Capítulo 22: Darle su merecido

1486 Words
Ethan estaba jugando al videojuego de la princesa, en espera de poder sacar el final con la princesa de cabello oscuro, pero por más que intentaba e intentaba, no lograba sacarlo, volviendo al final de la princesa Samira. Las palabras de Renato se quedaron dando vueltas en su mente, pero luego las descartó, no quería tener que darle vueltas a algo tan insignificante, aunque se tratase de la mujer que llevaba a su hijo en el vientre. “Yo no hice nada malo” —pensó obstinado Ethan—. “Además, ella es una incubadora, no debería importarme si está bien o no, sólo debe importarme mi hijo” —Bufó molesto, mientras otra vez regresaba al final de Samira, sin importar cuantas partidas llevara. Ethan fue interrumpido por Demian, que llegó quitándose una bata de laboratorio completamente manchada de varios colores y dejándola en el respaldo mientras se sentaba junto a su primo. El joven CEO soltó el control de su consola y se recostó en el sofá para mirar mejor a Demian y hablar tranquilamente con él. —Hola, Demian, ¿qué haces aquí? —preguntó el rubio un poco interesado, pero a la vez sintiendo una ligera alegría de ver a su primo. —Es noche de juegos, primito, ¿acaso lo olvidaste? —respondió Demian, mirándolo con sorpresa. Ciertamente, lo había olvidado, lo cual no era muy común, ya que generalmente Ethan esperaba casi toda la semana por la noche de juegos con su primo. Para Ethan y Demian, la noche de juegos era el día en el que podían ser ellos mismos. Todos los lunes por la noche, el primer día de la semana, como un recordatorio de que el trabajo no debía consumirlos tanto como para olvidarse de compartir y de hacer lo que les gustaba. —Ah... sí —habló el más joven, al tiempo que volvía su vista a la pantalla y pensaba en si retomar el juego una última vez o empezar de una vez a jugar con su primo. —¿Qué te ocurre? —cuestionó el de cabello oscuro—. Estás más raro que de costumbre… y eso es decir mucho, porque tú eres verdaderamente raro —se carcajeó Demian, a quien le gustaba bromear con las excentricidades del rubio. —Estoy ocupado… —expresó Ethan enojado y sin poder entender la razón de que su primo dijera que estaba más raro, él estaba exactamente igual que siempre—. Pero, pensándolo bien, ¿me puedes hacer un favor? Ethan empezó a rascarse las manos desesperadamente y al final decidió buscar otro juego que pudiera jugar con su primo. Estaba verdaderamente cansado de jugar ese juego y, aunque una parte de él quería terminar la tarea asignada y eso le causaba desesperación, por otro lado, sentía que necesitaba aprovechar el tiempo con Demian. —Sí, solo dime —respondió el mayor, mientras lo miraba con atención. Demian parecía estar intentando entenderlo mejor y Ethan en realidad estaba bastante frustrado y no dejaba de rascarse las manos, aunque estuviera buscando otro juego para compartir con su primo. Una parte de él sentía como si su amor por Samus fuese tan sólido que lo hiciera incapaz de interesarse en alguien más y, en consecuencia, no dejaba de sacar a Samira… ¿sería ese el problema? Volteó a ver una de las estatuas que tenía de Samus en su sala de juegos, y la miró fijamente, antes de responderle finalmente a Demian: —¿Puedes ir el lunes a mirar cómo lleva Isabella el manuscrito? No creo que lo haya terminado, pero... Ethan dejó de hablar por un momento, para darle al botón de inicio al juego que había seleccionado, un juego deportivo de fútbol, todo esto sin siquiera mirar a su primo, pese a que le hablaba. —No tengo muchas ganas de hablar con esa exagerada —confesó Ethan finalmente. Demian lo observó unos momentos antes de responder. —Está bien, pero me debes una grande. —El mayor dijo de forma seria—. Estoy ocupado con un medicamento experimental en mi empresa, los inútiles de mi equipo casi explotan el laboratorio hoy —explicó, dando un suspiro de frustración—. ¿Y exagerada por qué? —Porque lo es, porque se enojó porque le dije que su manuscrito estaba mal —se quejó indignado Ethan y empezó a rascarse las manos con más desesperación, a lo que Demian extendió las manos hacia él y lo hizo tranquilizarse. —Tranquilo, amiguito, todo estará bien. Isabella seguramente no está molesta… tranquilo, ¿sí? —Ethan asintió, aun sin mirarlo. —¿Y tú? ¿Estás bien? ¿No te lastimaste en el laboratorio? —preguntó sin mucho interés el rubio, desviando su atención para no continuar con el tema de Isabella. —Sí, primito, sí lo estoy. —Demian dejó escapar un suspiro antes de seguir—. Sólo estoy un poco cansado y… también estoy harto de que mis padres estén insistiendo en casarme con una "chica de clase alta" —habló haciendo comillas al final. —¡Qué suerte que no tengo que ser tú! —expresó inconscientemente Ethan, pues realmente no quería tener que casarse nunca. Inició el videojuego y le pasó uno de los controles a Demian… esa noche lo haría picadillo. … La de cabello oscuro estaba siendo consolada por su amiga, Olivia, dado que Sophie no podría estar con ellas, pues se había ido a la granja de sus tíos, ya que tenía que preparar un informe para la universidad y “necesitaba de sus vacas”. El sábado anterior ni siquiera había podido verse con la pequeña Olivia y, de no haber sido por Masson, probablemente habría terminado llorando todo el fin de semana. Sin embargo, para ella era esencial contarle a alguien todo lo que sentía, porque, más allá de la charla que había tenido con Masson el sábado y de los intentos de Renato por mantenerla tranquila, se sentía fatal aún. Aunado a eso, esa misma mañana Ethan ni siquiera había ido a la empresa y ella sentía que era la culpable. —Cuéntalo todo y con lujo de detalles, ¿qué te hizo ese imbécil? —había preguntado Olivia directamente cuando la vio, al tiempo que salió a abrazar a Isabella. A pesar de lo tosca que podía ser, lo cierto era que su amiga era bastante buena brindando apoyo cuando lo necesitaba y… justamente en ese momento Isabella lo necesitaba. —Él… me gritó… —gimoteó con sinceridad Isabella, a pesar de que sentía que quizás estaba exagerando, pero suponía que eran las hormonas del embarazo—. También dijo que mi trabajo era horrible. —Dejó salir su llanto y miró a su amiga suplicante. Pero no pudo siquiera sostener la mirada, sino que Isabella se aferró a su amiga, manchando el hombro de ella con sus lágrimas, mientras sentía a Olivia muy tensa, respirando con molestia, como si buscara contenerse. —¡Tu jefe es un tarado! —se quejó la más baja—. ¡Lo voy a castrar a patadas cuando lo vea! —dijo con voz llena de ira. Y sí la creía capaz de hacerlo, porque la verdad era que Olivia podía tener muy mal carácter y ser bastante altanera cuando se lo proponía. —No, no, no es necesario que le hagas eso a Ethan. —Isabella habló nerviosa y con un deje de incomodidad. Ella seguía considerando que su jefe era un hombre bastante atractivo y se sentiría fatal si lo dañaban de ese modo, incluso aunque su amiga pudiera quizás estar bromeando… o exagerando, pero más valía prevenir. —Así que se llama Ethan… —mencionó Olivia con molestia, mientras apretaba el puño—. Se las verá conmigo, algo haré, le daré su merecido y no podrás detenerme… Isabella esperaba que solo hablara de esa forma porque estaba molesta con Ethan por lo que le había hecho, aunque sabía hasta qué extremos podía llegar Olivia cuando lastimaban a alguien a quien ella quisiera. No pudo evitar recordar todas las veces que ella las defendió a Sophie y a ella. —Olivia… —empezó a decir la de cabello oscuro, verdaderamente preocupada por lo que Olivia pudiera hacer y, por supuesto, por su salud mental. —¿Sí? —preguntó la de cabello castaño. —Solo olvídalo, vamos a tomar un helado, por favor —sugirió con voz tierna y sabiendo que su amiga podía ser bastante peleonera en algunas ocasiones. —Está bien. —La más baja suspiro, la miró con compresión—. Vamos, ¡pero que conste que lo quiero golpear aún! Isabella se secó las lágrimas y buscó un abanico y su cartera y arrastró a su amiga hacia una cafetería cercana… esperando que a esa pequeña criatura no se le ocurriera realmente agredir físicamente a su jefe.
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