Pov. Ada flores.
Al volver a casa, entre con nerviosismo, no quería interrumpir nuevamente la cita de Sam, le había escrito y hasta llamado para saber si seguía ahí, pero no quiso responderme, seguramente estaría…ocupada con él. Entre con cautela, todo estaba recogido, ya no estaban las botellas de vino, ni ellos. ¿Acaso estarían en su habitación? Sonreí en grande, pues me alegraba que mi amiga tuviera un romance. Camine sigilosa hasta mi habitación, pero al hacerlo escuche sollozos y llanto de la habitación contigua, es decir, la de ella. Toque la puerta con suavidad, escuche como sorbia su nariz.
―Pasa, Ada. ―indico, abrí la puerta con sumo cuidado y entonces la vi, recostada en su cama, bañada en llanto. Al verme limpio su rostro dos veces. ―, ¿Cómo te ha ido?
―¿Sam? ¿Qué ocurrió? ¿Acaso él te hizo algo? ¿Quieres que lo golpee? ―inquiero con diversión lo último, buscando que sonría, hace un gesto, intentando una media sonrisa.
―No puedes golpearlo…es mi jefe, me despediría. ―responde sorbiendo por su nariz, la miro con atención, sentándome en el borde de su cama. ―, No quiero hablar, ¿puedes solo hacerme compañía en silencio? ―inquiere y asiento, no siempre es necesario hablar para brindarle compañía a alguien que solo quiere afecto. Me eche a su lado y la abrace, tal como ella hizo algunos años atrás conmigo, cuando yo lo había perdido todo o eso creía. Acaricie su cabello, observándola llorar en sumo silencio. Entendía que necesitaba desahogarse, llorar limpiaba el alma, solía decir mi madre. Cuando comprobé que dormía con tranquilidad, la abrigué bien y me fui a mi habitación.
Al día siguiente, desperté temprano como cada mañana, amaba escuchar a la lejanía el sonido del mar, las olas rompiendo contra las rocas, me inspiraban, era domingo, mañana empezaría en mi nuevo trabajo, jamás imagine ser niñera, pero era digno y eso era todo lo que importaba realmente. Prepare el desayuno favorito de Sam, quien aun no despertaba, lo coloque todo en una bandeja y fui a su habitación, estaba despierta, seguía acostada admirando el techo, como si fuese la cosa más interesante del mundo.
―¡Buenos días! ―exclame con alegría, me dio una sonrisa triste y se sentó apoyando su espalda en el respaldar acolchado de su cama, le serví la bandeja en su regazo.
―Gracias, Ada. Tu siempre tan atenta y querida. ―responde en agradecimiento. ―, ¿Quieres saber que fue lo que sucedió? ¿verdad? ―inquiere cabizbaja dándole un sorbo a su taza de café.
―Si deseas contarme, de lo contario, me conformo con verte mejor. ―respondo sincera, ella sonríe y asiente.
―Lo arruine todo, amiga. ―cuenta y siento como se quiebra su voz, me siento a su lado y la observo en silencio, esperando que continue y me cuente lo ocurrido. ―, Él…no estaba interesado en mí, como lo creía.
―¿A que te refieres? ―inquiero confundida. Parecía estarlo ayer en su reunión.
―¡Ada, fui una tonta! Confundí las cosas, pensé que era atento conmigo en la oficina, porque le gustaba y resultó ser así de amable con todas…―alarga y la miro triste, ahora entendía. ―, Yo…intente besarlo, todo salió mal, él me despidió. Dijo que no podía seguir siendo su asistente si estaba enamorada de él, que no era ético…―responde triste, abro mucho mis ojos, una cosa es que le guste, pero, ¿Acaso ella sentía amor?
―Y lo estas… ¿verdad? ―inquiero afirmándolo, ella asiente en silencio y una lagrima baja por su mejilla.
―Si y lo peor del caso es que me costó mi trabajo, Ada. ― responde con tristezas. ―, ¿Qué haremos? Ahora estamos las dos desempleadas…
―Yo… lo siento tanto por él, no por ti. Tu eres una mujer increíble, inteligente, bonita y dulce. Jamás encontrara a alguien como tú. Es él quien necesitara suerte, no tú, amiga. ―la animo y ella sonríe abrazándome en respuesta. ―, Además, sigo teniendo mis ahorros y…yo conseguí un empleo.
― ¿Cómo? ¿En dónde? ¡Eso es impresionante! Nunca dude de ti, Ada…―alarga con alegría, volviendo a abrazarme.
―Si, ayer conocí a un francés, bueno es canadiense, pero habla francés. ―divierto, ella me mira con atención. ―, Tiene dos niños y me ofreció ser su niñera…
―¡Magnifico! Me alegro por ti amiga, es un buen trabajo. Yo empecé así hace años. ―cuenta y asiento complacida.
―Lo sé, no me importa empezar de cero, con tal de eso, de comenzar. ―le cuento con una sonrisa, ella asiente triste. ―, Prometo que todo mejorara, solo ten fe, ¿sí?
―Gracias, Ada. No se que seria de mi sin ti aquí, a mi lado, acompañándome como siempre. Gracias por ser tan buena amiga. ―responde y le doy un abrazo.
―¿Qué te parece si vamos a la playa? ―inquiero cambiando el tema, si la dejo aquí, seguirá deprimiéndose, además, el clima estaba ideal, hacia sol y mucho calor.
―¡Vamos! ¡Así uso mi bikini nuevo! ―exclama con emoción saltando de la cama, su bipolaridad no me sorprende, pero me alegra que tenga animo de levantarse de la cama, después de todo, estar enamorada y no ser correspondida es horrible, sin contar que también la despidió. Vaya canalla.
Nos alistamos con rapidez y decidí preparar un canasto con bocados, vino y aperitivos. Salimos del edificio en el auto de Sam, había tanto trafico como de costumbre, ya estaba acostumbrándome, al llegar fue peor, no había lugar donde estacionarse y todo parecía estar a rebosar. Luego de unos largos minutos encontramos un puesto, bajamos del auto con nuestras cosas y ahora la tarea era encontrar un espacio en la arena, no imaginaba que fuera tan concurrida esta playa, después de todo había muchos mas lugares. Cansadas y sudadas encontramos un sitio, cerca a las rocas, pero no nos importó, nos acomodamos, tendiendo unas mantas en la arena, nos quitamos la ropa quedando en bikini, nos aplicamos bloqueador y un poco de bronceador, serví unas tablas con los aperitivos que había traído y las copas con vino, hablábamos de temas triviales, mientras intentaba distraer lo más que podía a Sam, no quería que se deprimiese o pensara que no podríamos continuar adelante, este país era complicado, lo entendía, pero me gustaba creer que siempre había una solución para todo.
―¿Crees que fui muy tonta por enamorarme de él? ―inquiere luego de unos minutos que estábamos en silencio, boca abajo sobre la manta intentando broncear nuestra espalda y traseros.
―No eres tonta, no te digas de esa manera. ―reprendo. ―, Sam, es normal, quizá no te ayudó mucho el hecho de verlo todos los días, compartir tiempo con él, llevar su agenda, saber sus tiempos…entre tantas cosas que pudieron causar esa cercanía entre los dos. No tienes porque sentirte mal.
―Gracias, es solo que… amaba mi trabajo, quizá era por él. Porque lo veía a diario, me gustaba serle útil. ¿Crees que pueda recuperarlo? ―inquiere esperanzada.
―Sam, no puedes estar donde no eres correspondida. No puedes hacer cambiar de opinión a alguien que no se da cuenta lo increíble que eres. ―respondo y ella asiente cabizbaja, no podía juzgarla, todas hemos pasado por algo similar.
―¿Y que debería hacer? ¿entonces? ―inquiere triste.
―Usa las prestigiosas referencias que te darán, busca un nuevo trabajo… y no busques el amor, deja que este sea quien te encuentre, cuando sea el momento oportuno. ―respondo, ella asiente con emoción.
―Gracias, era lo que necesitaba escuchar, tu siempre tan sabia. ―responde con gratitud. Le doy una sonrisa.
Bebemos todo el vino, vamos al agua, nadamos un poco, jugueteamos, una pelota cae cerca a Sam. Al tomarla y querer devolverla se encuentra con un chico, alto, fornido y con unos ojos atrayentes. Sonrió con picardía mirándola, ella le devuelve su pelota y le sonríe en regreso.
―Mucho gusto, soy Antonie. ―se presenta coqueto, ella le sonríe en respuesta.