Ethan estaba ensimismado jugando videojuegos junto a Demian, algo inquieto pues estaba esperando la llegada de los resultados de los primeros exámenes que se había realizado Isabella, mandados directamente por la doctora Harper, una muy buena amiga de la esposa de Renato.
Y sí, Ethan era una persona que, al pretender siempre tener todo bajo su control, prefería recomendaciones realizadas por sus personas de mayor confianza.
Dado su nerviosismo, el CEO comenzó a jugar mal. Y, por supuesto, su primo no tuvo ninguna compasión con él, masacrándolo en cada partida, hasta que finalmente el sonido de su celular le indicó que había recibido el tan anhelado correo electrónico de la doctora.
Ethan, sin poder contener su emoción, y casi como un niño con juguete nuevo, tiró el mando de la consola hacia el sofá, tomando el teléfono con rapidez.
—¿Qué te pasa Ethan? —Su primo parecía preocupado por esa repentina reacción por parte del rubio.
—Llegaron los informes de los exámenes de Isabela —contó Ethan con una enorme sonrisa en su rostro, que se mezclaba con su impaciencia por conocer los resultados.
—Oh, ¡genial! ¿Y qué tal? ¿Todo bien? —Demian también soltó el mando de la consola y se acercó para leer los resultados junto a él.
El rubio leyó en los informes los datos del embarazo, siendo uno de los más importantes el de “Embarazo de 4 semanas y 2 días por fecha de última menstruación”, que efectivamente coincidía con todo lo que ya le habían explicado. En cuanto a todas las informaciones, era bien descriptivo y explicaba que en el ultrasonido apenas se veía el saco gestacional, por lo que la indicación sería realizar otro ultrasonido para confirmar que todo estuviera en orden a las 7 semanas.
“Excelente, esto me tranquiliza bastante” —pensó Ethan con confianza. Especialmente porque podía tener certeza de que ese hijo era suyo.
Al revisar la información sobre el examen genital de Isabella, Ethan leyó: “Genitales externos de aspecto normal, himen conservado”, lo que lo hizo arquear la cabeza.
—Demian… ¿sabes qué significa esto de “himen conservado”? —preguntó Ethan con inocencia.
—¡Ja-ja, primito! Tienes una virgen sólo para ti —explicó Demian con una sonrisa pervertida.
—¿Es virgen? ¿Con 27 años?
—Sí, es bastante extraño, pero al menos sabes que no la ha tocado nadie y que efectivamente es la madre de tu bebé. —Demian palmeó la espalda de su primo emocionado—. Además, ¿con qué moral tú osas criticar que sea virgen a los 27? Si tú también lo eres y tienes 30.
—Eres un idiota.
—Pero así me quieres —se burló nuevamente el mayor y Ethan no pudo evitar rodar los ojos con una sonrisa divertida.
—Solo tengo ojos para mi Samus Aran, así que, mientras no exista una como ella en la vida real, mi virginidad no será tema de discusión —reclamó Ethan—. Así que sigue jugando y ya, porque te aniquilaré en nuestra próxima ronda.
Y así continuaron jugando, hasta que llegó la hora de que Demian empezara a alistarse para irse.
—¿Crees que necesites algo? —preguntó, mientras tomaba su saco y su corbata de la silla donde los había colocado al llegar.
Ethan negó con la cabeza, y tomó su celular para buscar entre los contactos, ya que necesitaba hablar con Renato.
—¿Qué harás ahora? —lo interrogó al verlo revisar su teléfono de ese modo.
—Esperaba a que me llegaran los exámenes de Isabella, para preguntarle a Renato si hubo alguna complicación en el proceso de adaptación de ella a sus nuevos guardaespaldas —explicó el menor, y pasó por los contactos desinteresadamente.
Demian se sorprendió un poco por las palabras de Ethan, a la par que puso una sonrisa cómplice y lo observó con una ceja levantada.
—No creí que te gustaría tan rápido la chica —bromeó divertido Demian, al ver que su primo ni siquiera se había dado cuenta de que él había levantado la ceja.
—Qué asco, ni que fuera una rubia alta y se llamara Samus —aseguró Ethan, sin darle importancia y todavía concentrado en el teléfono.
—Se supone que debes tener una relación antes de embarazar a la chica, primito. —Demian empezó a reír a carcajadas.
—Eres un pervertido —se quejó Ethan, sin mirarlo todavía, pero arrugando la ceja con molestia.
Demian se fue finalmente, dejando a un totalmente despreocupado Ethan realizando su llamada a Renato, para indagar con el hombre información importante sobre Isabella.
…
—Patroncito, ¿cómo está? ¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó Renato, al llegar a la casa de Ethan un poco más tarde, quien le ofreció de inmediato una taza de té, como bien acostumbraba a beber el hombre mayor.
—Necesitaba hacerte algunas preguntas respecto a Isabella —expresó con tranquilidad Ethan, también sirviéndose para sí mismo una taza de té—. En principio, ¿crees que el ambiente en donde ella vive es el adecuado?
El mayor sorbió su té, mientras miraba al que consideraba como su hijo con una sonrisa cariñosa.
—Creo que deberías dejar de preocuparte tanto —contestó Renato, con su tono de voz característico.
—Ya, pero, ahí donde vive, ¿crees que él bebé estará bien? No me refiero a cuando nazca, me refiero a este momento, este tiempo del embarazo, posibles riesgos relacionados con el lugar y que puedan generar problemas a mi hijo… no quisiera que naciera con alguna enfermedad relacionada con la contaminación o lo que sea.
El rubio mostró en ese momento una faceta un poco más preocupada y que demostraría a cualquiera que él no era la clase de insensible que muchos creían que era, más bien, su intranquilidad se reflejaba en unos movimientos de un lado a otro, con ligera desesperación. El mayor simplemente se acercó, comprensivo, y lo abrazó, dejándolo exteriorizar sus sentimientos de la manera en que Ethan sabía hacerlo.
—Joven Ethan, sé que está preocupado por donde crecerá su bebé, pero no puede sacar a Isabella de donde esta solo por eso, al menos no de momento. —Acarició el cabello del rubio conteniéndolo—. Ella también debe estar muy ansiosa por toda esta situación, no lo olvide. —En ese punto, Renato había logrado que Ethan se calmara.
—Ya, ¿pero en la zona que vive no se enfermará? Además, está llena de delincuencia. —El rubio seguía aferrado a esa idea.
—Patroncito, ella tiene un trabajo aquí al otro lado de la ciudad, tiene su casita humilde y está en su zona de confort, sabe lo ansioso que alguien puede estar al salir de su comodidad —explicó con ejemplos y de forma comprensiva el mayor—. ¿Acaso olvidó lo que le paso cuando salió de su zona de confort e intento tomar una malteada en un restaurante y termino empapado?
—Sí, ni lo menciones, esa mesera tonta, espero que su jefe la haya despido por eso —afirmó el rubio, al recordar su indignación con lo sucedido—. Algo se me ocurrirá para traer a Isabella más cerca —dijo con sus penetrantes ojos celestes mirando hacia la ventana, mientras Renato volvió a su asiento para continuar bebiendo su té.
…
La joven de cabello azabache se encontraba en ese momento haciendo malabares para balancear las dos bandejas llenas de platillos que sostenía en sus manos. Estaba cansada, muy cansada, y sabía que eso era en parte por sus síntomas de embarazo, por lo que no podía hacer demasiado.
Además, bien sabía ella que el turno nocturno podía ser agotador, pero era lo mejor que tenía, al menos de momento, claro hasta que fuera escritora profesional, ese sueño era de las pocas cosas que la hacían soportar los tratos despectivos de los clientes.
“Lo lograré, no puedo rendirme” —pensó con firmeza—. “Debo ser fuerte y seguir adelante hasta encontrarlo… hasta que alguien lea mis historias y decida que merezco la pena como escritora”.
Minutos antes de que el restaurante cerrara, una figura familiar entró por la puerta, era su padre, el cual venía con una sonrisa de oreja a oreja.
—Papá… ¿qué haces aquí? —Isabella miró preocupada a su padre.
—¿Qué ocurre? ¿No puedo venir a ver a mi hijita? —quiso saber Abraham con un tono triste, haciendo que Isabella sintiera lástima por él.
Isabella se sentó frente a él después de terminar de entregar algunos pedidos a sus clientes.
Suspiró levemente resignada, pero sabiendo que en cualquier momento debía volver al trabajo.
—Vengo a darte tu dinero, mi niña —indicó de forma amorosa su padre, mientras le daba un sobre repleto de billetes.
—Wow, ¿en serio es tanto? —La joven posó sus ojos de color avellana sobre el dinero frente a ella con asombro.
“Son como 400 dólares, esto alcanzará para la comida y las vitaminas del mes… podré comer mucho mejor” —pensó emocionada.
Definitivamente no estarían nada mal las cosas con ese embarazo.
Isabella acarició su vientre inconscientemente, al tiempo que guardaba el dinero en el bolsillo de su uniforme.
—Solo quería darte eso —dijo algo nervioso su padre.
Isabella observó confundida como su padre se retiraba.
Y, desde la ventana, pudo notar que el hombre miraba hacia todos lados, notablemente ansioso. Iba a seguirlo, pero la voz de su jefe la llamo detrás de ella, por lo que, resignada, se dio la vuelta dispuesta a terminar su turno.
Ya otro día hablaría con su padre para saber lo que le sucedía.