Ethan estaba volviendo de la convención junto a su primo, ambos cansados dado el largo día que habían tenido, aunque extrañamente se sentían bien, especialmente Demian y Ethan no pudo evitar notarlo.
—Oye, primito —habló Demian, mirando de reojo a su primo.
—Sí, ya le encargué a Renato que se asegure de que Isabella esté bien, aunque me dijo que los desmayos suelen ser habituales en el embarazo —explicó el rubio, sin darle demasiada importancia.
—No iba a preguntarte eso… —Se rio levemente su primo—. Iba a contarte que conocí a la mujer de mis sueños —le comentó, al tiempo que lo miraba con una sonrisa bastante boba.
El menor, al ver la clase de actitud que había tomado su primo, lo miró con cara de asco, notoriamente desconcertado por tan repentino comentario.
—¿Quién es la desafortunada? —bromeó Ethan.
—Una chica bajita y peleonera —le contó Demian, dando un suspiro e ignorando el desagrado de Ethan por el tema.
—Aja… —le siguió la charla Ethan.
—Te lo juro, primito, buscaré entre los datos de los concursantes y sabré quien es —dijo en tono serio el de cabellera oscura, y Ethan en ese momento sólo pudo dudar francamente de su salud mental—. Por cierto, ¿cuándo comenzará a trabajar contigo Isabella? —le preguntó Demian.
—Creo que le enviare un correo yo mismo para que comience el lunes. No confió en que Oriana se lo envié y prefiero tomar previsiones… es mejor tenerla pronto en la empresa —afirmó Ethan, sabiendo que lo mejor era mantener el desvío del tema.
Además, no quería perder más tiempo de estar cerca de su hijo y comprobar que su crecimiento estuviera dentro de lo esperado.
…
Isabella todavía no podía creer lo que había sucedido.
El impacto era tan grande que había sido incapaz de dormir la noche antes de ir a GeekGames, pensando en que había ganado ese concurso. Así era como se encontraba esa noche dando vueltas e intentando mantener la calma, mientras pensaba en lo afortunada que había sido al ganar ese concurso.
“Finalmente mis esfuerzos están rindiendo frutos” —pensó emocionada y con una enorme sonrisa en los labios.
—Así podré estar en mejores condiciones, bebé. Y quizás hasta me quede algo de dinero para salir a divertirme y para disfrutar de la vida —le habló a su abdomen, bastante plano en ese momento, y de 9 semanas que cumpliría ese mismo lunes que empezaba a trabajar, de acuerdo con lo que le había explicado la doctora.
Sabía que ese bebé no era suyo, pero al menos sentía que le hacía compañía en los momentos difíciles.
Además, una cosa que le emocionaba bastante de todo el asunto era que ese chico, Ethan Strauss, era justamente el mismo en el que había estado pensando por varios meses ya, ese que le había deseado que tuviera un mal día y que ella había convertido justamente en el personaje principal de la historia que escribía.
No pudo evitar reírse ante tal hecho. Definitivamente él no podía saber nunca que justamente esa historia, con la que había ganado el concurso, era inspirada en las cosas que había imaginado con él mismo… que, dicho sea de paso, las había imaginado durante la inseminación.
“Vaya que me dejé llevar por las hormonas, definitivamente los días fértiles a las mujeres se nos ocurren cosas muy interesantes” —pensó entretenida.
—También es divertido pensar cómo he podido burlarme de él a través de ese personaje —le habló nuevamente a su abdomen—. Y no puedo negar que es muy guapo, aunque tú no entenderás de esas cosas hasta que seas mayor.
Por un momento se dio cuenta de lo tonto que era hablarle a su vientre, pero de alguna forma le hacía sentir más tranquila.
En medio de ese monólogo nocturno, Isabella se dio cuenta de que había amanecido… y ella no había conseguido dormir casi nada en toda la noche. La emoción estaba a flor de piel.
Por primera vez en algunas semanas, no se despertó con náuseas, por lo que preparó un desayuno bastante completo, y posteriormente se vistió con una falda larga, de color oscuro y corte elegante que había comprado hacía poco tiempo y una camisa algo ajustada para su gusto, pero era lo que Sophie le había recomendado usar, dado que era lo mejor que tenía de momento.
Partió junto a sus guardaespaldas, llegando bastante temprano a la empresa. Renato manejaba de una manera increíble, evadiendo adecuadamente el tránsito.
Al llegar, entró en aquel gran edificio, siendo recibido por una mujer de cabellera rubia, que mascaba chicle y que supuso que sería la recepcionista principal.
—Hola, soy Isabella Anderson, recibí un correo electrónico del Señor Strauss para notificarme de empezar el día de hoy. Es mi primer día de trabajo y tenía que verme con él para hablar sobre la historia de un videojuego, seré guionista —explicó Isabella, intentando no demostrar demasiado sus nervios.
—El señor Strauss no estará hasta dentro de unas horas —la mujer respondió con aburrimiento, sin dejar de mascar el chicle que tenía—. En todo caso, puedes esperar en el piso 9, sector 2, allí están los guionistas secundarios —indicó la rubia y apretó un botón para dejarla pasar.
La de cabello azabache se sorprendió de la actitud tan extravagante de la recepcionista, pero ella sabía que trabajar en atención al público a veces generaba que las personas se comportaran de forma desagradable con los demás, por lo que no le dio importancia al asunto y se fue directo al ascensor, tal como le había indicado la rubia.
Llegó al sector y lo primero que percibió fue un olor a colonia barata, suponía que justamente por la forma en que sus sentidos se habían estado agudizando con el embarazo. Ya dentro, miró alrededor y se percató de que casi todos sus compañeros alzaron la mirada y se quedaron atónitos, como si nunca hubieran visto una chica en sus vidas.
“Tal vez así sea” —pensó con diversión Isabella, recordando algunos chistes sobre los nerds.
Pero, pese a que se le hacía gracioso pensar en eso, también notó que la miraban como si fuese un pedazo de carne y ellos fuesen leones hambrientos. Todos sus compañeros la empezaron a seguir con la mirada, mientras oía los murmullos detrás de sí.
—Creo que se equivocó de oficina… es muy bonita para estar con nosotros.
—Yo digo que algo extraño pasa, nadie me informó de que llegaría alguien a trabajar en nuestro recinto mágico.
¿Recinto mágico? ¿Qué clase de raritos eran esos sujetos?
—No es posible que una chica tan bonita esté aquí porque realmente quiera ser guionista… las mujeres no disfrutan la fantasía como nosotros, son más de romance y esas cosas cursis y desagradables.
Escuchó que en ese momento todos concordaban con el que había hecho ese comentario y ya no soportó más.
—Oigan, los escucho, soy mujer, no sorda —se quejó Isabella, logrando que los demás bajaran las cabezas y volvieran a sus trabajos—. ¿Puedo usar esa computadora que esta allá? —indagó también, señalando una de las maquinas vacías.
Todos asintieron levemente avergonzados y la joven sintió que quizás se había excedido con su comentario...
—Gracias —habló esta vez, al tiempo que se sentaba frente al monitor. La verdad era que prefería estar haciendo algo que esperar a su jefe sentada como si nada— y disculpen la molestia.
Por un momento, se puso a revisar los diálogos del juego, la redacción de estos, y empezó a fruncir el ceño mientras lo hacía, dado que algunas cosas eran algo sosas o carentes de emoción.
—Estos diálogos son aburridos —dijo en voz alta, ya finalmente separándose y cruzando los brazos sobre el pecho.
—Sí, yo también creo que al jugador promedio le parecería aburrido —mencionó una voz masculina hablándole casi al oído, tan sensual que la hizo sentir un escalofrío recorrerle la espalda.
Era Ethan Strauss, que estaba observando detrás de ella.
—¡Señor Strauss, ¿cuánto tiempo lleva ahí?! —le cuestionó nerviosa y asustada, mientras pensaba un poco más sobre qué decir.
—Ya hace algunos minutos, pero estabas tan concentrada que no quise molestarte —contestó él, de forma indiferente—, Me dijeron que estabas aquí y vine a buscarte, este no es tu lugar de trabajo. —Ethan habló con molestia cuando dijo esa frase, se notaba que la recepcionista había hecho las cosas prácticamente adrede y sin saber que su jefe la estaba esperando a ella.
—¿No lo es? ¿Y entonces dónde es? —Esta vez indagó con más interés.
Ella de verdad había pensado que le correspondería trabajar ahí y pudo notar que los nerds raritos la veían fijamente mientras hablaba con él, seguramente pensando en murmurar quién sabía qué cosas cuando ella se fuese.
—No, ¿cómo te voy a dejar aquí con estos tipos?
En ese punto, Ethan parecía que estuviera hablando de lo más obvio del mundo, pese a que sus palabras sonaban cargadas de indiferencia, pero no por eso menos sensuales, lo que hizo que Isabella se sonrojara.
“Realmente tiene una voz demasiado atractiva” —pensó la joven, sintiendo sus mejillas arder tanto que tuvo que apretarse el rostro con ambas manos, en un mal intento de disimular, pero por suerte Ethan ni siquiera hacía lo más cercano a contacto visual con ella, por lo que se sintió tranquila.
—¡Vamos! ¡Toma tus cosas! ¡Rápido! ¡Rápido! —ordenó con una voz autoritaria que puso nerviosa a Isabella, haciéndola recoger todo tan rápido que no estuvo segura de haber dejado algo entre las cosas de los nerds de ese sector—. Tú trabajaras en una oficina aparte —concluyó el guapo rubio, mientras caminaba a paso firme, haciéndola seguirlo.
Antes de irse, pudo ver las miradas de los nerds que habían estado murmurando sobre ella, parecían bastante decepcionados de ya no tener una en su entorno de trabajo…
“Espero que no se corran rumores extraños” —pensó Isabella, mientras iba detrás de Ethan Strauss.