Capítulo 4: Incapacidad para amar

1708 Words
—Déjalo pasar —murmuró Ethan con desinterés, sin despegar su atención de la pantalla de su teléfono, entrando en un juego relajante que jugaba ocasionalmente, especialmente cuando le incomodaban los individuos a su alrededor. Oriana asintió con respeto y se retiró de la puerta para dar paso al visitante. Ethan apenas se molestó en levantar la mirada mientras se mantenía aparentemente indiferente a la presencia de su invitado. En la oficina ingresó un hombre que aparentaba tener unos sesenta años, con cabello castaño con bastantes canas, y ojos marrones, con una expresión de preocupación marcada en su rostro, su barba desaliñada, dientes amarillos que dejaban en evidencia su adicción al tabaco, además de unas ojeras marcadas, probablemente consecuencia de muchas horas sin dormir. —Así que usted es el Sr. Abraham Anderson —saludó Ethan con calma, sin despegar su mirada del teléfono, en donde estaba disparando dentro del juego a unos enemigos importantes—. Supongo que sabe por qué ha sido citado el día de hoy. Ethan apenas notó el movimiento de negación del hombre, pero era evidente que no quería aceptar las cosas que había hecho. —Mis abogados han estado comunicándose con usted desde hace cinco meses para solicitar el dinero que usted ha tomado de mi juego irresponsablemente, creyendo que no nos daríamos cuenta de que ha jugado con trampas y estafado a muchos jugadores —aclaró Ethan, y dio algo de tiempo para que el hombre respondiera. “Estúpida etiqueta social de escuchar al otro decir lo que tenga que decir” —pensó aburrido Ethan, aun disparándole a los enemigos del juego—. “No veo necesario dar tantos rodeos o darle oportunidades a una persona como esta, pero… debo cumplir con estos protocolos”. —Respecto a eso… —comenzó el Sr. Anderson, su voz cargada de una tensión apenas disimulada y que, incluso para Ethan, era perceptible— quería saber si podría aplazar más el pago. Como sabrá, estoy atravesando algunos problemas económicos en este momento. Me despidieron de mi trabajo y... El personaje de Ethan recibió un ataque certero que lo llevó a ver en la pantalla un “Game Over” y finalmente miró al hombre, dedicándole la mirada más dominante que pudo y haciéndolo retroceder con terror y detenerse en medio de sus argumentos. Estos eran los mismos argumentos que había estado diciendo una y otra vez desde que habían descubierto las trampas que hacía en el juego para generar dinero y la cantidad de veces que había robado al sistema para equiparse con los más caros equipamientos. Por no mencionar las veces que había estafado a otros jugadores, haciendo que estos pidieran reembolsos y metieran reclamos que deterioraban la imagen de uno de los mejores juegos de su empresa. Ethan no dejó de mirarlo con desprecio, haciéndole ver cuán fuerte era y el porqué de que hubiera llegado a ser el CEO de una empresa tan importante… su empresa, su valiosa empresa que estaba en riesgo por culpa de una persona inescrupulosa llamada Abraham Anderson. Pero no era solamente el dinero que tenía lo que marcaba la fortaleza de Ethan, sino porque realmente estaba dispuesto a lidiar con todo el gran poder que había adquirido… y era capaz de mostrarse imponente ante cualquier adversidad. —No esperará que sienta lástima por usted, Sr. Anderson —declaró Ethan con firmeza, con su voz resonando con un tono de desdén apenas contenido. Mantuvo su mirada fija en el hombre frente a él, como si quisiera aniquilarlo en ese momento, y sin dar muestras de debilidad o vacilación—. Creo que he sido lo suficientemente generoso al permitirle aplazar el pago de una cantidad tan considerable como 4 millones de dólares —continuó Ethan, recalcando la gravedad de la situación—. Y eso sin mencionar que este problema es resultado de su propio engaño, por lo que bien podría denunciarlo a la policía. La razón por la cual Ethan no había llevado el caso a instancias mayores era justamente por las implicaciones que tendría para el juego: un hombre ludópata que había robado, estafado, utilizado programas para modificar el juego sin que nadie se diera cuenta. Sería un escándalo y representaría en tremendas pérdidas para la empresa, por lo que había ofrecido que tuviera facilidad de pago mientras ellos seguían manteniendo el asunto sin interrupciones de la prensa molesta. Y eso el Sr. Anderson lo sabía, pero también estaba entre la espada y la pared, porque no tenía cómo generar dinero ya que cada vez que abría nuevas cuentas en cualquiera de los juegos conocidos, un equipo se encargaba de arruinarlo. Tendría que conseguir el dinero por medios legales y el hombre no parecía dispuesto a ello. El rostro de Abraham Anderson palideció, mientras miraba hacia todos lados, con un miedo notorio hacia Ethan. El viejo sabía que no tenía para dónde correr y que no podría huir de lo que le esperaba si Ethan decidía llevarlo a prisión, lo cual podría hacer si abusaba de su consideración, pero también era notorio que la suma de dinero que le acababa de dar el CEO era demasiada para cubrirla por sí mismo. “Era de esperarse” —pensó Ethan, quien sabía que, aunque tenía a ese hombre en sus manos, lo menos que deseaba era terminar en un problema con los usuarios si los medios difundían la situación, incluso aunque mejoraran la seguridad del juego. —No, por favor no… —lloriqueó el sujeto, arrastrándose de rodillas hacia Ethan, quien seguía sentado en su escritorio y se incomodó al verlo acercarse tanto. No podía ser que ese sujeto creyera que podría tocarlo con sus asquerosas manos. La mirada aguda de Ethan recorrió al Sr. Anderson con una mezcla de desagrado y desdén. La visión del hombre descuidado y maloliente, con su barba desaliñada y dientes podridos, solo aumentó su aversión hacia él. Y el darse cuenta de que una botella de ron salió de su chamarra y se estrelló y se rompió en el suelo, llenando la oficina con su nauseabundo olor, solo empeoró las cosas. —Cualquier cosa menos eso, por favor, no puedo ir a la cárcel —suplicó el Sr. Anderson entre sollozos, su verdadera personalidad emergiendo en un mar de lágrimas y mocos mientras se aferraba a la pierna de Ethan en busca de piedad. Ethan sintió una oleada de disgusto ante la imagen patética del hombre ante él. Estuvo a punto de echarlo de su oficina sin contemplaciones, para dejarle el trabajo a sus abogados, pero algo en las siguientes palabras del Sr. Anderson lo hizo reconsiderar las cosas. —Hare lo que sea, Sr. Strauss, en serio, se lo juro, puede pedirme lo que sea. —Su voz era temblorosa, haciendo que Ethan notara la desesperación en sus palabras y sonriera maliciosamente. Tras considerar rápidamente las palabras del hombre, se dio cuenta de que eso podría tener una serie de beneficios para él. Por un lado, estaba tentado de rechazar cualquier acuerdo con alguien tan despreciable como el Sr. Anderson. Pero, por otro lado, no quería verse envuelto en un largo y tedioso proceso judicial que llamaría la atención de los curiosos y que pondría a los medios de comunicación atentos a la situación de la empresa, pudiendo causarle grandes problemas con sus usuarios. “Mis juegos son mi vida” —pensó Ethan, razonando que en realidad era bastante tentador eso de que el hombre hiciera lo que él quisiera, y podría servirle de algo, ya que seguramente era un señor con mejores habilidades sociales. Después de pensarlo por un momento, Ethan decidió que una solución pacífica sería lo mejor para todos. No quería tener más tratos con el Sr. Anderson de lo necesario, pero también reconocía que era mejor resolver este asunto de una vez por todas y seguir adelante con sus propios asuntos. Ethan observó al Sr. Anderson con seriedad mientras planeaba su propuesta. La idea de utilizar la situación del hombre para resolver su propio problema era una opción bastante buena, así que, indudablemente, la tomaría… de todos modos, él no podía comprender del todo los sentimientos humanos. —Esta es mi propuesta —dijo Ethan con voz firme, finalmente dignándose a mirar al Sr. Anderson a los ojos—. Si puede conseguirme una mujer de buenos genes que alquile su vientre para mí, supongo que podría perdonar al menos el 70% de su deuda. Ella recibiría un pago mensual y podríamos llegar a un acuerdo por el resto de la deuda, pero eso sí, estará bloqueado de por vida de todos los juegos de esta compañía. El Sr. Anderson sonrió aliviado, feliz de que fuese perdonada su deuda y luego lo miró con preocupación, seguramente notando las implicaciones de buscar una mujer con ciertas características. Y sí, la verdad era que cualquiera que supiera un poco del mundo de los videojuegos, sabía perfectamente que Ethan Strauss era un hombre que se declaraba con ningún interés en tener vínculos afectivos. Una de las cosas que llamaba la atención de los medios era su incapacidad de amar a alguna persona, y todos esperaban el día en que eso pudiera cambiar. —¿De dónde voy a sacar a alguna mujer que se preste para eso? —preguntó con angustia, mirando a Ethan con ojos suplicantes en busca de algún consejo, pero el rubio nuevamente lo miró con esos ojos imponentes. —No lo sé, no es mi problema —respondió el CEO con frialdad, y en su rostro mostrando una clara expresión de molestia—. Usted es el interesado en zafarse de la policía, ¿no? Tiene una semana para traerme la información pertinente y ya nos arreglaremos con mis abogados luego —agregó de manera tajante, poniendo fin a la conversación de forma abrupta—. ¡Oriana! ¡Ven aquí! —llamó a su secretaria, que entró tan rápido que parecía que había estado parada junto a la puerta. El Sr. Anderson fue escoltado fuera de la oficina por seguridad, con el objetivo de evitar que hiciera otra escena embarazosa. Ethan había matado dos pájaros de un solo tiro… esperaba que el viejo realmente cumpliera con su parte del trato.
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