Isabella escuchó lo que Olivia le había dicho y hecho a Ethan con terror, pensando que podría perder su trabajo, aunque también un poco celosa al pensar que él le haya pedido su número de teléfono a su amiga. A pesar de que había oído, hablando con sus compañeros de trabajo, de que no le interesaban las mujeres.
“Bueno, Olivia es muy hermosa y… tiene muchos atributos” —pensó Isabella y miró hacia abajo, detallando sus pechos no tan voluptuosos como los de su amiga.
—No tenías que ser grosero con él, Olivia —recriminó la de cabello oscuro, intentando pensar que en ese momento era más importante mantener la calma.
—¿No tenía? El imbécil me pidió mi número mientras lo insultaba, Isabella —se quejó Olivia, realmente enojada con lo que había sucedido.
—¿Y se lo diste? —quiso saber, ligeramente celosa, Isabella.
—¡Aish! ¿Cómo se te ocurre que se lo voy a dar, tonta? —replicó Olivia, pero en su rostro se formó un ligero sonrojo que hizo sospechar a Isabella que tan mal no le había caído el CEO a su amiga.
Luego de eso, se quedaron un rato más, hasta la hora de salida de Isabella, cuando bajaron unos minutos antes a tomar un café y fueron cada una a su respectivo hogar.
…
Ethan miraba la pantalla, sintiéndose totalmente frustrado por no ser capaz de lograrlo, otra vez había salido aquel final con Samira en vez de con la otra princesa, se estaba poniendo nervioso ya. Incluso, había perdido la cuente de la cantidad de veces que intentó pasarlo solo esa mañana, y en ninguna de esas ocasiones había logrado encontrar el bug. Y, peor, no lograba sacar el final con la otra princesa.
Suspiró estresado, pues sabía que los ejecutivos estaban bastante molestos por la situación, y eso le generaba mayor ansiedad por ser incapaz de sacar el final y evaluar el lugar en el que se encontraba el bug.
Escuchó el timbre de la mansión en ese momento y recordó que su primo debía buscar el manuscrito de Isabella, por lo que se supuso que debía ser él. Normalmente, esperaría a que Margarita fuese a abrir, pero la ama de llaves había salido de la casa previamente a hacer unas compras.
“Terrible… tengo que atender también lo que ha hecho esta chica molesta… no debí insistir en tenerla cerca, es muy problemática” —pensó con obstinación Ethan, antes de levantarse a la puerta—. “Y creo que debería buscarme un mayordomo, para no depender tanto de Margarita, pero… sería difícil adaptarme a alguien nuevo”.
Corrió por los pasillos, ya que se escuchaba el timbre sonar una y otra vez, lo que era bastante molesto para los sensibles oídos de Ethan.
Abrió la puerta casi con intención de atestarle un puñetazo a su primo, pero, en cambio, notó que este estaba con un fajo de hojas en sus manos y con unos ligeros tintes rojos en un orificio de su nariz, indicativo de que estuvo sangrando poco antes de llegar, por lo que desistió de la idea de descargarse sobre él.
—Hola, Demian, ¿todo bien? —saludó con cansancio el rubio, mientras dejaba pasar a su primo.
—¡Pues excelente! ¡La vida es hermosa! —exclamó con alegría Demian y Ethan lo miró arqueando una ceja, mientras cerraba la puerta—. ¿Y tú? ¿Por qué esa cara de pocos amigos, primito? —se interesó él y Ethan hizo un gesto de que lo dejara así—. Solo vengo a darte esto. —Le entregó el fajo de hojas que tenía en las manos, pero no ingresó a la sala de estar.
—Estoy cansado de ese ridículo bug —se quejó Ethan, sincerándose—, de ese ridículo final —añadió con enojo—, de la ridícula princesa —afirmó con total desprecio—, y, por supuesto, de los ridículos inversionistas. —Hojeó ligeramente el manuscrito antes de seguir hablando—. Y de la absurda situación con esta niña… —Miró el manuscrito con recelo, pero al mismo tiempo sorprendido de lo largo que era y, más aún, de que estuviera escrito a mano.
La situación con Isabella realmente era el menor de sus problemas, simplemente no quería atenderlo, porque estaba cansado con todo lo que estaba sucediendo como consecuencia del bug del juego.
—Primito, yo te quiero, pero debes relajarte… —Demian le dio un abrazo corto y se giró para salir de la mansión de Ethan.
—¡Ey! Antes de que te vayas… ¿qué te ocurrió? ¿Con quién te peleaste? —lo interrogó bromeando el rubio, mientras su primo llegaba a las escaleras que bajaban hasta su Lamborgini que estaba estacionado en medio del patio de Ethan.
—Me peleé con… ¡con el amor de vida! —aseguró Demian dando un suspiro de alegría y bajó rápidamente hasta su auto, para darle una última despedida, haciendo una seña militar en la que puso su mano en la frente y la extendió hacia él.
El joven CEO lo miró con asco y negó con la cabeza mientras lo veía subirse al lujoso Lamborgini, para luego cerrar le puerta tras él… tenía que volver a concentrarse en su juego.
“Demian es un caso perdido” —pensó Ethan, y se fue caminando hacia su sala de juegos, ya sin prestarle demasiada atención al manuscrito de Isabella.
Se sentó en su silla, comenzó otra vez un nuevo juego, mirando con cansancio la misma pantalla que había jugado una y otra vez, por más que pasaban las horas seguía sin poder sacar el otro final, a pesar de que gracias a su speedrun podía sacar los finales en unos 30 minutos, seguía sin poder sacar a la princesa que no fuera Samira.
Harto de esto, se puso nervioso y arrojó el control hacia el suelo. El mismo se estrelló, haciendo un ruido estridente que reboto en toda la habitación y que, por lo que pudo notar Ethan momentos después, parecía haber hecho eco en toda la mansión.
—Amo Ethan, ¿qué le ocurre? —preguntó de forma serena su ama de llaves, Margarita, abriendo con suavidad la puerta de la sala de juegos de Ethan.
—No ocurre nada, Margarita. —Ethan trato de calmarse contando de cinco en cinco con sus dedos.
—Amo Ethan, debe descansar, lleva desde el amanecer ahí sentado jugando. Y ya es mi hora de salida, son las nueve de la noche. —La señora mayor sonaba preocupada.
—Solo una vez más y ya —afirmó el rubio—. Toma, Margarita, es para un taxi. —El rubio hablo más calmado mientras le entregaba unos trecientos dólares que sacó de un saco que tenía sobre una mesa cercana, mesa en la que también había restos de golosinas que había estado comiendo Ethan ese día.
—Amo Ethan, le recuerdo que yo vivo aquí —habló con una ligera sonrisa la señora—, en la casa de servicio que se encuentra en el patio de atrás.
—Tienes razón. —El rubio se quedó callado y algo pensativo al olvidar ese detalle—. Creo que es cierto que estoy bastante cansado —concedió finalmente y se apretó las sienes antes de poner el juego nuevamente—. Igualmente, Margarita, eres una excelente persona, puedes conservar el dinero.
—Está bien, muchas gracias, joven Ethan… y buenas noches, no olvide descansar lo suficiente. —La señora tomó todos los envoltorios vacíos de la mesa, dobló el saco de Ethan y se retiró dejándolo solo con sus pensamientos.
El CEO por un momento permaneció mirando a la pantalla, ¿valía la pena seguir intentándolo esa noche?
“Annabella… su nombre se parece a Isabella…” —pensó Ethan, notando la similitud por primera vez y justo en ese momento se volvió hacia la mesa que acababa de limpiar Margarita, recordando que ahí se encontraba el manuscrito de Isabella, el cual había olvidado por completo en medio de todos los envoltorios que había lanzado sobre él.
—Me sorprende que lo haya terminado tan rápido —dijo en voz alta.
Ethan tomó las hojas entre sus manos y empezó a revisar su contenido, dándose cuenta de que había hecho caso omiso a las correcciones que él le hizo y, por lo contrario, había preferido crear otra historia, que se ponía mejor a medida que la leía.
No pudo negar que la historia lo entretuvo bastante, y a pesar de que los inversionistas le habían reclamado por su poco esfuerzo para encontrar el bug, esa noche no quiso darle más vueltas al asunto y prefirió irse a dormir algo feliz… feliz de haber leído una historia tan interesante.
La historia de Isabella.