Un par de semanas después de la inseminación, la joven de cabello azabache se empezó a sentir muy inquieta y dar vueltas en su cama, casi no había conseguido dormir y, además, había tenido un sueño muy extraño en el que se besaba con el rubio del accidente del restaurante. No pudo evitar sonrojarse ante la osadía de recordarlo justo en ese momento, en que, si las cosas habían salido como se esperaba, en ese momento probablemente llevaría en su vientre el hijo de un desconocido.
Suponía que en parte todos esos pensamientos estaban relacionados con el hecho de que ese día debía de hacerse la prueba de embarazo, y que justamente había estado fantaseando con el rubio guapo mientras le hacían la inseminación artificial. Y, pese a que realmente había tomado esa decisión para resolver sus circunstancias financieras, el miedo se cernía sobre ella, pues sabía que estaría sola en esa situación.
—Al menos mi padre está apoyándome en esto —se dijo a sí misma en busca de darse ánimos… y es que ese era el mantra que se había repetido para justificar lo que estaba haciendo.
Después de una noche difícil, finalmente el sol salió, bañándola con sus primeros rayos y haciéndola caer en cuenta de que ya era momento de levantarse de la cama… y sin haber dormido absolutamente nada.
Se levantó temprano, justamente porque no podía dormir, a pesar de que era su día libre, pero prefirió hacerse un desayuno bastante cargado para mantener sus energías. Su desayuno estaba compuesto por un café, un jugo de naranja, tostadas con huevo y algo de jamón y, por supuesto, el ácido fólico, que había estado tomando religiosamente como parte de sus indicaciones.
Al menos le reconfortaba el que podía darse el lujo de comer esa comida deliciosa, puesto que había pasado unos meses bastante duros y por fin estaba recuperando algo del peso que había perdido.
Escuchó el timbre y salió a abrir rápidamente. Era su padre.
El hombre entró en el departamento y tiró sobre la mesa del comedor una bolsa con un logo de una farmacia.
—Listo, niña, ve a hacerte la prueba, sigue las instrucciones al pie de la letra y no lo arruines, porque no hay mucho dinero para comprar varias —le dijo con molestia su padre, mientras encendía un cigarro.
—Oye, papá, si llegara a estar embarazada, no deberías fumar aquí —le indicó Isabella a modo de reproche.
El viejo se rio y miró a su hija con sorna.
—Mira, mocosa, tú no me dirás que hacer, he gastado una fortuna para ponerte en condiciones, recuerda tu posición y no me digas qué hacer con mi vida. —Él hablaba mientras su barba se mecía de forma asquerosa, incluso aún más asquerosa que sus palabras.
Isabella se quedó callada, no quería enfrentar a su padre, más cuando sentía que tenía razón con aquellas cosas que le decía, a pesar de que le dolieran, pero sabía que en el fondo la amaba, después de todo, eso lo estaban haciendo para que ambos pudieran salir adelante, ¿no?
Tomo la bolsa y se dirigió al baño, para seguir el procedimiento y conocer el resultado de la inseminación.
Después de tomar la muestra, se quedó sentada en el inodoro, a la espera del resultado, mientras oía a su padre de forma impaciente caminando en el pasillo detrás de la puerta.
En las indicaciones, explicaba que la prueba de embarazo demoraba entre 3 y 5 minutos en arrojar un resultado… y esos fueron los minutos más eternos de la vida de Isabella.
Después de tal espera, las dos rayas que indicaban el “positivo” se marcaron en aquella prueba.
Era oficial, estaba embarazada, del bebe de un desconocido, y aun siendo virgen… su destino por los siguientes nueve meses se había sellado.
Salió del baño algo emocionada, anunciándolo a su padre, quien sonrió mientras la abrazaba.
—Estoy muy feliz, hija mía, sabía que podríamos lograrlo, ya verás cómo esto nos ayudará a salir adelante… te lo aseguro —expresó el viejo mientras abrazaba a Isabella.
—Gracias, papá…
La joven mujer de ojos avellana sonrió sutilmente, aunque estaba algo confundida por la actitud tan errática de su padre.
De igual modo, en ese momento no le importó demasiado… pues para ella eso confirmaba que, a pesar de todo, él la quería.
Esos nueve meses quizás no serían tan difíciles.
…
Ethan se encontraba a punto de salir de la empresa, otro día en el que había tenido que ir hasta allá para participar de algunas reuniones. Solamente debía terminar algunas presentaciones para los próximos inversionistas y estaría listo para volver a casa, mientras trataba de soportar el asco que le daban las insinuaciones de Oriana.
Y sí, nuevamente Oriana se encontraba en su oficina, mirándolo como si quisiera saltarle encima y prácticamente poniéndole los pechos en la cara al CEO.
—Sr. Strauss, ¿por qué no me pide a mí ser la madre de sus hijos? —insistió la joven de ojos verdes.
—No, usted sabe perfectamente que me desagrada el contacto físico, señorita Walker —afirmó el rubio, hablándole de una forma mucho más severa y sin utilizar su nombre, mientras hacía muecas de desagrado ante las insistencias de ella.
No podía creer que, pese a que tenía tanto tiempo repitiéndole lo mismo, Oriana seguía insistiendo una y otra vez en que él estuviera con ella. Ella era la definición de una acosadora.
—Quizás es porque no ha tenido el suficiente… —La pelirroja habló sin rodeos, pasando su dedo por el pecho de Ethan.
Mientras Oriana trataba de forma torpe conquistar a Ethan, una cara conocida entró a la oficina, una cara desagradable para los presentes, pero conocida, al fin y al cabo.
—Hola, sr. Anderson —saludó el CEO de forma fría—. Oriana, no puede ser que cualquiera se meta en mi oficina por tus intentos de coqueteo, debes ser más seria o voy a tener que despedirte. —Ethan regañó con molestia a la pelirroja, que solo miraba con odio al viejo que acababa de entrar—. Y largo de aquí, tengo cosas que hablar con el Sr. Anderson.
Oriana se fue, mirando al viejo con desagrado y cerró la puerta con notorio disgusto, ante la sonrisa divertida del anciano.
—Hola, sr. Strauss. —El viejo caminó de forma tímida al escritorio.
—Le agradezco que me diga rápidamente lo que quiera decirme, no tengo todo el día para escucharlo —increpó molesto al hombre frente a él.
Realmente no era como si tuviera muchas cosas que hacer, sólo quería volver a su casa para seguir revisando el bug de la historia de la otra princesa, pero hasta ese momento sólo había descubierto que era bastante difícil modificar el camino y siempre terminaba quedándose con Samira… no importaba cuántas veces lo intentara. Y, por supuesto, eso había dejado bastante frustrado a Ethan, porque no encontraba una explicación coherente a no poder seguir la línea de juego de la princesa de cabello castaño, Annabella. Por no mencionar la cantidad de trabajo que solía tener que no le dejaba avanzar en la historia.
Y ciertamente no iba a corregir el bug sin antes encontrarlo él mismo… complicaciones de ser un autista.
—Aquí le traigo la prueba de embarazo, señor. Salió positiva. ¡Felicidades, Sr. Strauss! ¡Usted va a ser padre! —intentó halagar de una forma burdamente falsa a Ethan, mientras le entregaba una bolsita transparente con la prueba.
—Perfecto. Gracias por su tiempo. Ahora quiero que se aleje de Isabella y principalmente de mi hijo. No hay ninguna razón para seguir involucrándome con usted. A partir de hoy, Isabella tendrá dos guardaespaldas, sabrá de mí a través de ellos —sentenció el rubio mientras despedía a Abraham.
—P-Pero… de esto nunca hablamos, ¿cómo voy a alejarme de mi hija solamente porque usted lo pida? —El hombre trato de replicar.
—¡Haga silencio, Sr. Anderson, que usted no tiene potestad alguna para exigir en este momento! Más bien le recomiendo que empiece a buscar una forma de pagar el 30% de la deuda que aún tiene con mi empresa… —Dicho esto, Ethan entregó a Abraham una serie de indicaciones de cómo debía comportarse en los siguientes meses, estableciendo las condiciones de alejamiento tanto de Isabella y su hijo, como de él mismo.
El viejo se marchó con los puños apretados. Así, Ethan podría finalmente terminar esa dichosa presentación, con una sonrisa tranquila en su rostro, la cual se hacía mayor cada vez que miraba sobre el escritorio aquella prueba de embarazo positiva… ahora tenía que enterarse en qué condiciones estaba el embrión y para eso Isabella sería evaluada por la obstetra…