Maldita sea
Fue una idea aún mejor ir a buscarla a ella en lugar del conductor, como había planeado originalmente. Se parecía mucho a Camilla, excepto que había algo particularmente recatado en ella. Como si fuera la versión sin vida de su alegre hermana gemela.
Amaba a Camilla, pero no la encontraba por ningún lado y, por más que quería buscarla por todos lados, tenía que casarme antes de finalizar el trato con mi inversor, de ahí el cambio a la otra hermana.
Me exasperaba estar demasiado consciente de su presencia, de su manera tan inmóvil de sentarse en el coche y del movimiento constante de su pecho al subir y bajar.
Por mucho que quisiera darme la vuelta y observarla, para familiarizarme con las notables diferencias entre ella y la mujer que amaba, no lo hice.
Llegamos al restaurante y esto me sacó de mis pensamientos. Llegué a la puerta del auto y la abrí, extendiendo una mano hacia ella.
—Gracias —murmuró con voz temblorosa.
Había una diferencia en la forma en que me había hablado antes por teléfono y fue esa voz agresiva la que me hizo sentir vagamente interesado en querer conocerla.
Camilla nunca habló de su hermana durante todo el tiempo que estuvimos juntas. Siempre estaba demasiado absorta hablando de sí misma y no me malinterpreten, me encantaba verla hablar… sus ojos se iluminaban de alegría.
Andrea en cambio no había luz en sus ojos o ¿quizás aún no tuve oportunidad de verla?
La llevé al restaurante y directamente a mi lugar favorito, era un lugar que había visitado muchas veces con Linda y cuando el camarero se acercó a nosotros, tenía una sonrisa en su rostro.
“Señorita Silva, es encantador verla de nuevo”, dijo.
Andrea le devolvió la sonrisa y sus ojos se encontraron con los míos.
Sin embargo, esperó hasta que el camarero tomó nuestros dos pedidos antes de hacer la pregunta obvia.
“¿Supongo que esa mujer conocía a mi hermana?”
“Sí”, respondí con mis ojos fijos en ella.
Ella tenía ojos azules, pero en el restaurante poco iluminado, eran más bien grises con un toque de avellana en los bordes, eso provocaba mis sentidos.
—No sé qué estamos haciendo —murmuró avergonzada.
—Nos vamos a casar —le recordé, tomando el vaso de agua que estaba a mi lado.
—Lo sé, pero ¿no deberíamos estar buscando a Camilla? Esto no debería estar pasando y nosotras no… ni siquiera me conoces —murmuró exasperada.
—No necesito conocerte, Andrea. Solo necesito casarme y Camilla... —hice una pausa y tomé aire profundamente—. Camilla no está disponible en este momento. Lamento que esto no estuviera en tus planes, pero tendrás que hacer un espacio para ello ahora mismo —declaré.
Fue más como una orden y pude ver sus ojos brillar mientras asimilaba el significado de mis palabras.
Allí estaba, casi sonreí. La vida.
—Sé lo que tengo que hacer y sé que tenemos que casarnos. Supongo que sólo pensé que podía razonar contigo como lo haría cualquier ser humano cuerdo en el siglo XXI, pero puedo ver que estaba muy equivocada. —Asintió brevemente en mi dirección, interrumpiéndome por completo.
No dije nada más. No había necesidad de que empezara a construir una relación con ella porque nunca la amaría. Ella estaba allí para una sola cosa, y era ser una esposa obediente para mí.
El camarero nos salvó de seguir conversando con la llegada de nuestra comida y yo comí, mirándola de vez en cuando, pero por lo demás, simplemente comimos.
Ella apartó su plato y tomó un vaso de agua.
“No voy a luchar contra este matrimonio y haré lo que quieras”, me dijo con la mirada firme.
Yo también empujé mi plato.
“No tenía la impresión de que usted tuviera voz y voto en el asunto, señorita Silva”
“Puedes llamarme Andrea… Damine. Después de todo, seremos marido y mujer”.
Ante esto, un escalofrío recorrió mi columna vertebral.
Sacudí la cabeza, advirtiéndome a mí mismo que no debía confundirla con su hermana. No se parecían en nada, pero esta… tenía algo especial.
“¿Cuándo es la boda?”, preguntó.
“En dos días”, le dije.
“¡Dos días!” Sus ojos se abrieron como platos. “No podemos casarnos en dos días”.
“Acabo de escucharte decir que harás lo que yo quiera, ¿o me equivoqué?”
Sus ojos brillaron de nuevo con ira y me di cuenta de repente de lo mucho que quería ver más de ese destello.
No, Damine … me reprendí a mí mismo. Ella no es la indicada.
—Estaré lista —murmuró con tono definitivo.
—Si eso es todo, señor Fel, entonces deberíamos irnos. Así tendré tiempo de sobra para comprarme un vestido de novia. Nadie querría que la esposa del multimillonario, Damine Fel, apareciera vestida de saco ahora, ¿no? —Me dirigió una pequeña sonrisa y me di cuenta de que estaba bromeando, quitándole importancia a la situación.
Me puse de pie y salí casi inmediatamente después que ella lo hizo, de modo que quedamos frente a frente conmigo, elevándome sobre ella.
Ella dio un paso atrás, una mirada de pánico que no comprendí del todo apareció en sus ojos antes de que desapareciera y me quedara pensando que había imaginado su miedo.
“¿Estás bien?”, pregunté todavía.
—Estoy bien —dijo entre dientes—. Me asustaste, eso es todo.
—Usted se asusta con facilidad, señorita Silva —observé.
“¿Soy yo? ¿O es que eres un gran idiota?”
Ella se dio la vuelta y caminó frente a mí mientras yo resistía el impulso de reír.