Pov. Ada Flores.
Al siguiente día desperté muy temprano, más de lo usual, no quería encontrarme con Samantha. Después de anoche, la desconocía por completo. Evitarla era lo más sabio, recogí mis pocas cosas y pedí un transporte, solo había comprado una cama y unos cajones, por el poco tiempo que llevaba aquí, además, era lo único que necesité, pues ella tenia su departamento perfectamente amoblado. Ahora me tocaría comprarlo todo, pero de eso se trataban los nuevos comienzos después de todo. El transporte llegó y unos chicos ayudaron a bajar mis cosas, pensé en despedirme de Sam, pero sabía que acabaría en una pelea o probablemente intentara manipularme. Le deje una carta en la isla de la cocina, junto a la copia de la llave que me dio cuando llegue. Bajaba en el ascensor, cuando algunas lagrimas bajaban por mi mejilla. Era increíble que las cosas hayan terminado de esta manera entre ambas, pero ella nunca fue honesta conmigo, le agradecía por su ayuda, pero no se puede vivir esclavo de un agradecimiento. Llame al dueño del departamento, teníamos que firmar el contrato y además le pagaría unos meses por adelantado. Al hacerlo me entrego las llaves, respiré profundo, fui al lugar y, a decir verdad, era muy bonito. Los chicos del transporte me ayudaron a bajar la mudanza y subirla al segundo piso, les pague lo pedido y me dispuse a poner todo en orden, debía comprar algunas cosas y eso solo significaría gasto. Tendría que usar mis ahorros de toda la vida, pero al menos seguiría teniendo mi liquidación que hasta ahora no había utilizado, seria el dinero de emergencias que me quedaría. Suspirando, observé que tenía un bonito balcón en la parte de la habitación, sonreí con tristeza al recordar que eso era lo que mas me gustaba del departamento de samantha. Hice una lista de las cosas que necesitaría, priorizando algunas, para evitar gastos hormiga. Tome un taxi y me dirigí a un centro comercial cercano, entre a una tienda de electrodomésticos, busque un carrito y empecé eligiendo una cocina con horno, un refri, licuadora, microondas, ollas, platos, cubiertos, vasos y copas, para mi infaltable vino. Después de eso hice compras y volví a casa, coloque todo en orden y me gusto el resultado, también había comprado una pequeña mesa que se ajusto a la perfección al diminuto espacio. Tome una ducha y finalmente, empezaría en mi nuevo trabajo, como niñera. Al estar lista pedí nuevamente un taxi y le di la dirección, cuando el auto se detuvo frente a una enorme casa, mi boca no evito abrirse. Ese hombre era adinerado, vivía en una de las mejores zonas urbanas de la ciudad, según me había contado Sam. Le pague al taxista y subí los pequeños peldaños hasta la entrada, toque la puerta y respire profundo, estaba nerviosa, no había lidiado con niños que no fueran mi sobrina y hermana que actuaba como tal. Una mujer alta y rubia me abrió la puerta con una enorme sonrisa.
―Buenos días, soy Ada. ―saludo, ella asiente y me invita a pasar.
―Mucho gusto, soy Regina Bonnet, esposa de Giordano―responde y la miro sorprendida, si supiera que su esposo quiso coquetearme… ¿Acaso todos los hombres eran así de deshonestos? ―¸ Ellos son mis hijos, Fabian y Fabiana. ―presenta cuando aparecen en el salón, un niño rubio igual a su madre y una chica adolescente de cabello oscuro.
―Mucho gusto chicos, soy Ada. ―me presento, ellos asienten y me dan una sonrisa. Luego aparece Giordano, quien me mira un poco inquieto.
―Hola, Ada. Pensé que vendrías mas tarde. ―saluda confuso, observo en mi reloj la hora y son las 10, justo a la hora que me pidió que viniese. ¿Acaso lo olvido?
―Oh, pensé que me dijo que viniese a las diez. ―repongo arrugando mi ceño.
―No, no, si esta bien. ―responde nervioso. ―, ¿Ya conociste a mi esposa e hijos? ―inquiere como si no fuese obvio, su esposa lo mira confundida y asiente.
―Por supuesto que sí, cariño. ―dice fuerte y claro. ―, Me decías, Ada… ¿Trabajas para alguna agencia de niñeras? ¿O cómo te consiguió mi esposo? ―inquiere intrigada, lo pienso bien, pues no me gustaría meter la pata y perder mi primer empleo, mas ahora que lo necesito con urgencia.
―Yo…―intente musitar, pero él me interrumpió.
―Ella era la niñera de los Miller, cariño. Solo que como ya sabes se fueron de la ciudad, entonces quedo desempleada. ―miente y por mucho que odie seguirle su mentira, asiento.
―Oh, genial. Solo ya sabes… como madre, no puedo confiarle a mis hijos a cualquiera…―alarga y asiento dándole la razón, después de todo, hacia bien en desconfiar y cuidar de la integridad de sus hijos.
―La entiendo perfectamente, señora Bonnet, no tiene de que preocuparse cuidare de sus hijos con mi vida. ―reparo y ella asiente complacida.
―Bienvenida a la familia Bonnet. ―responde con tranquilidad, le sonrío, ella toma unas hojas de la isla de la cocina y me las entrega. ―, Estos son los horarios de las actividades que realizan mis hijos, tendrás que encargarte de que almuercen y traerlos a la casa por la tarde. ¿Sabes conducir? ¿Tienes un auto?
―Entendido. ―digo aceptando las hojas y revisándolas, son sus horarios de clases, entrenamientos y actividades extras. ―, No tengo auto, pero si se conducir. ―respondo.
―No hay problema, te dejaremos uno de los autos. Por las mañanas, solo tendrías que recogerlos y llevarlos a sus clases, luego traerlos a casa, darles de comer y llevarlos a sus otras actividades, finalmente los traes a la cena y ya estarías libre. ―reafirma sus órdenes, asiento entendiéndolas. No es un trabajo pesado y me ofrecieron un buen sueldo, claro que lo haría.
―Tengo todo claro, señora Bonnet. ―respondo con confianza.
―Perfecto, debo irme a la oficina, hoy no tienen clases por el día de la bandera. Se quedarán en casa hasta la noche. ―indica y asiento siguiendo sus instrucciones. ―, Vamos cariño, se hace tarde. ―le indica a su esposo, ambos salen dejándome a solas con los niños, respiro profundo.
―¿Y bien? ¿Qué les gustaría hacer hoy? ―inquiero con suavidad, no se que tan bien portados sean o que tan traviesos, ambos se miran entre ellos y se encogen de hombros.
―¿Serás como Lucy? ―inquiere el niño, Fabian. Lo miro confundida, ¿a qué se refería? ¿Quién era Lucy? Su hermana lo abraza y me mira con sus ojos entrecerrados.
―Lucy era la anterior niñera, fingía ante mis padres ser amable y genial, pero cuando ellos no estaban la historia era otra…―alarga con tristeza, Fabiana, me gusta que sus nombres son iguales. Los miro con tristeza también, ¿Cómo alguien podía tratar mal a unos niños? ―, Mis padres nunca nos creyeron, ella actuaba muy bien, nos hacia cosas horribles, castigos y nos obligaba a limpiar. Solo la descubrieron cuando pusieron esas cámaras. ―indica con su mano y veo que toda la casa tiene cámaras de seguridad, genial…
―Oh, niños… lo lamento tanto que hayan pasado por eso, pero no soy Lucy, soy Ada. ―respondo con suavidad. ―, No finjo ser buena, lo soy. Intentare que sus días sean divertidos y bonitos, se los aseguro. ―hable con tranquilidad, quería transmitirles esa energía. Ellos se miraron entre ambos y asintieron.
―Me das buena espina, solo no lo arruines…hemos pasado por mucho. ―defiende Fabiana, asiento entendiendo.
―¿Qué les parece si hacemos día de películas? También les puedo enseñar a hacer galletas o pastelitos. ―inquiero con alegría, ambos se miran y asienten con alegría.
―¡Si! ―dijeron al unísono alargando la i.
Me encargue de acomodar el salón, trayendo las mantas, cojines y almohadas de sus habitaciones, tenían un gran televisor, por lo que sería fácil pasar el rato. Estaban muy emocionados y se veían felices, no podía creer lo que me contaron sobre su anterior niñera. Prepare las palomitas y les dije que haríamos galletas de avena, por lo que, al sacar todos los ingredientes, los enseñe como hacer, uno preparaba la mezcla, mientras el otro amasaba la harina. Al final la extendimos sobre la isla y con ayuda de corta galletas en forma de estrella, hicimos varias. Las metí al horno y a los minutos estuvieron listas. Las dejamos enfriar, las serví en una pequeña mesa, junto a las palomitas, jugo y leche. Los niños eligieron la película de Cruella y así pasamos el resto de la mañana y tarde, hablamos de la película y me contaron de ellos, los conocí mas a fondo, eran increíbles.
―Tenias razón, no eres como ella. ¡Eres genial! ―alabo la niña abrazándome con fuerza.
―¡Si! ¡Eres maravillosa, Ada! Además, tu nombre es como si fueras un hada mágica. ―divierte el niño, le sonrío y froto su cabello.
Después de todo, este trabajo parecía ser maravilloso…