Blake Harrington.
Mi mente daba vueltas producto de todo el alcohol que había consumido a lo largo de la noche, como cada fin de semana, me encontraba en una discoteca exclusiva de la mejor zona de miami, mis guardaespaldas estaban atentos a cualquier amenaza, mientras mi única preocupación era bailar hasta no sentir mi cuerpo. No había chica alguna que se resistiera a mí, mi gran dilema era con quien pasaría la noche, ¿Cuál de todas estas preciosas mujeres seria la afortunada de irse conmigo? Me reía de mis propios pensamientos. Cuando tomaba demás, siempre pasaba lo mismo. ¿Qué sentido tenía estar con una sola chica? Cuando claramente podía estar con cuantas desease, al fin de cuentas, todas eran iguales, se interesaban en mí, por mi buen físico o por mi dinero. Ser un Harrington en esta ciudad, era a veces una maldición, pues muchas aspiraban llegar a mi familia por medio de mí, por eso no esperaba nada de una chica que no fuese pasar una noche con ella, era mi regla de oro, ninguna pasaba de más una noche, de esa forma no conseguían nada de mi familia o apellido, ni de mí. Mi abuelo siempre me educó con la idea de que las mujeres son una distracción para un hombre de negocios, no merecen la pena si no es para satisfacción o simple compañía. Quizá era un poco machista, pero era la realidad, ninguna tenía nada que ofrecerme, pues yo lo tenía todo, la ciudad a mis pies si lo deseaba, lujos, autos, propiedades, negocios estables, cariño verdadero de mi familia. ¿Qué más podría anhelar alguien como yo? Seguramente me había vuelto un egocéntrico de primera, pero no me interesaba ser o pensar diferente.
―¡Blake! ―saludan a mis espaldas, me giro y me encuentro con mi mejor amigo de toda la vida.
―¡Antonie! ¿Qué carajos haces aquí? ¡Pensé que seguías en Alemania! ―respondo elocuente, lo abrazo con fuerza y le pido a la mesera que nos traiga otra botella de cinco mil dólares, merece la pena celebrar.
―¿Así recibes a tu casi hermano? ―lloriquea, le hago un gesto divertido. ―, Estoy de regreso y esta vez para siempre, ya culminé mis maestrías y hasta doctorados, bro.
―Felicitaciones. ¿Quién diría que un idiota como tú lo lograría? ―divierto y me empuja con fuerza, entre risas. Antonie y yo hemos sido amigos desde nuestra infancia, mi abuelo era amigo de su padre, por lo que lo consideraba acto para ser parte de la familia. Desde ahí crecimos viéndonos en eventos y juntas de los negocios en común que tenían nuestros padres. Además de estudiar juntos en los mejores colegios y universidades, luego él quiso irse al extranjero a especializarse y me abandono.
―Sigues siendo el mismo idiota de siempre, eh. ―responde divertido, encojo mis hombros en una sonrisa coqueta. Él sabe que no cambiaría nunca. ―, ¿Y? ¿Qué ha sido de tu vida? Hemos perdido contacto, ponme al tanto de todo.
―Lo mismo de siempre, hermano. Termine también algunas de mis maestrías, sigo estudiando. ―respondo sin interés. Tengo algunas carreras, producto que siempre estoy estudiando y algunas las hice en paralelo. Muestra admiración, una mesera nos trae la botella que pedí, nos sirve y él hace le gesto de brindar. ―, Brindemos por tu llegada, espero que no te atrevas a volver a abandonarme. ―se ríe negando con su cabeza, chocamos los vasos y le damos un sorbo largo, vuelvo a sentir como mi cabeza da vueltas. Pero me siento más sereno.
―¿Y las chicas? ¿Alguna en especial? ―inquiere moviendo sus cejas de arriba abajo, me rio por lo bajo y niego con mi cabeza.
―Ya sabes mi postura ante eso, ninguna da para algo serio… ¿Y tú? ¿Te trajiste alguna alemana? ―divierto y estalla en risas, negando.
―Si crees que las americanas son insípidas, prueba una europea, hermano, son terribles. ―repone. ―¸ Claro que conocí a una latina, nada que ver a lo que estamos acostumbrados…― alarga dándole un sorbo a su vado, lo miro con inquietud, jamás me ha interesado una mujer latina, mi abuelo siempre ha sido reacio a ese continente, dice que no merecen la pena y que no son de nuestra “r**a”.
―¿A que te refieres? ―inquiero con curiosidad, a pesar de haber conocido a algunas latinas, nunca me fije en ninguna por los estándares y creencias de mi viejo.
―¡Puff! Hermano, son de otro mundo. La colombiana con la que salí, tenía una personalidad increíble, parecía de otro planeta, era demasiado caliente, amorosa y atenta. No había día que no me sorprendiera con algún atuendo sexy, lencería finísima, comida caliente y hogareña, me llenaba de detalles… otra cosa por completo. ―argumenta y lo miro con sorpresa, ¿Acaso existía alguna mujer así? ¿Me estaba mintiendo? Seguramente…―, Me enloqueció, pero por mis tontas creencias, la perdí.
―¿Cómo? ¿Qué ocurrió? ―inquiero con interés, suspira con resignación y me da una mirada triste.
―La engañe con una italiana de mi clase, me descubrió y me mando al carajo. ―responde encogiéndose de hombros.
―¿Y por que carajos la engañaste si era tan magnifica? ―inquiero confundido, soy un jodido idiota, no lo niego. Pero, así como creo que no hay muchas mujeres más interesantes que interesadas, también confió en ese pequeño porcentaje universal que son como lo describe mi idiota hermano.
―No lo sé, ese impulso de querer estar con una diferente o una más linda, más buena… no sé qué carajos me pasó por la cabeza para traicionar a Stella, simplemente no me resistí. ―contesta y asiento en su respuesta, es jodido, lo sé porque siento lo mismo cada día. ―, ¿Y? ¿Sabes que es lo peor? Que ella era tan distinta al resto que nunca se interesó por quien era mi familia o cuánto dinero tenía... ¡Pagábamos todo a medias, cabron! ¿sabes lo que es eso? En mi maldita vida había conocido a alguien que no quisiera que le pagase todo, por más que insistía porque me nacía hacerlo, ella se negaba al punto de molestarse e indignarse.
Lo mire sorprendido, estaba perplejo y boquiabierto, parecía que describía a una criatura mística y no a una mujer. Quizá por el mundo en el que vivimos sumergidos desde nuestra niñez, teníamos ese estúpido pensamiento. Escuchar a Antonie me causaba una conmoción, pues siempre, aunque lo negase en mil vidas, añoraba encontrar a alguien así. Una vez tuve que ir a terapia, donde entendí que el vacío que sentía en mi interior, intentaba llenarlo con muchas mujeres para no sentirme solo. Mantenía mis distancias siempre porque odiaba no tener el control y esa era la única manera segura de poder controlar mis sentimientos y no perder la cabeza por alguien más. En el fondo, solo me auto protegía de ser herido.
― ¿Me escuchaste? ―inquiere con molestia, sacudo mi cabeza y asiento.
―Claro, eres más idiota de lo que creí. ―divierto y el me manotea, me carcajeo. ―, A lo mejor y perdiste a alguien que valía toda la maldita pena. Pero ¿y qué más da? Seguramente encontraras a alguien mejor.
―No lo creo, conseguir a alguien así aquí es imposible, no a alguien de nuestro medio. ―repone y asiento en su dirección, tiene toda la maldita razón. ―, Quizá fue lo mejor, igual y me estaba enamorando de ella. ¿Te imaginas joderme la vida así por alguien? ¡es una locura! ―se ríe, pero sé que en el fondo no le causa gracia alguna, pero así somos, siempre fingiendo que nada nos importa más que nosotros mismos.
― Quizás, además, ¿Qué planeabas? ¿Traerla a Miami? ¿Presentársela a tus padres? ―inquiero dejándolo en absoluto silencio, pues su padre era tan anticuado como el mío. ―, Sabes bien que el tío, Mark. Jamás la hubiese aceptado, peor aún al ser latina y sin una familia adinerada o importante.
―Lo sé, creo que en mi interior siempre lo supe y por eso mismo no la tome tan enserio…―alarga y asiento en su dirección, quizá solo quizá tenía razón, pero sabía que lejos de eso por lo que me cuenta y ese brillo estúpido en sus ojos, había logrado conectarse con esa chica. ¿Acaso no podía estar con alguien que amara de verdad? ¿Solo por no ser de familia “prestigiosa”? probablemente nunca fuera aceptado, pero, ¿Qué más daba? Teníamos una sola maldita vida. ¿Acaso valía la pena gastarla estando con quien no se ama, pero cumple con los requisitos de la sociedad?
―Bueno, tomemos otra botella. ―propongo zanjando el tema, entendiendo que le duele y no quiere mencionarlo o tan siquiera reconocerlo en voz alta.
Llegaron al lugar un grupo de chicas en el cual se encontraba la chica rubia del otro día, Amada creo que era su nombre, sus ojos recorrían el lugar de esquina a esquina, hasta que se topó con mi mirada fija en ella, me dio una sonrisa y saludo con su mano. Sonreí, ya tenía con quien dormir esta noche. Antonie me da una mirada de complicidad.
―Suéltalo ya, ¿De dónde la conoces? ¡Está que arde! ―inquiere asombrado. ―, Y ni digas sus amigas.
―La vi el otro día que fui a dejar unos documentos en la universidad. ―respondo restándole importancia. ―¸ ¿Quieres invitarlas a nuestra mesa? ―inquiero con picardía y asiente repetidas veces. ―, Acompáñame.
Las veo aun paradas en la entrada, buscando alguna mesa que claramente no hay disponibles, nos acercamos a ellas y me dirijo a la chica rubia que es la única que reconozco del grupo. Ella me mira sonrojada, sé que causo eso en la mayoría de chicas con mi sola presencia, sus amigas se codean entre ellas, observándome sorprendidas.
―¿Qué tal? ¿Buscan una mesa? ―inquiero saludando a la rubia, guarda un mechón de cabello detrás de su oreja y sonríe asintiendo.
― ¿Blake? ¿Verdad? ―inquiere y asiento. ―, Te presento a mis amigas, Sophie, Anne, Annabelle y Dominik. ―presenta y al mencionar a cada una, me saludan con un beso en la mejilla.
―Un gusto con todas, mi nombre es Blake. Y él es mi mejor amigo, Antonie. ―presento y este repite mi acción saludando a cada una.
―¿Gustan sentarse con nosotros? ―inquiere con amabilidad mi habilidoso amigo. ―¸ Justo queríamos compañía…―alarga y una de ellas parece ponerse más nerviosa que las otras, todas asienten repetidas veces y nos encaminamos nuevamente a nuestra mesa VIP. Escucho como cuchichean entre ellas, una en específico le pregunta a la rubia que de donde me conoce, que soy el hijo de uno de los multimillonarios más grandes del país, que soy esto y aquello. Sonrió con suficiencia, siempre saben quién soy.
Le pedimos a las chicas que escojan lo que gusten beber, parecen encantadas con nosotros. Cada una se pide un coctel, nosotros otra botella de whisky, la noche continua su curso, amenamente, bailamos, conversamos y tomamos, todo tranquilo, las chicas estaban ya un poco ebrias, sobre todo la rubia que capto mi atención, me la llevaría conmigo sin duda alguna, la chica castaña llamada Sophie si no me equivocaba, parecía también muy interesada en mi amigo. Luego de un par de horas, sus amigas se fueron dejándolas solas con nosotros, se habían ligado a otros tipos de otra mesa, aunque nos beneficiaba, no me parecía lo que habían hecho, se supone que son amigas, ¿no? ¿Dónde quedo “venimos juntas, nos vamos juntas”? negué con mi cabeza, Antonie propuso ir a su departamento, ya que tenía algunos y estaban cerca, las chicas aceptaron y fuimos, al llegar ya estaban más que ebrias, por lo que decidimos dejarlas dormir en una de las habitaciones, podíamos ser cualquier cosa, pero no abusábamos de la confianza que nos daban las chicas. Antonie y yo, seguimos tomando hasta perder la consciencia, después de todo, lo necesitábamos, por diferentes motivos, pero lo ameritamos.