Isabella partió a la empresa llevada por Renato, ese sería se segundo día trabajando allí, así que trató de poner buena cara a pesar de cómo la habían tratado el día anterior y se dirigió a su oficina.
En principio, decidió saludar a Oriana una vez salió del ascensor, pero la mujer sólo la miró con molestia, como si realmente le cayera mal, pese a no conocerla.
Suspiró, por lo visto no le caería bien a esa extraña mujer.
Entró directo en la oficina que le había asignado Ethan y se puso a revisar su guion, con la intención de pulirlo, de modo que pudiera hacer algo hasta que su nuevo jefe le dijera algo mínimo sobre lo que debería estar haciendo en aquel lugar.
“Creo que tendré que pasar varios días aburridos aquí, ese Ethan no parece muy agradable que digamos, sino más bien… diferente, fuera de lo común” —pensó Isabella, pero decidió no darle demasiadas vueltas al asunto.
—Ay, bebé, espero que las cosas mejoren pronto, porque tampoco quisiera andar detrás de ese hombre tan descortés constantemente —le habló a su vientre plano, antes de continuar con su trabajo.
Las horas pasaron más rápido de lo que ella esperaba, pero logró avanzar bastante con el guion.
Debía agradecer que nadie la molestaba en aquel lugar y la oficina estaba mucho mejor ese día que el día anterior. Habían cambiado el computador por un modelo más actual, uno que realmente se veía mucho más lujoso de lo que Isabella estaba acostumbrada, y el olor desagradable había desaparecido. Además, algunas bombillas que faltaban estaban recién cambiadas.
“Se ve mucho mejor, la verdad” —pensó, al detallar más el lugar.
Y, dentro de las curiosas modificaciones, la silla que el día anterior había utilizado también había sido cambiada por una ergonómica, lo que hizo que se sintiera más cómoda.
Había decidido faltar a la universidad ese día, mientras acordaba los horarios con su nuevo jefe, con el cual no había tenido prácticamente ninguna oportunidad de interactuar, siquiera, y sus días libres eran sólo los lunes y miércoles, pues, le quedaban pocas materias y su horario era de medio turno, ya no podía seguir faltando con tanta frecuencia hasta terminar el semestre.
“Tendré que ponerle más empeño a sacarle conversación a Ethan” —pensó Isabella, intentando motivarse a sí misma y volvió a su trabajo.
Así, fueron pasando las horas, hasta que vio el reloj, justo a mediodía, dándose cuenta de que ya era hora de su descanso.
“Debería ir a buscar algo para comer” —pensó Isabella, y se acarició el vientre de forma cariñosa.
Preguntó a Oriana la ubicación del comedor, pero ella la miró con desgano y simplemente le señaló un mapa cercano, lo que le permitió ubicar mejor la cafetería de la empresa, para luego dirigirse tranquilamente al lugar.
Una vez llegó a la cafetería de la empresa, sintió las miradas de todos, al menos los que reconocía, que la habían visto subir con Ethan, muchos de ellos murmurando sobre lo sucedido el día anterior y hasta asegurando que ella era una especie de bicho raro por haber sido vista con el CEO. Isabella notó que parte de las miradas eran curiosas, pero algunos parecían más desagradables, como si sintieran algún tipo de envidia por ella.
Tomó su bandeja y se sirvió varias cosas del buffet antes de buscar una mesa, pero la mayoría seguían mirándola como un bicho raro, lo que la hizo sentirse bastante incómoda.
Estuvo a punto de salir de ese lugar, pero reconoció a tres chicos a lo lejos, lo que le permitió tener un poco más de confianza para acercarse a ellos.
—Hola, chicos —saludó ella a los chicos del grupo de nerds con los que había compartido ligeramente el día anterior.
El grupo se miró entre sí, incrédulos y notablemente nerviosos de que ella estuviera ahí. Isabella iba a dar media vuelta e irse al ver esa extraña actitud, pero fue detenida por uno de los chicos.
—H-hola, soy Amil —se presentó el joven de tez morena con voz temblorosa—. Y ellos son Oliver. —Señaló a uno alto y delgado que estaba con una capucha—. Y Vincent. —Apuntó su dedo hacia el más gordito del grupo— Discúlpanos por los comentarios de ayer, n-no somos así normalmente.
La verdad es que parecía que sí eran así normalmente, especialmente cuando los tres parecieron ponerse nerviosos y asentir solo por complacer a Amil.
—¿Puedo sentarme con ustedes? —cuestionó de forma serena la joven mujer.
—Cl-claro, a-adelante. —Vincent se levantó para acomodarle una silla.
—No es necesario que… —Fue interrumpida por Oliver, el cual le ofreció un cupcake.
—Puedes pedirnos lo que quieras —aseguró Vincent.
—E-eh… gracias.
Isabella los miró algo dudosa, ya que era notorio que ninguno de ellos tenía alguna pizca de afecto femenino. Pero al menos eran amables, y bastante serviciales. Eso la hizo pensar en que se podría llegar a sentir muy a gusto en ese lugar y aceptó compartir con sus “nuevos amigos”.
—Y bien… ¿a qué se dedican? O, mejor dicho, ¿cuál es el juego en el que trabajan? —preguntó con interés, mientras cortaba un trozo de carne y se lo llevaba a la boca con un poco de arroz.
Los tres chicos se emocionaron muchísimo al oír esas palabras y empezaron a contarle sobre su juego. Que parecía ser el clásico juego de cartas como Magic, pero en una versión online, que parecía tener bastantes seguidores y que ampliaban con nuevas expansiones y mapas de juego cada cierto tiempo.
Cuando terminó de comer, sonrió maravillada de que los muchachos le hubieran contado gran parte del lore del protagonista.
—…y así es como vences al último villano —concluyó Vincent, sonriéndole ampliamente y en ese momento Isabella tenía muchas nuevas ideas con lo emocionante que había sido la historia.
—Vaya, ¡eso es genial! Realmente son muy creativos muchachos —los halagó Isabella y los tres jóvenes la miraron fijamente, como si de repente hubieran visto un ángel—. Pero tengo que irme… debo seguir trabajando en mi guion —explicó al darse cuenta de la hora.
—¡Oh, no! ¡Nosotros también estamos atrasados, el jefe del área nos reclamará! —comentó asustado Amil—. Supongo que… eh… ¿n-nos veremos m-mañana? —quiso saber el joven.
—¡Por supuesto! —exclamó emocionada Isabella.
Realmente no había estado tan mal lo que iba de ese segundo día.
…
Isabella volvió a su hogar, casi llegando por la noche. Renato la dejó tranquila y le proporcionó algunas varillas aromáticas para que el dulce aroma la ayudara a relajarse y pudiera trabajar en su historia, aunque le recomendó no desvelarse demasiado por el bien del bebé.
Además, el hombre mayor le entregó algunas hierbas que el mismo hombre había comprobado que no tuvieran contraindicación en el embarazo y le informó que le servirían para los mareos, náuseas y vómitos.
“Sería excelente no despertar a vomitar la mayoría de las mañanas” —pensó asqueada, y casi sintiendo que vomitaría sólo por imaginarlo.
Poco después, escuchó un par de golpes en la puerta, sorprendiendo considerablemente a Isabella, que había estado en la cocina guardando las hierbas que Renato le había dejado.
No obstante, el que estaba del otro lado consiguió abrir y pasó hacia el lugar.
—¿Quién es? —preguntó Isabella, casi corriendo hacia la entrada asustada.
—Hijita, soy tu padre —informó Abraham, terminando de entrar en la cocina y haciendo que ella también saliera a su encuentro—. Vengo a verte, hija mía.
—Hola papa, ¿cómo estás? —lo saludó ya más tranquila, sorprendida de que él estuviera ahí, ya que había tardado mucho en visitarla nuevamente.
—No te quitaré el tiempo, hija mía, vine a darte el dinero que corresponde de la mensualidad que te dará el padre del mocoso —expresó tranquilamente, sacando un sobre de sus ropas—. Nos vemos otro día, Isabella —se despidió y se fue a paso apurado, sin dejarle tiempo a responderle.
Isabella vio el sobre en donde estaban contenidos los 400 dólares que mensualmente le darían durante el embarazo, comenzando a pensar en cómo haría para llegar a fin de mes con eso, dado que no tenía siquiera trabajo para compensar los gastos.
Definitivamente, estaba empezando a creer que había sido muy mala idea aceptar el trato de ese millonario tacaño.