Capítulo 3
El encuentro en el antro.
Poco más de un mes había pasado desde el día en que Teo descubrió a Juliana engañándolo con Martín. Por más intentos que había hecho Teo junto a su abogado en este tiempo, no habían logrado que Juliana firmara los papeles del divorcio, puesto que ella no estaba de acuerdo, por lo que este decidió entrar en una demanda judicial y conseguirlo de esa manera, aunque quería hablar con ella primero para tratar de llegar a un acuerdo.
Todavía no le había dicho nada a sus padres sobre el nuevo curso de su vida, su separación, ni el engaño de ella. Todo esto lo había mantenido bien oculto, puesto que quería solucionar primero este inconveniente antes de decirle a todo el mundo de su divorcio, ni siquiera sus amigos Fernando y Ángela, los padres de Rosina, sabían de esto.
El día de hoy había citado a Juliana en un restaurante para conversar y así saber qué era lo que quería ella para darle el divorcio, sin embargo, la conversación no terminó como él hubiese querido. Juliana simplemente se negó a darle el divorcio como había hecho hasta este momento, e incluso tuvo la audacia de decirle que podían recuperar su matrimonio, que podían salvarlo y para que eso pasara él solo tenía que olvidar el pequeño desliz que ella había tenido con su amigo.
Solo Teo sabía lo que le había dolido el engaño de su esposa, pero al no querer demostrárselo tuvo que volver a formar una coraza alrededor de su corazón y tomar la valiente decisión de simplemente decirle que se vaya al demonio. Ellos no volverían a estar juntos jamás. Juliana había tomado la decisión de engañarlo, ahora ella tendría que afrontar las consecuencias, no habría un regreso, no habría un matrimonio perfecto arreglado. Lo que sí habría es un divorcio en el futuro y aunque ella intente impedírselo, él logrará por medio de un juez el ser libre nuevamente.
A pesar de todo lo que había pasado, muy en su interior, él seguía teniendo sentimientos hacia Juliana, había hecho una vida con ella y le dolía mucho lo que había pasado, por lo cual decidió salir esa noche a un famoso antro de la ciudad para poder despejar un poco su mente.
Al momento en que llegó al antro lo dejaron pasar, ya que era alguien muy conocido en toda la ciudad, aunque desde hace años que no iba a un lugar como este. Se acercó a la barra y empezó a beber como si no hubiera un mañana. Media hora después de que él llegara al lugar, Rosina llegó con su amiga Lucia. Las dos venían con otros conocidos y todos juntos se fueron a la pista de baile rápidamente.
Varias canciones conocidas estaban sonando en los enormes altavoces esparcidos por todo el sitio, haciendo que todos se movieran al compás de la música. Los cuerpos de todos ya habían entrado en calor después de la quinta canción, por lo que tuvieron que ir a una de las mesas a descansar un poco.
Aprovechando el momento para poder tomar un poco de alcohol, tres de los chicos que estaban en el grupo fueron a la barra para pedir para todos algo para beber. Como se conocían desde hace bastante tiempo y habían salido de rumba juntos en varias ocasiones, ya se conocían los gustos, por lo que no hizo falta ni siquiera preguntar lo que querían todos.
Rosina había quedado con Lucia charlando de la salida que habían tenido más temprano, cuando siente por detrás la mano del chico que estaba junto a ella tocándola para llamar su atención.
-Rosi, me tienes muy abandonado aquí.
Dijo el muchacho haciendo un puchero que a ella ni a nadie le parecería en lo más mínimo tierno.
-Ja, ja, ja. ¿Es que eres un niño al que se le perdió su madre?
Dijo ella riéndose de él y de la expresión de idiota que tenía en la cara. Todos los que estaban allí también se empezaron a reír al ver la cara que este ponía.
-No eres nada graciosa.
-No estaba tratando de serlo.
Acercando su cara a la de ella, el joven volvió a hablar luego de pensar por unos segundos en que decirle.
-Vamos, Rosi. No seas así, dame un poco de tu amor. No estoy pidiendo nada que no estés dispuesta a dar.
Las palabras del chico la hicieron enojar enormemente. Si bien ella no era una Carmelita descalza, tampoco era una puta que se acostaba con todos los hombres que veía. Había tenido su buena dosis de hombres desde que empezó su vida s****l, pero eso no la hacía, ni a ella, ni a ninguna mujer que hiciera lo mismo una puta, y este imbécil no la haría creer a ella ni a nadie que sí lo era.
-Ya quisieras que te tenga una mínima gana. No hagas que te avergüence delante de todos admitiendo lo poco atractivo que me pareces y las invisibles ganas que tengo de cogerte. Además, como si fuera poco, ya me han contado de tu pequeño amigo y su falta de talento.
Todos al escucharla se empezaron a reír, puesto que ellos sabían que se refería a su pene, el cual fue llamado "pequeño amigo" por su ex, quien describió lo poco talentoso que este era en la cama.
Justo antes de que el muchacho pudiera volver a hablar, Lucia llamó la atención de Rosina.
-Rosi, ¿ese no es Teo?
Al ver hacia donde su amiga señalaba, Rosina descubrió que sí se trataba de él, por lo que extrañada de verlo allí en la barra se levantó y dijo.
-Después nos vemos.
A todos les sorprendió su pronta partida, por lo que le preguntaron a Lucia que era lo que sucedía.
-No se preocupen, solo vio a un conocido y fue a saludar.
Con esa información dicha ninguno indagó más en el porqué ella se iba.
Rosina, paso a paso, se acercó a Teo, quien seguía en la barra tomando. Ya la vista la tenía un poco nublada y le temblaba la mano cuando llevaba el vaso de ese whisky importado a la boca para beber todo su contenido.
-¿Padrino? ¿Qué haces aquí?
Dijo ella sentándose a su lado en la barra.
Teo levantó su cabeza al escuchar su dulce voz sonando tan preocupada.
-¿Rosi?
-Sí, padrino. Soy yo. ¿Qué es lo que te pasa? Jamás te había visto tomar tanto.
Rosina estaba muy sorprendida, nunca en su vida vio a Teo de esta manera y no era para menos después de todo lo que le había pasado en estos días.
-Lo que pasa mi niña es que soy muy miserable.
Dijo Teo con voz rota, haciendo que ella se preocupara por él.
-Dime y te ayudo como pueda. No me gusta verte así de triste.
Teo negaba con la cabeza mientras se servía otra vez el vaso con la botella casi llena que tenía a un lado. El barman la había dejado allí después de que se había terminado la primera. Rápidamente, antes de que él se lo tomara, ella le quitó el vaso y se bebió su contenido.
Cuando él la miró, preguntando con la expresión de su rostro el porqué le había quitado el trago, ella le respondió levantando un hombro y diciendo palabras que le sacaban importancia.
-Todavía no he probado ni un trago de alcohol en toda la noche. Si me quedó aquí escuchando tus penas estoy segura de que necesitaré unos cuantos tragos.
Teo se rio un poco de las palabras de ella durante unos segundos, luego le preguntó que hacía allí.
-He venido con unos amigos, a divertirnos un rato, pero te vi aquí bebiendo y vine a ver que te pasaba.
Dijo ella la verdad. No le mentiría a Teo, jamás lo había hecho y no empezaría ahora.
-¿Tus padres saben que vienes a estos lugares?
-No, ¿tu esposa sabes que estás aquí?
Dijo ella poniendo los ojos en blanco.
-Mejor ni la nombres.
Dijo Teo con amargura en su voz, cosa que extraño a Rosina y la llenó de sorpresa.
-Cuéntame, ¿qué paso?
Teo tomó el vaso que Rosina le había quitado y llenándolo otra vez se lo tomó de un solo trago.
-Me estoy divorciando porque la encontré en la cama con Martín.
Rosina al escucharlo abrió enormemente los ojos, sin creer todavía lo que escuchaba. No obstante, viendo lo afectado que parecía Teo, decidió creerle.
-No lo puedo creer. Que maldita bruja.
-Ja ja ja. Siempre me sacas una sonrisa.
Dijo viéndola a los ojos mientras sonreía.
-Es que es verdad. ¿Cómo se atrevió a engañarte y más con ese imbécil que lo único que sabe es imitarte en todo?
-Según ella la descuide tanto que se metió con él.
Él le dijo la verdad, puesto que comprendía que Rosina no era una niña ya. Además, en su estado de ebriedad, ella era la persona que le estaba haciendo hablar de lo pasado.
-Lo digo, es una tonta. Mira que cambiarte a ti por él, eso es de tontos. No lo digo solo por qué eres mi padrino, sino porque te conozco demasiado, eres un hombre muy guapo, bueno, considerado, estás siempre cuando te necesito y me has cuidado en cada ocasión que te he necesitado. Yo jamás te engañaría con otro hombre… Digo, si fueras mi novio.
La última frase salió entrecortada porque Rosina se avergonzó un poco al escucharse decir eso. Jamás se imaginó diciéndole a Teo una frase como esa, por lo que trató de arreglarlo, aunque no le salió muy bien, por lo que enrojeció un poco haciendo que Teo se riera de ella en su cara.
-Eres hermosa con la cara roja ja ja ja.
Después de decir esas palabras, Teo acarició la mejilla de Rosina haciendo que su rostro ardiera con más fuerza.