Después de unos cuantos días probando el juego sin ningún avance productivo y solamente obteniendo el final con Samira, Ethan se dio cuenta de que no podía postergar más la visita a su empresa, pues tenía que dar la cara sobre el problema.
Ese viernes por la tarde, por lo tanto, pese a que no eran sus deseos se dirigió a la reunión con los inversionistas, bastante nervioso porque sabía que seguramente le dirían un montón de tonterías y le reclamarían lo lento que estaba siendo el proceso para encontrar el bug.
Entró en la glamorosa sala de reuniones y tras suyo entró su secretaria, quien estaba con una enorme sonrisa, mientras llevaba una serie de documentos que pudieran ser solicitados durante la reunión.
Los diversos hombres de traje estaban allí, como si estuvieran esperando alguna solución, mirándolo de forma increpante.
—Señor Strauss, ¿pudo encontrar la razón del bug? —cuestionó rápidamente uno de los miembros más ancianos del conjunto que se encontraba frente a él.
—No, aun no —respondió de forma tajante.
No quería estar ahí, no quería tener que dar respuestas sobre sus propias fallas, sobre su propio fracaso. Como siempre, desvió su mirada hacia un punto neutro, pero intentando aparentar que se dirigía a todos a la vez, por lo que en ocasiones desviaba la mirada a uno que otro de los inversionistas, para mantener, en lo posible, el comportamiento social esperado.
—Strauss, somos pacientes con su compañía, pero este no debe salirse de sus manos… —comentó un joven que estaba allí, entre los inversionistas, pero que Ethan consideraba el más desagradable de todos, pues ni siquiera era uno de esos hombres ricos, e intentaba aparentar serlo.
—Lo sé, caballeros, pero la situación es esa… hay un bug el cual ni yo mismo puedo encontrar —explicó el rubio, desviando su vista hacia la ventana, pero sabiendo que esa respuesta no sonaba para nada convincente.
Los hombres de traje se levantaron, incomodando fuertemente a Ethan, juzgándolo con la mirada y acercándose de una forma que empezaba a hacerles sentir desagrado por el contacto humano.
Pese a ello, esto no intimido ni un poco a Ethan, ya que él había sido preparado desde niño para lidiar de la mejor forma posible con situaciones sociales desagradables.
—Señores, deben ser pacientes. —El rubio mantuvo una postura de seguridad—. Tengo a un equipo completo buscando la falla en este juego, equipo en el que yo mismo estoy involucrado, así que les pido paciencia…
—¿Cuánto más pacientes podemos ser, Ethan? —El mismo joven había hablado nuevamente, y sí, lo que más incomodaba a Ethan era que se trataba de Víctor Villalba, el representante de los padres de Demian, quienes eran accionistas de la empresa, y que se encargaba de participar en las reuniones, mientras estos viajaban por Europa—. Ya estamos empezando a bajar varios puntos de valoración en las páginas más prestigiosas para comprar videojuegos —continuó el joven, mientras ajustaba su corbata, lo cual Ethan reconoció como un tic que él solía tener.
—Lo que tenga que tardar, Víctor —habló desinteresado ante la insistencia de aquel joven.
—Ethan, o, mejor dicho, señor Strauss, no debe tomar tan a la ligera este tema. —El hombre siguió hablándole y finalmente Ethan le dedicó una tenue mirada, notando que su tez pálida parecía mucho más blanca de lo normal—. Mire estas diapositivas que yo mismo he recopilado, mostrando las diversas reseñas negativas que tiene el nuevo juego —explicó, mientras encendía el proyector para que los presentes pudieran divisar las imágenes de las reseñas.
Los presentes, que ya se habían sentado y estaban aparentemente más tranquilos tras hablar con el CEO, comenzaron a murmullar entre ellos, mirando de reojo de vez en cuando hacia donde él se encontraba.
La mirada victoriosa de Víctor no se hizo esperar, fijando sus ojos en Ethan con una mirada tan penetrante que ni siquiera él pudo evitar. Ese hombre podía ser una molestia, y lo que la gente común denominaría “un dolor en el trasero”, le desagradaba incluso más que sus encuentros con Abraham.
Pese a los intentos de intimidarlo, Ethan prefirió no darle importancia al hombre y se decidió a calmar las cosas lo más rápido posible en la sala de reuniones, de modo que apagó el proyector para dar un claro pero breve discurso.
—Escuchen, señores, entiendo sus inquietudes, pero les aseguro que esto que mostró Víctor no es más que una pequeña porción del fandom.
Ethan hizo lo posible por cumplir las exigencias sociales de mirar a los ojos a cada uno de sus socios.
—Puedo asegurarles que encontraré el bug, así tenga que testear cada pixel del juego a mano, pude solucionar los errores que se presentaron en el pasado, así que no veo razón para que duden ahora de mis habilidades, caballeros —terminó de hablar el rubio, intentando expresar lo mejor posible que realmente contaba con su apoyo.
Con todo el odio que pudo descargar en su mirada, Ethan observó fijamente a Víctor antes de irse… ese hombre era la escoria más grande que había podido meterse en su compañía, y no veía la hora de decirle a sus tíos que lo sacaran.
“Lástima que no pueda mientras ellos estén fuera del país” —pensó Ethan, sintiendo un enojo terrible.
Ethan se dirigió a paso fuerte a su oficina, todavía molesto por la actitud de ese ser miserable, y esperando que su discurso frente a los inversionistas le hubiera dado algo de tiempo extra.
Y quizás así Víctor conocería su lugar, dado que no era primera vez que lo desafiaba frente a los inversionistas. El problema era que eso desafíos le restaban credibilidad y algo que Ethan no toleraría nunca era que alguien intentara restarle credibilidad.
Cerró la puerta del recinto para calmarse, esperando que nadie lo molestara por un momento y se recostó en su cómoda y ergonómica silla ejecutiva, mientras pensaba en cuál sería el próximo paso para salir de ese bug tan problemático.
Mientras buscaba organizar los pensamientos en su cabeza, la puerta de su oficina se abrió, dejando pasar a la voluptuosa pelirroja meneando su cadera de forma desagradable a sus ojos.
—Señor Strauss, que varonil se vio en ese momento —dijo Oriana dejando salir un suspiro mientras se subía al escritorio de forma coqueta.
—¡Por favor, Oriana, ten decencia! —se quejó molesto el rubio, pensando que no necesitaba más molestias en ese momento—. ¿Qué quieres?
La pelirroja bufó indignada, mientras se bajaba del escritorio.
—Los inversionistas quieren que vaya a la convención en el hotel Marriot Marquis… dicen que necesitan más pruebas de que esto no afectará severamente a la compañía, ya que están poniendo su dinero en sus manos, señor Strauss. —Oriana terminó de hablar y se retiró de la oficina con un paso firme.
“Maldición, más sociabilización… como si no hubiera tenido suficiente con la estúpida reunión en donde tuve que lidiar con el estúpido Víctor” —pensó Ethan, realmente molesto, al tiempo que sacó su teléfono, para marcarle a su primo esperando que pudiera acompañarlo a aquella convención.
—¿Qué onda, Ethan? ¿Todo bien? —contestó Demian alegremente.
—Ey… ¿quieres ir a una convención este fin de semana? Los inversionistas quieren ver qué tan grave es la opinión pública con respecto a uno de los productos de mi empresa —explicó Ethan, sin mucho interés.
—Eh… lamento informarte que no podré, primito... tengo muchos problemas aquí, me toca presentar pronto un nuevo producto en un congreso de veterinaria y, pues, aparentemente descubrimos una posible reacción que podría generarnos problemas, necesitamos más experimentos y estos días estaré copado —le contó Demian y Ethan suspiró.
—De acuerdo, entonces veré cómo hago. —Sin esperar respuesta alguna, Ethan colgó el teléfono.
Ante la negativa de Demian, debido al gran proyecto que el mismo tenía en su compañía, se sentó en su silla ansioso, algo molesto, pero en ese momento, casi por impulso, se le ocurrió salir, dirigiéndose a la oficina de Isabella…