Capítulo 14: Mi incubadora cerca

1908 Words
Su día en la oficina había pasado relativamente normal, pudo mantener lejos a Oriana y había salido una remasterización de uno de sus juegos de la infancia, lo que lo tenía bastante emocionado y lo hacía sentir que el día estaba valiendo la pena. En ese momento, ya cerca de las cinco de la tarde, decidió leer la información de Isabella nuevamente, para repasar todos los datos de la historia médica, todo esto hasta que llegara la hora de reunirse con Renato, especialmente en ese momento tan crucial en el que Ethan quería encontrar un modo de vigilarla mejor. Pasó por la parte del examen físico y se quedó pensativo respecto a lo que había hablado con Demian previamente. “¿Quién diría que la hija de una escoria como Abraham Anderson sería tan recatada? Eso de ser virgen a los 27 años habla muy bien de ella, a pesar de todo” —pensó Ethan por un momento, pero luego sacudió la cabeza—. “No sé qué rayos me importa esto…” —Es una simple chica, después de todo —expresó en voz alta, mientras soltaba la tablet donde revisaba los exámenes. En ese momento, frente a él pudo notar la presencia de Oriana, que había entrado mientras él estaba concentrado y sí, una de las desventajas de ser autista era que muchas veces no estaba atento a la presencia de otras personas a su alrededor. —Señor Strauss… —saludó ella, con un tono coqueto que incomodó, como siempre, a Ethan. —¿Por qué entras a mi oficina sin anunciarte, Oriana? —preguntó a la pelirroja con notable disgusto, mientras masajeaba sus sienes— ¿Qué rayos quieres? —quiso saber, hablando con un tono de fastidio, dado lo agobiante de que su secretaria buscara tener cualquier excusa para sacarle conversación. —Lo siento, señor Strauss, pero el señor Da Silva está aquí —dijo, mientras le daba paso al corpulento hombre para que pudiera pasar. —Por favor, jovencita, dime Renato, no hacen falta tantas formalidades. —El mayor habló con voz serena. Oriana se retiró con una sonrisa, mientras el rubio observaba cómo Renato se acercaba hacia la silla frente a su escritorio. —¿Puedo sentarme? —preguntó amablemente. —Sabes perfectamente que sí, Renato —respondió con una sonrisa Ethan, sintiéndose cómodo frente a la presencia de su figura paterna. —¿Cuál es el fin de esta reunión tan repentina y formal? —Rio levemente su guardaespaldas, que en ese momento había pasado a ser el guardaespaldas de la mujer que llevaba a su hijo en el vientre. —¿Quieres algo de beber, Renato? —¿Tienes algún té de Jazmín o de Menta? —preguntó Renato y Ethan asintió, mientras se levantaba para ir hacia una esquina de la oficina, en donde tenía un minibar con un área barista, en donde preparaba diversas bebidas, todas de carácter no alcohólico, pues Ethan nunca se había sentido cómodo con el alcohol. Luego de que el CEO le hiciera una taza de té a su guardaespaldas, el mismo lo miró atentamente, mientras él se preparaba una malteada para iniciar la importante conversación que tenía pendiente con el hombre mayor. —Si me dices en qué piensas, quizás pueda ayudarte a resolverlo —inició Renato, con calma y sin rodeos. —Quiero a Isabella cerca para poder ver de mejor forma cómo va el embarazo y estar al tanto del crecimiento de mi hijo —confesó Ethan, terminando de batir su malteada con el aparato de última generación que utilizaba para ello—. Además, la verdad es que quisiera asegurarme de que Abraham no se acerque a Isabella. —Su voz sonó con un deje de molestia, mientras su cara reflejaba lo asqueado que se sentía al recordar a aquel hombre. Ethan se sentó en su escritorio, ya con su malteada en la mano. —La solución puede estar más cerca de lo que usted cree patroncito —afirmó el mayor, al tiempo que bebía un sorbo de té y señalaba algunos escritos de Isabella que yacían en el escritorio de Ethan—. Podría contratarla como escritora… Ethan lo pensó por un momento y continuó sorbiendo su malteada. En su mente, a pesar de esa cara tranquila que reflejaba mientras bebía, su cerebro estaba pensando en cómo hilar la idea que le había dado Renato con la situación que tenía, hasta que por fin dio con la solución. —Podría hacer un concurso para escritores, y arreglar las cosas para que ella sea la ganadora —comentó Ethan y se dirigió a su computadora, usando hábilmente los programas de edición para fabricar un volante rápidamente. Mientras él se ensimismó en su actividad, de reojo pudo notar cómo Renato lo observaba, al tiempo que terminaba su taza de té. —Es una idea muy interesante, lástima por los participantes que creerán que tienen oportunidad de ganar. —Renato habló nuevamente, en sus palabras había calidez, pero también un deje de reproche, porque notoriamente Ethan había optado por la vía fácil, al mismo tiempo que se trataba de algo un poco cruel para los otros que quisieran participar con la misma ilusión. A Ethan, la verdad, le importaba poco tener o no escritores nuevos en la empresa, pero, tratándose de Isabella, él realmente quería poder tenerla cerca para asegurarse de que el embarazo marchara bien… al menos dentro de lo posible. Terminó de preparar el volante y lo envió a su equipo de imprenta, dando la orden de que repartieran unas 200 copias en la ciudad y que publicaran por las r************* de la empresa. Era una decisión arbitraria, tomada sin consultarlo con su junta directiva, pero Ethan era el jefe y tampoco es que le importara demasiado lo que opinaran los otros de cómo administraba su dinero. Al final del correo electrónico que envió al equipo de imprenta, pidió que subieran a su oficina lo antes posible una de las impresiones y la dejaran con Oriana. —Dile a Oriana que te dé el volante del concurso cuando salgas, mis empleados son rápidos y deberían terminar de imprimirlo en menos de quince minutos, así que te da tiempo de terminar tu té —explicó Ethan—. Cuando lo tengas en tus manos, ¿podrías pasárselo por debajo de su puerta? —Ethan se sentía realmente orgulloso por su idea, ya que era un plan a prueba de tontos para tener a su hijo cerca. “Isabella no es más que una incubadora” —pensó el CEO—. “Lo importante es poder asegurarme de que nadie le haga daño a mi hijo… y si eso implica tener a Isabella cerca, pues así será”. Su hijo era su mayor prioridad en ese momento y a Ethan Strauss no le importaba mucho lo que tuviera que hacer para tener a su heredero… incluso sabiendo que todas sus acciones parecían ser crueles, pero sus limitaciones sociales le impedían también sentir remordimiento alguno, pese a entender que todo lo que hacía en ese momento era socialmente inaceptable. Renato se despidió después de terminar su té, y tras haberlo mirado fijamente con reproche por un momento, seguramente pensando que la idea que había tenido no era del todo correcta. Pero a Ethan no le importó demasiado, él se quedó sentado en su asiento, ordenando un poco su oficina antes de irse de nuevo a su casa, emocionado por las horas de juego que tendría por delante… Y emocionado por saber que nadie le haría daño a su bebé, mientras él pudiera asegurarse de su bienestar. … Isabella despertó como cualquier otro día, con los rayos del sol dándole de frente en la cara y anunciándole que ya era el momento de despertar, y olía… olía a un nuevo día… un olor que por alguna razón le pareció sorprendentemente nauseabundo y la hizo correr al baño a vomitar… vómitos que se repitieron al menos cinco veces antes de darse cuenta de que había dejado en el inodoro todo lo que había comido el día anterior y más. “Con que esto es estar embarazada, ¿no? Supongo que ya con esta cosa no querré estarlo por un buen tiempo… aunque ni pareja tengo” —pensó asqueada, mientras se acomodaba su oscura cabellera y salía finalmente del baño, con un muy mal humor. Decidió alistarse para ir a la universidad, de modo que así podría distraerse con otras cosas, cuando notó que había un papel debajo de la puerta. “Maldición, ¿una factura más?” —pensó horrorizada, y cansada de tener que gastar una y otra vez, su escaso dinero, que al final no le alcanzaba para nada, pero no tenía de otra porque seguía siendo una mantenida. Se acercó cuidosamente a recoger aquel papel, pero al girarlo pudo ver que no se trataba de eso. “Concurso de escritores de Fantasía Empresa GeekGames ¡Tú puedes ser el próximo guionista de nuestros videojuegos!” Se sentó para leer detenidamente, al parecer una empresa de videojuegos que había en la ciudad buscaba nuevos escritores con ideas frescas, el tiempo era reducido para la entrega, pero Isabella podría cumplirlo si faltaba a la universidad y al trabajo. “El concurso es dentro de 3 semanas” —pensó la de cabello azabache ya sentada en la mesa del comedor, con una manzana en la mano, lo único que su estómago parecía querer aceptar en ese momento—. “Nunca escribí una historia para un videojuego, pero no pierdo nada con intentarlo”. También notó que anunciarían el ganador en una convención de videojuegos de la ciudad, y se dio cuenta de que sería un poco incómodo tener que asistir ante tanta gente a ver si había o no ganado, pero también era una de sus mejores oportunidades, por lo que igualmente la aprovecharía. “No pierdo nada con intentarlo” —pensó mientras terminaba su manzana y tomaba otra rápidamente de la mesa, para continuar revisando todas las pautas del concurso, que la verdad no eran muchas, parecía ser bastante abierto a captar “mentes frescas”. Se dirigió a su cuarto, buscando su vieja Laptop, conectándola y sentándose a planificar la historia, mientras terminaba su manzana, al menos la idea de ser contratada como premio la entusiasmaba… podría vivir un poco mejor, en ese caso. Llamó a su jefe poco después, implorándole por dos semanas de descanso, y, a pesar de la actitud severa y desagradable que tenía aquel hombre, logró hacer que cediese, pero a cambio tendría que trabajar turnos dobles cuando volviera al restaurante. —Supongo que peor es nada. —La joven bufó con molestia, luego de colgar el teléfono. Se puso a escribir finalmente la historia en la que había pensado mientras le realizaban la inseminación, recordar eso le hizo sonrojarse de vergüenza, aunque su actitud se calmó al saber que, si ganaba, además se estaría riendo de aquel hombre que la había humillado. Una sonrisa se le cruzó de oreja a oreja mientras escribía, por esas dos semanas solo se dedicaría a eso, después de todo tenía el mejor promedio en su carrera, nada malo podía pasar, era como si el destino lo quisiera así. Estaba totalmente dispuesta a alcanzar sus metas como escritora… y una parte de ella sentía que esa oportunidad la llevaría a grandes cosas.
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