17.

2190 Words
Pov. Ada Flores. Finalmente llego el tan anhelado y apreciado viernes, ultimo día de trabajo y necesitaba un respiro. Entre la escuela, sus actividades y cocinarles a los niños, estaba demasiadamente cansada. Los días estaban pasando demasiado rápido, se acercaba el Halloween y la verdad es que siempre fue de mis celebraciones favoritas por más que en mi país natal no se celebrara, me encantaba la época, las fechas, las películas, los disfraces y decoraciones, era como si mi niña interior fuese feliz. En este país, lo celebraban demasiado, ya se veían decoraciones por doquier, las tiendas decoradas y vendiendo todo tipo de disfraces y adornos. Me sentía dentro de una de esas tantas películas americanas que disfrutaba ver, mi vida se había tornado tan distinta, pero me encantaba el resultado de estos meses, extrañaba a mi madre y a mi hermana, claro, pero también me alegraba mi cambio, mi evolución, después de todo mi madre siempre quiso esto, que viviese mi vida a todo dar, hasta el limite. Siempre creía que la vida se trataría de cuidar de ella, de mi hermana, de trabajar mucho y vivir poco, de esperar con ansias la quincena y fin de mes, de ser la responsable siempre, quizá durante todo ese tiempo solo viví para servir, pero ahora solo servía para mí misma, no podría explicar cómo se sentía eso, vivir solo por y para mí. Sonaba tan egoísta según mi pensamiento, pero era lo correcto ¿no? Entonces como cada día, miraba al techo blanco de mi habitación y hablaba conmigo misma, justo como ahora, recordándome lo importante que es continuar, recordando las palabras de mi madre al fallecer, sus últimos deseos, recordando el avance desde que llegue hasta ahora, era otra persona, si, pero lo que realmente estaba carcomiendo mi cabeza era el hecho de que por mas que me esforzaba en lograr tener una vida, no sentía que fuese así, entre trabajar y estar en casa, solo sentía que vivía para eso, para pagar mis cuentas y sobrevivir, ¿Cuándo viviría realmente? ¿Acaso me estaba empezando a sentir sola? Probablemente estuviese sintiendo eso, viví siempre acompañada de mi familia, luego al mudarme aquí, con Sam. Y ahora finalmente estaba sola, nunca antes lo había estado. ¿Acaso eso estaba afectándome? Creía que sí, el llegar a casa y no tener a nadie esperándote, el no hablar con nadie que no fuese contigo misma, quizá eso estaba matándome, la soledad… ¿Era tranquilidad? Siempre creí eso, que el estar sola me haría sentir tranquila y segura, pero ahora sentía esa necesidad de tener a quien cuidar, porque siempre fue así. No quería a alguien que cuidase de mí, sino al revés. Por eso me gustaba mi trabajo, cuidar a esos niños, me hacía sentir bien y útil, pero al llegar a casa y sentir el frio de la soledad, me asustaba. ¿Qué estaba ocurriendo conmigo? Siempre he sido fuerte y determinante, no entendía porque ahora parecía que me estaba ganando este sentimiento tan extraño, se estaba apoderando de mis pensamientos, no podía seguir así. Mi mente estaba divagando lo sabía, me levante y tome una ducha con agua extremadamente fría, necesitaba reponerme, no podía seguir creyendo todo lo que mi mente maquinaba o acabaría loca y desolada. Me prepare un desayuno bien elaborado, con huevos revueltos, queso, jamón y tocino, arepas y mucho café. Me repongo de inmediato y alejo de mi cabeza esos pensamientos deprimentes, admiro el sol como se posó en lo mas alto de la costa, el día estaría caluroso al parecer, esos pronósticos del clima se habían equivocado y por ende la psíquica, no habría ningún torbellino… sonreí, después de todo, eso de las almas gemelas y amor verdadero sonaba una locura. Termine vistiéndome con un lindo vestido que me obsequio mi madre hace algunas navidades, era ajustado hasta la cintura y luego caía en corte A, azul marino, uno de mis colores favoritos. Me coloque unas sandalias cómodas y tome mis pertenencias para irme por los niños. Conduje con sumo cuidado por las calles, mientras vino a mi mente el chico que salvé el otro día, gracias a una enorme valla publicitaria que mencionaba su apellido “Harrington” en grande. Guau, el doctor tenia razón, era muy conocido en la ciudad. ¿Qué habría sucedido con él? ¿Se encontraría bien? ¿Acaso era buena idea visitarlo? Sacudí mi cabeza y frené de golpe al escuchar un claxon, casi me había saltado un alto. Respire con profundidad. Estaba un poco desequilibrada, por alguna razón algo estaba afectándome, me sumía en mis pensamientos olvidándome por completo de la realidad. Siempre he sido muy distraída, pero ahora me estaba afectado mucho más. Al llegar a la casa Bonnet, los niños aun no estaban listos, los espere con paciencia, cuando entonces apareció. —Que hermosa estas hoy, Ada. —halaga mi jefe, ruedo mis ojos con asco. ¿Por qué hace ese tipo de comentarios? ¿Dónde esta Regina? Suspiro con fastidio. —Buenos días, señor Bonnet. —respondo seca, él hace un gesto de disgusto. Los niños aparecen y me saludan con un abrazo, suben al auto y salgo con toda la rapidez posible del jardín. Evitando por supuesto a Giordano. Salgo del colegio de los niños luego de asegurarme que entraron a la institución, conduzco por la ciudad hasta llegar a una parte de la ciudad que me gusta, es un antiguo faro (torre de concreto construida en la orilla del mar) me gusta subir a pesar que son muchos escalones, pero la vista lo vale. Se puede observar gran parte de la ciudad y del mar, aquí vengo cuando necesito pensar y sobre todo liberar mi mente. El aire sopla con tal fuerza, que es muy común avistar aves, barcos, yates y botes, el olor es fuerte y me gusta porque el sol rompe en su máximo esplendor. Respiro profundo, me concentro en todo lo bueno que me ha pasado, pienso que la vida es buena y que tengo nuevas oportunidades todos los días. Paso la mayoría de la mañana en el faro, hasta que se hace la hora de ir por los niños a la escuela, los retiro y llevo a casa. Al llegar sorprendentemente se encuentra Giordano, ruedo mis ojos con fastidio, espero que no me haga sus típicos comentarios. Lo saludo con educación, los niños suben al otro piso a dejar sus cosas en sus habitaciones. Me dispongo a preparar el almuerzo. —¿Qué tal se portan mis hijos, Ada? —inquiere y siento alivio al ver que se refiere a mi con respeto. —Muy bien, son magníficos. — respondo con cordialidad, mientras rebusco en el refrigerador ingredientes para cocinar. —Te ves muy bien cocinando…—alarga y decido no responderle, entonces se posiciona detrás de mí, me respira en la nuca causándome escalofrió. —, Definitivamente debiste ser tu la madre de mis hijos y no esa…—intento decir, pero lo aparte bruscamente de mí interrumpiéndolo. —No se que tenga en su cabeza, pero está loco. —respondo empujándolo para apartarlo, para mi suerte los niños bajan contentos a mostrarle a su padre lo que han hecho en la escuela. Sus calificaciones, respiro con tranquilidad, haría lo que fuese para que ellos permanecieran cerca y de esa forma alejar a Giordano. Terminó de preparar el almuerzo y lo sirvo para todos en la gran mesa, como era de costumbre siempre solíamos comer los tres y ahora seria incomodo porque estaría él. Ignorando ese gran inconveniente, fingí estar tranquila y me senté junto a Fabian. Comíamos en silencio, lo cual se me hacia raro porque los pequeños siempre estaban parlanchines contándome de sus amigos y profesores. Hasta que el padre quiso hablar. —Su madre… tuvo que salir de viaje urgentemente. —avisa y siento que algo esta mal. Mi intuición rara vez se equivoca y siento que esta mintiendo. ¿Por qué lo haría? ¿Con que fin? —, Quería…queríamos, quise decir, Regina y yo pedirte que por favor te quedes en casa los días que estará ausente, Ada. —pide, dejo caer el cubierto de golpe chocando con el plato. De ninguna manera lo haría, él me acosaba mucho y dormir bajo el mismo techo seria imposible. Los niños asienten muchas veces con pucheros intentando convencerme, entonces comprendo por la sonrisa satisfactoria que tiene que lo hizo a propósito, usando a sus hijos como chantaje hacia mí. —Lamento mucho tener que negarme, pero me es imposible. —respondo mintiendo, claro que podría hacerlo, pero conocía a los hombres como Giordano, era una excusa para intentar algo conmigo y no lo permitiría de ninguna manera. —, Pero en las noches cuido a una anciana, entenderán que no puedo abandonarla…—vuelvo a mentir, entonces los niños asienten comprendiendo, pero él aprieta sus puños sobre la mesa y finge una sonrisa comprensiva. —Claro que comprendemos, Ada. —responde fingiendo, puedo sentir la pesadez de su aura, es un ser lleno de maldad y ahora lo puedo ver. —, Estaremos bien, no te preocupes. —indica, pero siento algo raro en esa frase. Ignoro por completo lo que siento y me dispongo a terminar de comer. Se hace la hora de irnos nuevamente y agradezco al cielo, la tensión era tan obvia que fácilmente se podría cortar con un cuchillo. Los niños suben nuevamente a sus habitaciones a cambiarse de ropa y buscar sus bolsos, cuando Giordano se me acerca. —Sé que mentiste, conozco todo sobre ti. —dice y siento como si un escalofrió nuevamente subiera por mi espalda. —, No cuidas a nadie de noche, no entiendo porque no quieres venir a dormir unos días aquí, junto a mis hijos. —Porque se que no quiere que venga por sus hijos, sino por usted. —respondo firme, evitando que note que mis piernas tiemblan de su sola presencia. —, Y no se que idea equivocada a creado en su cabeza, pero yo no tengo el más mínimo interés en su persona. —refuto con desprecio, puedo ver como sus ojos se achican y su semblante se endurece. —Pero que perceptiva resultaste ser querida, Ada. —responde con una sonrisa maquiavélica. —, Hagas lo que hagas terminaras siendo mía, tenlo por seguro, nunca fallo. —advierte y lo siento como una amenaza muy capaz de suceder. Trago saliva y finjo tener el valor suficiente para no dejarle que me intimide. —Eso esta por verse, no pienso seguirle el juego en esto que intenta. —respondo firme—, Si sigue insistiéndome me tomare la molestia de ponerle una denuncia. —amenazo también y su sonrisa divertida me pone los vellos de punta. —¿Una denuncia? ¿Tu? Una ilegal más de este país…—alarga con sorna, se está burlando de mí. —, Querida, en el momento que lo hagas, estarás firmando tu deportación definitiva. ¿Acaso eso quieres? ¿Volver a tu preciado país? —inquiere con burla y falsa preocupación, lo miro sorprendida y con los ojos muy abiertos. ¿Seria capaz de hacerme eso solo por no querer ser su amante? Estaba por responderle cuando sus hijos bajaron y vinieron a nuestro encuentro. —Adiós papá, nos vemos luego. —se despidieron ambos. —Los veo mas tarde, pequeños. —le respondió, me dio una sonrisa falsa y susurro en mi oído. —, A ti también espero verte hoy aquí…—alargo y sentí nuevamente ese escalofrío subir por mi columna. Subo al auto seguida de los niños, conduzco en silencio, hasta dejar primero a Fabian en sus entrenamientos de futbol, luego cuando estoy por dejar a Fabiana, antes de bajarse me dice algo que me deja por completo confundida. —¿Lo esta haciendo contigo también? ¿verdad? —inquiere con suavidad y la miro confundida. Sin entender a que podría referirse. —, Mi papá le hizo lo mismo a Emma, por eso nunca más volvió a casa…—alarga triste y entonces muchas preguntas vienen a mi cabeza, Fabiana era una niña más grande, podría entender algunas cosas… ¿Acaso su padre acosaba a todas sus niñeras? —Si sabes algo, debes decírmelo, Fabi. —le pido y ella lo piensa un poco, pero niega con su cabeza. —, Por favor, te lo ruego. ¿Qué es lo que crees que me esta haciendo tu padre? —voy al grano y veo como sus ojos se cristalizan. —Él… siempre hace lo mismo, molesta a las niñeras y por eso no quieren volver con nosotros… no todas han sido malas, Ada. Algunas solo querían huir de él. —responde con su voz quebrada, la miro sorprendida que sepa tanto. Me parte el corazón pensar que él haya sido capaz de hacerle algo a ella. —, No te dejara jamás en paz, Ada. No hasta que consiga de ti lo que siempre ha querido…—alarga y sale como alma que lleva el diablo del auto, dejándome todavía mas confundida y asustada que antes.
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