Ada Flores.
Los días pasaban con rapidez, uno mejor que el otro. Este país es todo lo que siempre soñé, sus calles son tan inmensas que era imposible tener la idea de una medida exacta, sus edificios eran altísimos, con muchos pisos y vidrios transparentes y tornasol, avisos con letras y luces led gigantes, autos de lujo por doquier, todo es mágico. Vivía con Samantha en una zona muy linda, su departamento era pequeño, tenía dos habitaciones con armarios, la cocina tipo americana, como era de esperarse, un baño, una mini sala y un hermoso balcón que nos brindaba una increíble vista al mar y su infinidad, todos los días admiraba el atardecer. Me gustaba mi nueva vida, aunque extrañaba el ir a visitar a mi madre en el cementerio, llevarle sus flores favoritas y conversar con ella, contarle todo lo que ha perdido desde su partida, esperaba de corazón que Dary, la visitara y se acordara de ella tanto como lo anhelaba. No sabía nada de mi hermana, le dejaba constantemente mensajes en su Messenger, pero parecía que fue muy enserio lo de aquella nota. Me dolía porque ella y mi sobrina eran mi única familia, la extrañaba también y solo esperaba que se encontraran bien las dos.
Samantha trabaja como secretaria de un abogado bastante famoso en la ciudad, no recordaba su nombre, pero decía que era de buena familia. Le gustaba o eso creía, me había ayudado a buscar trabajo, pero por mi falta de documentación me rechazaban, a pesar de mi excelente currículo. Entendía, pero para poder acceder a una visa diferente necesitaba un trabajo, de otra manera no podría lograrlo. Pasaban los días y me sentía desesperada, aún tenía dinero, gracias a mis ahorros y el cheque de liquidación de mi antiguo trabajo, gracias a eso me mantenía y ayudaba con los gastos a Sam, quien no quería recibir mi ayuda por no estar trabajando, pero de igual manera lo hacía, porque odiaba ser mantenida y no colaborar. Me encontraba un poco desanimada, quería trabajar y de esa manera poder tener más estabilidad. Me gustaba lo mucho que había cambiado mi vida, podía ver todo desde una perspectiva diferente, tenía más metas que ahora entendía que trabajando aquí podría cumplir y lograr. Cosa que, en mi país, jamás hubiese podido hacer por lo costosa que era la vida y lo difícil que se estaba poniendo la situación económica. No perdería la fe y esperanza en encontrar un trabajo, mientras disfrutaría lo grandiosa que es esta ciudad.
Había salido al supermercado, necesitábamos hacer compras, ya que no había despensa y yo tenía todo el tiempo libre del mundo. Tome un carrito y comencé a buscar lo que había enlistado, tachando los productos que ya tenía, estaba distraída buscando el pan favorito de Sam, cuando choque con alguien, sentí algo frio recorrer mi pecho y baje mi mirada dándome cuenta que me había regado un poco de jugo verde. Levante mi mirada encontrándome con el que culpable, un gringo. Lo que me faltaba.
―¡Lo siento tanto! No fue a propósito, te lo aseguro. ―se disculpa, le doy una sonrisa en respuesta. Fue mi culpa estaba muy distraída.
―No te preocupes. ―respondo e intento evitarlo, pero saca un pañuelo de su bolsillo y me lo tiende. Se lo acepto y trato de limpiar un poco el desastre, mi blusa blanca está llena del jugo verde, tanto que parece vomito. ―, Gracias, ¿Debería devolvértelo o quedármelo? ―inquiero confundida, puesto que su pañuelo es de tela. Se ríe y niega con su cabeza.
―Acéptalo como una ofrenda de disculpas por arruinar tu linda blusa. ―responde con cortesía, le asiento en agradecimiento, estaba por tomar mi carrito y continuar mi camino, cuando me extiende su mano. ―, Soy Max, por cierto.
―Ah, un gusto, supongo. Soy Ada. ―respondo desconcertada. ¿Acaso me estaba hablando un gringo tal como veía en las películas? Me reí por mi tonto pensamiento y él me miro confundido, como si pensase que me reía de él. ―, No me rio de ti, eh, yo me reía de mí misma, olvídalo…―alargo con vergüenza.
―Eres divertida, ¿Puedo invitarte otro día un café? Digo para compensarte por chocar y dañar tu blusa. ―repite, lo miro sorprendida, me está invitando a salir, no puedo creerlo, asiento en seguida. Es un gringo muy guapo, a decir verdad.
―Me encantaría, Max. ―respondo, el asiente satisfecho y me entrega su celular, pidiendo que le anote mi número. Lo hago y se lo devuelvo.
―Genial, te llamare. ―responde con una sonrisa y asiento, quizá haya sido solo por educación. Suspiro y continuo mi camino.
Termino de buscar todo lo de la lista y vuelvo a casa, al llegar encuentro a Sam en el salón junto a un chico, ambos están sentados en el sofá grande, en la mesa ratonera observo una botella de vino, muchos folders y una especie de tabla llena de quesos y jamones. Los miro sorprendidos, al percatarse de mi presencia, ambos de ponen de pie como si fueran resortes. Les sonrío mientras dejo las bolsas encima de la isla de la cocina.
―Oh, hola, Ada. ―saluda mi dulce amiga, camino hasta ellos. ―, Te presento a mi… jefe, él es Archie, Archie te presento a mi mejor amiga, casi hermana, Ada. ―dice divertida, está un poco ebria por lo visto. El mencionado me escanea de arriba abajo y me da una sonrisa de regreso estirando su mano hacia mí.
―Es todo un gusto, Sam no para de hablar de ti. ―responde con educación, le sonrío en respuesta y estrecho su mano.
―El gusto es mío, espero que solo cosas buenas te hayan dicho. ―respondo siguiendo su broma, se ríe en respuesta y me siento un poco incomoda. Dañe el plan de ambos, por lo que busco una salida inmediata. ―, Bueno, espero que disfruten su…reunión. Tengo que hacer algunas cosas. ―alargo queriendo irme, puesto que ambos estaban pasándola bien al parecer, más porque sé que a Sam le gusta su jefe. A espaldas de él, Sam me levanta sus pulgares y me da una sonrisa. Lo agradece y estoy segura de hacer lo que haga falta por ella.
―No, por favor, quédate. Tenemos más vino. ―pide con una sonrisa muy extraña, miro a Sam quien bajo su mirada a sus pies. ―, Sería muy grato conocerte, Ada.
― Muchas gracias, pero…ya tengo planes, voy a salir a cenar con…Max, un chico que conocí. ―respondo rápidamente sin pensarlo mucho, Sam levanta su vista hacia mí, mirándome confundida, pero divertida a la vez.
―¿Max? ¿Cómo es que no me has contado? ―inquiere la mencionada, mirándome con desdén. Mientras que su acompañante hace un gesto de disgusto.
―Ah eso, es que has estado ocupada, amiga. ―respondo restándole importancia. ―, Bueno, los dejo, siéntanse cómodos, pasen una gran noche. ―me despido yendo a mi habitación.
¿Y ahora qué? Pensaba una y otra vez, había mentido para dejarlos solos, no tenía planes y tampoco conocía mucho la ciudad para irme a algún lugar tranquilo. Pero ya lo había dicho, ahora tendría que cumplirlo. Así que, sin pensarlo mucho, tome una ducha y me arregle, colocándome un vestido y tacones, maquillando mi pálido rostro, solo de esa forma se vería más creíble. Tome mis pertenencias, había llamado a un uber, salí de la habitación y los vi de espaldas, ambos conversaban de algún tema, me acerque a la puerta y escuche un silbido de Sam, de esos que nos dábamos mutuamente para molestarnos cuando nos veíamos guapas. Me gire hacia ellos con una sonrisa vergonzosa.
―¿Te ibas sin despedirte? ―inquiere Sam elevando su ceja.
―Oh, eso, no quería volver a interrumpirlos…―alargo con una sonrisa pequeña, su jefe me observa de pies a cabeza nuevamente y me siento incomoda, el gesto que tiene, me hace sentir rara.
― De eso nada, vaya suerte que tiene tu cita esta noche, estas guapísima. ―comenta el mencionado, me remuevo incomoda sobre mis pies, Sam lo mira con un gesto que no podría describir, mientras cambia su mirada.
―Eh, bueno, gracias, me voy. Pasen bonito, chicos. ―digo incomoda, salgo rápidamente la escena y respiro con tranquilidad al estar en el ascensor.
Eso fue bastante… tenso, no sé qué veía en mí el jefe de Sam, pero no me gusto ni un poco sentir su escrutadora mirada en mí, había hecho sentir de a alguna forma mal a Sam y no me perdonaría si la heria por mi culpa. Jamás fue mi intención, quizá ese hombre era el problema. Ignorando mis pensamientos, subí al uber y le pedí que me llevara a la zona de bares de la ciudad, había unos muy bonitos que quedaban a la orilla de la playa, al llegar le cancele y me aventure a buscar alguno donde pudiera tomarme un vino o tan siquiera una cerveza. Me llamo la atención uno que parecía estar sobre el mar, tenía una pinta muy cautivadora y entre sin pensarlo dos veces. Al llegar me senté en la barra y le pedí al bartender una copa de un vino tinto, me la sirvió y le agradecí. Pensaba en como mi vida dio un giro tan profundo, hace solo unos días estaba segura de que no saldría de mi país, que amaba mi trabajo, que siempre cuidaría de mis chicas, mi familia. Y ahora estaba en otro continente, buscando un trabajo y con mi mejor amiga. Una verdadera locura ¿no? Pero sabia con gran certeza que así era la vida, que el destino existía, pero no era definitivo, que podía cambiar con tan solo un movimiento.
―¿Sola? ¿Y pensativa? Eso solo significa una cosa, problemas…―inquiere una voz masculina a mi costado, me giro en su dirección y su particular acento, me cautiva. Se trata de un chico, ojos claros, cabello oscuro. Lo miro con intriga. ―, ¿Puedo acompañarla bella dama? ―inquiere con educación, le hago una señal con mi mano, puesto que la barra es libre y puede tomar asiento donde guste.
―Gracias por lo de bella dama. ―intento divertir, posa una sonrisa en su boca y hace una especie de venia hacia mí.
―Un placer, Giordano Bonnet. Para servirle. ―se presenta en mi dirección, me extiende su mano. Se la estrecho.
―Ada, Ada Flores. Un gusto, Giordano ―respondo, besa mi mano con suavidad.
―El gusto es todo mío, bella dama. ―responde coqueto, logro captar la esencia de su acento, habla perfectamente el inglés, pero con esa acentuación francesa, que no pasaría desapercibida nunca. ―, ¿Latina? ¿Verdad? ―inquiere con sus ojos entrecerrados.
―Si, de Venezuela. ¿Frances? ¿O me equivoco? ―inquiero en respuesta.
―canadiense, la verdad. ―responde y lo miro sorprendida, no sabía que, en Canadá, se hablase francés. ―, Se lo que te preguntas, como un canadiense tiene acento francés. En mi país, el francés es un idioma nativo también, claro que, en mi caso, soy hijo de una canadiense y un francés. ―cuenta y asiento entendiendo. ―, Lo siento, hablo mucho, no quisiera incomodarte… ¿Cómo así una bella dama esta sin compañía en una noche como esta?
―Interesante, no sabía eso. En mi ignorancia creía que hablaban solo inglés. ―respondo y el asiente, seguramente lo ha escuchado antes. ―, No te preocupes, no me incomodas. Es bueno aprender algo nuevo. Respondiendo a tu pregunta, vine a distraerme un poco…―alargo sin querer darle los más mínimos detalles.
―Y cuéntame, Ada. ¿A qué te dedicas? ―inquiere con interés, mientras ordena un trago llamado manhattan.
―Llegue hace pocos días, la verdad. Aun no encuentro a que dedicarme. ―respondo honesta. ―, Pero si hablamos de profesión, soy administradora de empresas.
―Oh increíble, pensé que tenías tiempo en la ciudad, hablas muy bien el inglés. ―responde amable, le sonrío en agradecimiento. ―, Es una buena carrera, solo que te pedirán una documentación extensa para poder postularte a un empleo del área. Te lo digo por experiencia, como extranjero me costó también en su tiempo.
―Si exactamente por esa razón, no he conseguido trabajo. ―respondo sincera. ―, Claro que no me importaría trabajar en otra área, lo importante es trabajar.
―En ese caso, podría ofrecerte uno. ―responde con interés, lo miro interesada, puesto que necesito trabajar. ―, Tengo dos niños, ¿Quisieras ser su niñera? ―inquiere con suavidad, esperando quizá una respuesta negativa de mi parte.
―Por supuesto que sí. ―acepto inmediatamente.