Capítulo 10: Los guardaespaldas del padre de mi hijo

1098 Words
Ethan decidió llamar a la persona en quien más confiaba para el trabajo que necesitaba en ese momento, la persona a quien le confiaría su vida y más y el mejor guardaespaldas y chofer que podría tener… decidió llamar a Renato Da Silva, quien era su chofer, pero también era prácticamente un padre para él. No le gustaba del todo dispensar de los servicios de Renato, pero bien sabía que necesitaría de alguien que vigilara a Isabella para que no tuviera ningún tipo de complicación en el embarazo, además de que seguía desconfiando de Abraham y prefería tenerla vigilada con la más alta calidad de sus trabajadores. Después de unos minutos, Renato, que había estado, como siempre, esperándolo en la sala de estar de la entrada del edificio, subió a la oficina de Ethan en el último piso para reunirse con él. —Dígame, patroncito, ¿para qué soy bueno? —saludó Renato, con su característico acento que indicaba su procedencia de Portugal. —¡Qué bueno que subiste rápido, Renato! Necesitaré de ti ahora que ya fue confirmado el embarazo de Isabella. —Como el hombre con él hablaba era como su figura paterna, dado que había estado a su lado desde su infancia y específicamente después de la muerte de sus padres, Ethan ya le había contado todo sobre la inseminación realizada a la joven y el hombre estaba preparado para cualquier solicitud. —Oh, ya veo… me alegra muchísimo que todo haya salido bien… ¡lo felicito! Supongo que ya fue evaluada por la Dra. Harper, ¿no? —preguntó de forma amigable aquel hombre, mientras caminaba hacia una esquina donde había una especie de “estación de café” en donde también había variedad de tés—. Prepararé algo de té, ¿desea algo, joven Ethan? —No, en realidad te llamé porque tengo otro trabajo para ti —le dijo Ethan con un tono agradable y tranquilo. —Usted dígame y considérelo hecho. —El mayor habló con notoria alegría, mientras terminaba la delicada elaboración del té. Era bien sabido para Ethan que Renato disfrutaba preparándole diversas hierbas a las personas a su alrededor, pero lo cierto era que esa misma actitud tranquila era la que había apoyado al CEO en las situaciones más difíciles, especialmente cuando el estrés lo abrumaba y necesitaba calmarse. Ethan le contó a Renato que lo que deseaba en ese momento era un apoyo como guardaespaldas personal de Isabella, que preferiría tener a dos personas cuidándola, pero como solía ser muy desconfiado, la verdad era que prefería indudablemente que fuese el portugués quien se encargara. —Comprendo su preocupación, en ese caso seré yo mismo, junto a uno de mis empleados nuevos, los que cuidemos a la joven Isabella para garantizar el bienestar de su hijo, patroncito —confirmó el hombre, hablando en tono comprensivo, mientras daba un sorbo al té que había preparado, para luego ir a sentarse en la silla frente al rubio. —Antes de que me confirmes, quisi… —El rubio iba a hablar, pero fue interrumpido por el mayor. —En unos momentos le envió su información, sé que no le gusta trabajar con desconocidos, jefecito, pero este chico tiene buenas recomendaciones. —Con esas palabras, Renato volvió a tranquilizar a Ethan—. Por otro lado, me encargaré también en persona de buscar un nuevo chofer para usted, patroncito, alguno que también pueda trabajar como su guardaespaldas. Aunque sé que usted no necesita de tantos cuidados como los necesitará la joven Isabella… usted es cinta negra en karate, después de todo, pero nunca está demás la protección —agregó Renato. —Eficiente, como siempre —lo halagó con genuino interés Ethan y le dedicó una sonrisa. —Y no olvide usar el chaleco antibalas —finalizó el hombre mayor, utilizando un tono protector en esa última recomendación. Tras haber contratado a los guardaespaldas, Ethan sabía que no tendría más nada que hacer en la empresa y podría terminar cualquier cosa desde casa. —¿Podrías llevarme por hoy hasta la casa? Ya mañana puedo empezar con el nuevo chofer —pidió con un tono infantil Ethan y Renato no pudo evitar reírse. —Por supuesto, patroncito, sólo espere a que me termine mi té, y prepararé el automóvil para marcharnos —pidió Renato con una sonrisa pacífica—. ¿No necesita pasar por ningún otro lado? Ethan meditó un momento. —Podríamos pasar buscando algunos postres en mi pastelería favorita —añadió con una sonrisa—. Nada mejor que postres y una noche de videojuegos para celebrar que pronto tendré un hijo para jugar con él. Renato lo miró negando con la cabeza y Ethan simplemente tomó su teléfono para jugar mientras esperaba a que su chofer terminara de beber el té. Estaba muy feliz ante la idea de tener un heredero. … Un par de días después de su prueba de embarazo positiva, y mientras desayunaba en hogar, disfrutando de unas deliciosas frutas frescas, Isabella fue interrumpida de sus cavilaciones tras recibir una llamada de su padre. —Hola, hija, ¿cómo estás? —saludó simplemente Abraham—. Escucha, hay un par de hombres que te cuidarán a partir de ahora. Me informaron que no podré verte tan seguido, así que nos veremos sólo cuando te vaya a entregar el dinero que te enviará el padre del bebé. Hablamos luego, ¿está bien? —Dicho esto, el hombre le cortó la llamada a su hija, sin dejarla, siquiera, decir una palabra. Isabella se sintió bastante sorprendida de que su padre se comportara de ese modo… pero entendió que definitivamente su embarazo era mucho más importante de lo que ella había imaginado en un principio. “¿Quién será el padre de este bebé para necesitar guardaespaldas?” —se preguntó a sí misma en sus pensamientos, pensamientos que no dejaban de vagar en la idea de que un completo extraño estaba de algún modo controlando su vida en la distancia. Era como si su vida ya no le perteneciera, pero al mismo tiempo ese bebé le daba al menos un poco de tranquilidad. Se sorprendió a sí misma acariciando su vientre y retiró su mano rápidamente, como si quemara, como si estuviera haciendo algo impropio. “No debo encariñarme con este bebé” —se reprendió mentalmente, mientras iba a sentarse a la sala. Pero en ese momento el timbre de la casa sonó, lo que hizo que Isabella sintiera cómo su corazón empezaba a latir rápidamente… era hora de conocer a sus “guardaespaldas”.
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