Capítulo 4
Lo que hacemos con un poco de alcohol en nuestro sistema, parte 1.
Después de sentir la palma de Teo en su mejilla, acariciándola suavemente, una sensación extraña recorrió el cuerpo la Rosina, quien jamás había sentido algo así. Ni siquiera ella misma se daba cuenta de lo que estaba sucediendo, pues no solo era su cuerpo el que sentía cosas, sino también su corazón de pronto tuvo una leve descarga, tan sutil por ahora, que ni siquiera ella misma comprendía.
Cuando Teo sacó la mano, ambos siguieron tomando del mismo vaso durante un tiempo, mientras charlaban de todo lo que él tenía para contar. Rosina, como siempre le prestaba el oído para que él se desahogara, no era la primera vez que Teo le comentaba de algún problema que haya tenido con Juliana, sin embargo, esto es la otra cosa, era algo mucho más importante, puesto que él estaba revelando el engaño de ella.
Esta no era una conversación como las otras, por lo que Rosina prestaba total atención a cada palabra que salía de la boca de Teo. Incluso ella misma se sorprende por algunas cosas que se estaba enterando, puesto que aunque nunca le cayó bien Juliana, jamás sospechó que ella no amara a su padrino, al contrario. Por eso siempre peleaba con ella por la atención de él. Es que para Teo, Juliana era muy importante y debido a eso eran los roces que ella tenía con Juliana.
Para cuando Teo terminó de contarle toda la historia, ya se habían bebido el resto de la botella de whisky, por suerte había sido entre los dos, por lo cual ninguno estaba cien por ciento ebrio, aunque él ya venía tomando desde antes. Debido a que él era el más alcalizado de los dos, Rosina le preguntó si la había venido su coche, a lo cual él dijo que sí. Al tener la afirmación y darse cuenta de que ninguno estaba para conducir, decidió llamar un taxi para poder llevar a Teo a su casa.
Una vez en el vehículo, cuando ella le dijo que lo llevara a la dirección de la casa de él, Teo rápidamente cambio el destino hacia el hotel donde él se estaba hospedando. Esto inicialmente la sorprendió, pero después, al recordar todo lo que le había contado, era más que obvio que Teo se iba a salir de la casa en la cual vivía su esposa.
El trayecto en el auto fue rápido y en silencio, Rocina estaba recostada sobre el hombro de Teo mientras se envolvía sus manos en el brazo de él. Al llegar al hotel, Rosina se da cuenta de que su cartera se le olvidó en el antro. Por esto, tuvo que meter la mano en el saco de Teo para poder encontrar su billetera y poder pagarle al conductor.
Esta no fue una tarea fácil, puesto que Teo, mientras ella toqueteaba sus pectorales sin querer, se empezó a reír a las carcajadas por las cosquillas que le estaba ocasionando, haciendo que se moviera en su asiento, por lo que la tarea de ella era cada vez más difícil de realizar.
-Ya Teo. ¡Quédate quieto! ¿No ves que quiero sacar tu cartera tu billetera?
Al ver que no se detenía, ella tuvo que regañarlo un poco.
-Bueno, bueno, sácala.
Dijo quedándose completamente quieto de una vez.
Una vez habían pagado el taxi, ambos se bajaron y como él se tambaleaba mucho, ella lo estabilizó abrazándolo por la cintura, así entraron juntos en el lobby del hotel y sin darse cuenta de la mirada de los curiosos se encaminaron hacia el ascensor. Cuando bajaron de este, se acercaron hasta la puerta de la habitación de él y colocando la tarjeta en el escáner, ingresaron.
Rosina lo llevó hasta la habitación y cuando quiso acomodarlo en la cama, Teo se la llevó consigo arrastrada sobre su cuerpo.
Esto ocasionó que ambos se rieran un poco, sin embargo, de golpe, él se puso serio y le habló con seriedad.
-No te dije toda la verdad sobre el motivo por el cual ella me engañó.
Rosina todavía estaba sobre él, pero escuchar esto también la puso seria, con lo cual le preguntó directamente.
-¿Cuál es el motivo verdadero?
-Tú, tú eres el motivo por el cual ella me engañó. Tenía muchos celos de nuestra relación.
-Bueno, eso lo puedo entender, yo también estaba muy celosa de ella. No quería que te aportara de mí, pero eso no la justifica.
Reveló ella mirándolo con ternura todavía.
-Tienes razón, aunque jamás vio de la manera nuestra relación, se atrevió a decir que había abusado de ti.
-¿Qué? ¿De qué estás hablando? ¡Tú jamás harías eso!
Escuchar como ella lo defendía sin ninguna duda era demasiado para él y para su corazón lastimado, por lo que no dudó en abrazarla fuertemente contra su pecho.
-No sabes lo mucho que te quiero, Rosi. ¡Eres tan importante para mí!
-Y tú para mí, padrino.
El escuchar las palabras de él, sumadas al momento emotivo que estaban teniendo y el cómo él la abrazaba, la llevó a darle un pequeño beso en la comisura de sus labios. Ni bien depositó sus labios en la boca de él, ella misma se cuestionaba el porqué lo había hecho, pero no tenía una justificación. Solo tuvo el impulso que la llevó a hacerlo y ahora estaba excitada por besarlo.
-Rosi, ¿qué estás haciendo?
Dijo el extrañado por el repentino beso que había recibido, soltándola rápidamente.
Rosina se levantó de la cama apenada y lo miró a los ojos, haciendo que él se sentara en el borde de la cama, mirándola también, esperando una explicación a lo que acababa de pasar. Sin embargo, ella no tenía una explicación clara que darle por lo que había hecho, el momento la llevo a eso, y ahora podía sentir como se le estaban humedeciendo lentamente las bragas por el deseo que se estaba formando en su interior, sin ninguna clase de reparo a que la persona que tenía adelante fuera su padrino.
Después de unos momentos de vacilación, dio un paso firme al frente y se paró entre las piernas abiertas de él, mirándolo con mucha atención, haciendo que él levantara la mirada y la viera con gran sorpresa, no solo por lo que paso, sino también por el cómo ella no le contestaba a su pregunta. Pero lo que más le llamó la atención era como ella colocaba tan sensualmente su labio inferior entre sus dientes y lo mordía con suavidad, haciendo cosas locas en él, las cuales estaba atribuyendo al alcohol que había consumido antes.
Expectante por lo todo que estaba pasando y el cambio de los acontecimientos en esta noche, Rosina lo miraba fijamente mientras permanecía parada en el mismo lugar. Había algo en la mirada de él que llenó el corazón de Rosina de una especie de sentimiento extraño, algo que sumado a la tención del momento le dio el impulso necesario a llevar su palma sobre la mejilla de él, la cual le faltaba un buen rasurado desde hace días, pero a ella poco le importó ese hecho. Él era demasiado guapo aún con ella y en este momento, con el deseo que estaba sintiendo, nada podría pararla, aunque no solo era ella, ya que podía ver el creciente bulto en los pantalones de él que la excitaba aún más.
-¿Teo?
Preguntó ella con una voz tan sensual.
-¿Mmm?
Dijo él mientras la miraba embobado, sin saber que esperar de ella y de lo que estaban haciendo. Parecía un niño confundido desde hace unos minutos, algo que ella jamás había visto, cosa que personalmente le encantó en su estado de ebriedad y deseo. Él también demostraba eso que ella estaba sintiendo, aunque no lo quisiera admitir. Era algo nuevo y maravilloso que jamás pensaron experimentar debido a que eran padrino y ahijada, algo que pondría a todos sus conocidos como locos si se enteraban, pero aquí estaban, por lo que ella no desaprovecharía esta oportunidad y el deseo que experimentaba le dio la fuerza para continuar.
-No digas nada. Solo déjate llevar.
Después de decir eso en ese tono por demás sensual, Rosina se agachó, solo un poco, para posar sus labios en su mejilla, la cual no estaba acariciando. Depositó suaves besos en ella y luego se acercó muy sutilmente a los labios de él, los cuales estaban entreabiertos por las sensaciones que despertaba la tierna boca de ella en su cuerpo.
De pronto ambos estaban besándose apasionadamente, algo que antes habrían creído imposible si alguien se los hubiera dicho, pero un momento donde todo era confuso, por un poco de alcohol, los llevo a esto.
Acalorados por el beso, el cual era demasiado fogoso e intenso, acabó con ella sentada sobre él, a ahorcajadas, frotándose sobre su entrepierna para lograr la mayor fricción posible que claramente era consentida por él, puesto que de pronto tenía las manos sobre el trasero de ella y la ayudaba con cada movimiento intensificándolo cada vez más.
Cada beso, cada toque lo llevó a tumbarse sobre la cama y dar rienda suelta a algo que jamás hubieran creído.