7.

2185 Words
Pov. Ada Flores. Regrese a casa sola, pues mi dulce y simpática amiga se había ido a una especie de cita con ese chico llamado Antonie que conocimos en la playa. Quizá era lo que ella necesitaba, divertirse y ver que tenia mas opciones, que no ser correspondida por su jefe, no era el fin de su mundo. Ella había esperado mucho tiempo para conocer a alguien que llenará sus expectativas, pensó que su jefe lo era, hasta que claramente entendió que él no lo consideraba. Cada vez que conversábamos por videollamada, me contaba que tenia citas, pero nadie lograba captar su atención, que eran simple y básicos. Como solía catalogar a cada uno, ella esperaba un príncipe azul, como si viviese sumergida en un cuento de hadas. Al llegar aproveche el tiempo para poner todo en orden y limpiar, escuchaba música, hasta que la canción se detuvo y logre escuchar el timbre. ¿Quién era? ¿Cuánto tiempo llevaría timbrando? Puesto que por la música tan alta seguramente no había escuchado, abrí la puerta y lo vi, era el jefe de Sam. ¿Qué hacia él aquí? ¿Acaso se había arrepentido? ―¿Ada? ¿verdad? ―inquiere en saludo, asiento lentamente, quitándome un audífono para poder escucharlo mejor. Sonríe ampliamente. ―, ¿Se encuentra Samantha? ―inquiere nuevamente, niego esta vez. ―¿Para que la necesita? ―inquiero en respuesta, mirándolo con desdén. No podía olvidar como encontré a Sam la noche anterior llorando por su culpa o bueno no era su culpa del todo. ―, Ella esta en una cita…―alargo para capturar su reacción, sonríe de lado y muestra sorpresa. ―, ¿Qué le ocurre? ¿Creyó que por estar enamorada de usted no saldría en una cita con alguien que si la valore? ―Ella no te lo dijo…―alarga afirmándolo mas para si mismo que para mí, lo miro confundida. ―¿De que habla? ―inquiero cruzándome de brazos, niega con su cabeza y me mira fijamente. ―¿Qué te ha dicho exactamente? ―inquiere esta vez aludido, suspiro con fastidio y le digo lo que Samantha me había contado, además de reclamarle que haya mezclado lo profesional con lo personal. Su rostro se sorprende y se ríe con cinismo. ―¸ Increíble… ella te mintió. No la despedí por lo que te ha dicho, es sorprendente su capacidad de decir mentiras…―alarga sin poder contenerse, se ríe con tal cinismo que me hace querer golpearlo. ―¸ Ada, soy casado, tengo tres hijos, Sam y yo… éramos amantes. ―cuenta y lo miro perpleja. ―, La despedí por el bien de los dos, mi esposa lo descubrió todo por una llamada de Sam de esa noche que te conocí. Me perdonó como siempre, pero debía despedirla y alejarme de ella…―alarga nuevamente y me siento estúpida. ¿Por qué ella me mintió? ¿Cómo pudo mirarme a los ojos y decir tanta mentira junta? En todos los años que hemos sido amigas, ella jamás lo hizo, ni yo, se suponía que nuestra amistad era transparente como el agua… ahora veía que solo de mi parte. ¿Con que mas pudo haberme mentido antes? No lo sabría nunca. ―Yo… olvídelo. ―digo recuperando mi postura. ―, ¿Y que hace aquí? ¿Para que quiera verla? ¿Para pedirle que se sigan viendo a escondidas? ―inquiero neutral, a pesar de sus mentiras, es mi amiga y siempre querré lo mejor para ella, la defendería siempre, aunque me sintiese traicionada, ella sabía cuánto detestaba las mentiras y engaños, la confianza que tenia en ella, se había esfumado. ―Quería entregarle su cheque de liquidación personalmente, puesto que en la oficina le tendría que dar el oficial, pero se merece mucho mas por todo lo que soportó… tampoco soy un monstruo sin sentimientos, llegue a querer mucho a tu amiga. ― dice con pena, lo miro fría, sin ninguna consideración. Me extiende el sobre. ―, Entrégaselo, por favor. Dile que no vuelva a buscarme, que todo termino… ―Para ti es tan fácil ¿no? Un simple cheque y ya está, como si ese dinero pudiera darle lo que le daba su trabajo estable. ―defiendo. ―, La cosa es así, si usted no le consigue un mejor empleo a Sam, del que perdió en su oficina, le diré a su esposa que sigue viniendo a buscar a Sam…―amenazo y el abre mucho sus ojos. ―No eres tan dulce como pareces, eh…―murmura y luego sonríe de lado. ―, No tienes pruebas, ¿crees que ella te creería sin pruebas? ― Sonríe idiota, estas siendo grabado, tal como cada vez que venias a ver a Sam. ―le digo señalando la cámara de seguridad del pasillo, la que da justo a nuestra puerta. Se gira y maldice en voz baja. ―¸ ¿Sabes que soy aparte de administradora de empresas? Una experta en informática, puedo tomar las grabaciones antiguas de la cámara de seguridad y ponerle fechas actuales. ¿Quieres correr el riesgo? ―inquiero con autoridad, él me mira asustado. ―Bonita, inteligente, audaz y muy segura. ¿Alguna otra cosa? ―inquiere en respuesta. ―, ¿Me extorsionaras con algo más? ― No, solo quiero que Sam tenga un mejor empleo y claro que se lo conseguirás. Ella estudio mucho y lo necesita. ―respondo, él asiente dándose por vencido. ―, Ah y una cosa más, algún día tu esposa abrirá los ojos y te dejará, puede conseguirse a alguien mucho mejor que tú, pues dudo que seas digno de merecer a alguien como ellas…―digo refiriéndome a su esposa y a Sam. Lo dejo perplejo y le cierro la puerta en sus narices, pongo el sobre en la isla de la cocina y sigo haciendo mis quehaceres. El resto de la tarde la paso entre libros, películas y revisando mi correo, mi estomago ruge y me preparo algo de comer, estaba haciéndome un plato natal de mi ciudad, cuando la puerta se abre y entra Sam con una sonrisa de oreja a oreja. Se acerca y me saluda, le sonrío y doy un asentimiento, el que la haya defendido no anula el hecho de que me mintió. ―¿Qué te ocurre? Te conozco y sé que algo te molesta… ¿Es por haberme ido con ese chico? ―inquiere confundida, rebusca en el refri y saca una cerveza. Niego con mi cabeza, mientras sigo picando tomate. ―, ¿Entonces? ¿Qué ocurre? ―Sam, en estos veintitantos años que llevamos siendo amigas. ¿Alguna vez me has mentido? ―inquiero mirándola fijamente. Ella traga saliva y niega repetidas veces, auch, mi corazón… ― Sabes que nunca lo haría. ¿Por qué lo preguntas? ―inquiere nuevamente, la miro asintiendo, es increíble, hubiese sentido respeto por ella si tan siquiera lo hubiese reconocido y aceptado, lo hubiese pasado por alto, porque entiendo que es un acto vergonzoso quizá para ella. Pero, ¿Negarlo? ¿Y en mi cara? Quizá solo quizá es algo demasiado tonto, pero para mi no, las mentiras son eso, mentiras y dañan y envenenan, no se pueden pasar por alto jamás. ―No puedo creerlo, después de tantos años de amistad, nunca imagine que pasaría algo así…―respondo triste, mi voz se quiebra un poco, pero la repongo. ―¸ ¿Sabes? siempre creí que, de todas las personas de mi alrededor, la que nunca me mentiría o traicionaría serias tu. Extrañamente ahora me doy cuenta, que solo yo te consideraba así. ―¿De que hablas? Ada, no se que ocurre, estas siendo dramática…―alarga y me siento ofendida. ¿Dramática? Las mentiras destruyeron mi niñez, destruyeron a mi hermana, ella lo sabe mejor que nadie. ¿Y me llama dramática? Sonreí triste. Lave mis manos y al secarlas le entregue el sobre. ―Vino tu jefe, él quería entregarte tu liquidación, al no encontrarte, me pidió que yo lo hiciera…―alargo y ella abre mucho sus ojos, traga saliva y esta por hablar, pero la interrumpo. ―, No soy una santa, también he hecho cosas malas, supongo. Pero, ¿Dónde quedo tu lealtad hacia tu madre? ¿Recuerdas todo lo que ella lloro y sufrió cuando se enteró que tu padre tenía una amante? ¿Acaso olvidaste cuando intentó suicidarse porque para ella nada tenía sentido? ¿De pronto olvidaste cuando prometimos bajo tu cama donde nos refugiábamos del “mundo cruel” que jamás seriamos ese tipo de mujer? ¿Tienes idea de lo que debe sentir esa mujer cada vez que su marido la traiciona? ¿O tan siquiera sus hijos al enterarse? Ellos pueden ser tú, intentando consolar a una madre dolida y traicionada… no me duele tanto el que hayas roto esa promesa, pero me esta matando que me hayas mentido diciendo que él “no sentía lo mismo por ti”. ―desde que empecé a hablarle su rostro se lleno de tanta lagrima como le fue posible, pero conocía ese llanto, la culpa la estaba matando, ella sabia que tenia razón. Entendí que me mintió doblemente, primero por no querer admitir que rompió su promesa, segundo por la vergüenza que la consumía. ―Ada, yo… te juro que no quise, lo evité a toda costa, pero él… él me insistía, me llenaba de regalos y atenciones, yo… me sentía tan sola, que su interés en mí, me hizo perder la cordura. ―justifica, pero niego con mi cabeza. ―Esta bien si quieres seguir mintiéndome, pero no te mientas a ti misma. ―respondo―¸ Sabias bien lo que hacías, si tan sola te sentiste, pudiste haber tenido citas, sexo casual, lo que sea. Pero que intentes justificar tu traición hacia ti misma, no tiene mayor justificación. El amor verdadero, jamás lastimaría a un tercero. Y tu lo sabias, sabias que él era casado, que tenia un hogar, una familia, no te importó entrometerte ahí, obviamente él también tiene toda la culpa, pero pudiste evitarle un sufrimiento a esa mujer. ―¿Y que mas da? ¿Por qué debería importarme una mujer que no conozco? ¡Ella no era mi amiga o conocida siquiera! ―exclama limpiándose el rostro con sus ojos rojos, la miro sin poder creer lo que escuche, ¿Dónde había quedado esa empatía que tanto tenía? ―Te desconozco, Sam. Tú no eres así, prefiero quedarme con mi amiga, la de Venezuela. No con esta. ―respondo ignorándola, pongo la comida en un plato e intento irme de la cocina, evitándola, pero me toma del brazo. ―Que no se te olvide que, por mí, estas aquí. ―responde entre dientes, dejándome perpleja. La desconocía por completo, esta no era ella. ―, Deberías estar agradecida conmigo, no en mi contra, pero claro, siempre has sido la perfecta Ada, la que no rompe ni un plato. ¿Crees que engañas a alguien con esa falsa bondad tuya? ―Te equivocas, estoy aquí por merito propio. Te agradezco el que me hayas recibido, pero también te he ayudado con los gastos, no he sido mantenida por ti, no te equivoques. ―respondo firme, sintiendo como una lagrima baja por mi mejilla. ―, Somos muy diferentes, yo no tengo porque fingir ser alguien que no soy, siempre actuó pensando en las consecuencias de mis actos, a diferencia de ti, nunca he lastimado a nadie con mi egoísmo, tampoco he roto hogares ni familias… pero claro, esa soy yo, tu eres otra cosa…―respondo zafándome de su agarre, sus ojos se llenan nuevamente de lágrimas, entonces entiendo que seria imposible seguir viviendo así. ―, No te preocupes por mí, a primera hora desocupo tu departamento. ―dictamino. ―¿Qué? No…Ada, no tienes que irte. Yo… lamento todo lo que te dije, no se que ocurre conmigo. ―dice arrepentida, niego con mi cabeza. ―Cuando el mentiroso se ve descubierto, siempre hace lo que tu hiciste, enfadarte e intentar atacarme. No me sorprende y no te odio, tu jefe te ayudara a conseguir un mejor empleo del que perdiste, lo convencí, no te preocupes, podrás con los gastos, cuídate mucho, Sam, pero hasta aquí llegó esta amistad. ―respondo firme, me quito el anillo que teníamos en común, fue su regalo antes de venirse, teníamos el mismo, la diferencia era que el mío tenia una piedra con un girasol y el de ella una petunia. Se lo entregué y me di la vuelta, entre a mi habitación y comencé a empacar todo, mientras lloraba, era muy sensible y débil, a solas, claramente, en el “mundo cruel” yo era valiente y fuerte. Busque por internet algún departamento que pudiese pagar, todos eran muy costosos, finalmente y después de buscar por horas, había encontrado un departamento pequeño, con solo una habitación, una cocina y un baño, no tenía salón, pero no importaba, estaba perfecto para mí, sola.
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