La presencia de esas otras personas, sus “guardaespaldas”, no sería algo que le daría mucho tiempo para procesar, ya que, al llegar en ese momento, tuvo que prepararse para interactuar con ellos y conocerlos lo justo, antes de que la llevaran al lugar al que la llevarían ese día.
Isabella los recibió tranquilamente y los hizo pasar a la sala de estar.
Los hombres que habían acudido eran un señor algo mayor, corpulento y con bigote, con una cola de caballo en su cabeza, que fue el primero de los dos en presentarse. Y otro más joven, que bien podría ser de la edad de Isabella, y que se veía menos corpulento, pero bastante alto también, destacaba su cabello castaño alborotado y sus ojos grises centelleantes.
—Hola, es un gusto, ¿es usted la señorita Anderson? —El mayor habló con voz suave, lo que hizo que Isabella se sintiera mucho más cómoda—. Mi nombre es Renato Da Silva, y de ahora en adelante seré su guardaespaldas personal —terminó de decir aquel hombre.
El más joven se quedó mirando a Isabella sin decir nada, hasta que recibió un codazo del mayor.
—Ho-hola, yo soy Masson Daniels, y seré su personal guardaespaldas, digo… su guardaespaldas personal —se presentó el joven, notándose muy nervioso en ese momento.
Isabella perdió un poco de su desconfianza inicial y se rio levemente del muchacho, antes de volver a tener una postura más seria para hacerles unas preguntas necesarias.
—¿Por qué necesito guardaespaldas? —Ella no solía ser tan desconfiada, pero realmente no le gustaba mucho la idea de que hubiera unas personas a su alrededor en todo momento… y menos sin saber si, por ejemplo, el hombre que la contrataba era alguna especie de mafioso con conflictos.
—Simplemente estamos a su disposición para trasladarla a los controles y a donde usted requiera, ya sea hacia su universidad o su trabajo —explicó de forma calmada Renato, mientras miraba de reojo a Masson, quien estaba con los ojos fijos en Isabella.
Luego de las presentaciones, Isabella tenía más preguntas, pero prefirió no hacerlas, pues su padre le había dicho que el hombre del que estaba embarazada prefería la confidencialidad antes que todo.
Lo mejor sería limitarse a obedecer, ya que, por suerte, parecía bastante interesado en darle las atenciones necesarias a su hijo.
“Será mejor que termine de alistarme” —pensó ella, y volvió a sus actividades cotidianas.
Le esperaba un día importante por delante.
…
Ese día, tendría que ir a la consulta con la ginecóloga, por lo que, después de terminar de organizar las cosas en la casa, tuvo que salir con los guardaespaldas, que la llevaron en un automóvil bastante modesto.
“Supongo que quieren pasar desapercibidos, porque sería muy extraño que yo repentinamente subiera a algún automóvil último modelo” —pensó Isabella, intentando no darle vueltas al asunto de los guardaespaldas.
Una vez en el consultorio, sus guardaespaldas la dejaron y ella se sentó en la sala de espera, hasta que una voz familiar dijo su nombre.
Era la doctora Harper. Y realmente Isabella se alegró mucho de verla en ese momento.
—Hola, doctora, ¿cómo ha estado?
—Hasta ahora, todo excelente, Isabella, y veo que todo está también muy bien contigo, porque has vuelto después de la inseminación. Debo asumir que fue un éxito —se emocionó la doctora, mientras Isabella pasaba al consultorio y asentía a sus comentarios respecto a la inseminación—. Siéntate, tenemos que hablar de varias cosas —explicó con calma la Dra. Harper, lo que hizo que la joven la mirara extrañada.
La Dra. Harper le explicó la importancia del control prenatal, lo que harían mes a mes, la relevancia de que se hiciera los ultrasonidos y le dio las indicaciones necesarias para llevar el embarazo a término. También le explicó la importancia de la alimentación y de informar cualquier tipo de síntoma que pudiera llegar a experimentar. Isabella asintió a todo y se sintió muy a gusto con las explicaciones de la doctora. Seguidamente, la mujer llenó una historia clínica con los datos más importantes de Isabella.
—¡Excelente! ¡Hemos terminado de rellenar tu historia! Ahora vamos a pasar a realizar el ultrasonido para comprobar que podemos llevar las cuentas del embarazo eficientemente de acuerdo con tu fecha de última menstruación —indicó la mujer y le pidió seguidamente a Isabella que se colocara una bata con la abertura hacia atrás, para hacerle un ultrasonido.
Isabella estaba ansiosa, porque no se imaginaba cómo se vería el bebé en ese momento. Y luego se sintió algo decepcionada al ver que la mujer colocaba el aparato en su vientre y la joven no podía entender nada.
—Bien, de momento sólo está el saco gestacional, aún no podremos escuchar sus latidos, así que debes volver en unas dos semanas, ¿está bien?
La chica de cabello n***o asintió.
—Excelente, actualmente tienes 4 semanas con 2 días. Volverás cuando tengas exactamente 7 semanas para continuar con las evaluaciones, es decir, en un poco menos de 3 semanas, día lunes, tiene que recordar bien eso porque quiere decir que cumples semana todos los lunes —explicó la doctora y luego pidió a Isabella que volviera a vestirse.
—¿Algo más que deba saber?
—Hmmm, tengo una idea… te descargaré una aplicación en tu teléfono para que puedas ver el control del embarazo, ¡será excelente para saber cualquier cambio! —exclamó motivada la doctora y en ese momento le pidió el teléfono a Isabella y la registró en la aplicación—. Ahora sí, todo listo. Te dejaré indicación de tus vitaminas y te daré esta carpeta de seguimiento del embarazo que entrega la clínica, aquí guardarás todo lo que necesites y siempre te daré copias en físico y otras al correo.
Isabella asintió a todo lo que la doctora le dijo, aún un poco confundida con todo lo que tenía que saber, pero al mismo tiempo emocionada de lo entretenido que parecía ser el seguimiento del embarazo.
La doctora guardó todo en una carpeta de color rosa, era una carpeta tapa dura con hermosos diseños y algunas páginas para escribir la madre y otras con una especie de hojas transparentes en donde la doctora introdujo más información. Se notaba que era una clínica de lujo y seguramente era súper costoso todo lo que estaban haciéndole, aunque ella tampoco podía preguntar.
—Por cierto, en cualquier momento empezarás a tener síntomas. Lo primero sería que te dé mucho sueño, luego vas a sentir náuseas y puedes experimentar vómitos. Si llegas a necesitar alguna cosa, comunícate de inmediato, ¿está bien? En la carpeta hay una página con mis números personales, nunca los doy, pero eres una paciente especial, Isabella. ¿Está bien? —explicó con tranquilidad la doctora, haciéndola sentir más segura y a la vez más confundida.
Luego de la evaluación realizada, Isabella se retiró y se reunió con sus guardaespaldas para volver a su departamento, lo que fue un trayecto un poco lento por lo distante entre la zona en que Isabella vivía y la zona de adinerados en la que estaba ubicada la clínica, pero ese tiempo le permitió a Isabella revisar todas las informaciones que la doctora le había dado en la carpeta.
Al llegar a la casa, la mujer se bajó y se fue en dirección a su departamento.
Masson se quedó afuera y Renato entró con Isabella, bajo la premisa de que le daría algo para que se sintiera mejor. Ella no entendía mucho las razones de que el hombre fuese tan amable con ella, pero le alegraba tener a alguien que parecía intentar entenderla en medio de toda esa situación.
—Puede que se sienta mal en estos días, señorita Isabella, quizás algo cabizbaja como ahora, es comprensible dado que el embarazo cambia mucho a las mujeres, por no mencionar esos molestos síntomas, pero quiero darle una recomendación que le ayudaba a mi esposa con los bajones repentinos en su estado de ánimo durante el embarazo —comentó el mayor mientras ponía un maletín sobre la mesa del comedor de Isabella, al abrirlo, la joven notó que estaba lleno de frascos con nombres distintos.
—Señor Renato, ¿esto para qué es? —pregunto con mucha curiosidad Isabella, mientras revisaba todos los frascos, la mayoría con nombres extraños que ella no conocía, pero algunos más comunes como “manzanilla”, “limón con miel”, “menta”, “hierbabuena”, entre otros.
—La mayoría de esas plantas son para que se siente mejor y pueda mantenerse relajada y calmar tanto los nervios como las sensaciones incómodas que le producen malestar físico. Además de que debo darle esto… estas son hojas frescas de frambuesa, se las recomiendo muchísimo, estas son las más importantes de todas las hierbas que le dejaré, pues la ayudarán con casi todos los malestares —le dejó un frasco con el nombre de las hierbas escrito y, seguidamente, se retiró del departamento, dejando confundida a Isabella.
Desde la ventana, Isabella notó que el automóvil permaneció parado frente al edificio, probablemente porque esas eran las instrucciones del jefe.
Se sentía extraña de estar tan protegida, pero al mismo tiempo había algo que la hacía sentirse tranquila de la presencia del señor Renato.
Luego le agradecería por las hojas de frambuesa.