que hacerlo, si buscaba tener un hijo. Por tal motivo, decidió que imaginaría a la verdadera madre que deseaba para su hijo… sacó su teléfono y buscó fotos de su preciada Samus Aran, de Metroid.
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