CAPÍTULO 10

1526 Words
POV RAS Dejo escapar un largo suspiro tan pronto como cierro la puerta lateral de la casa detrás de mí. Si hay una parte de mi vida en la que prefiero nunca pensar, son mis años de preparatoria. Tengo treinta años. Ya debería haberlo superado todo, pero los recuerdos todavía me molestan. Cuando llego a la bodega, me quito el saco. Nunca me gustaron las malditas cosas. Cada vez que me visto así, me siento constreñido, pero ¿qué puedes hacer? La ocasión lo amerita. Paso al menos diez minutos leyendo las etiquetas, sin registrar una sola palabra. Hace fresco aquí, la temperatura está optimizada para la conservación del vino. Eventualmente, me decido por una botella al azar y regreso a la cocina. Las voces me llegan tan pronto como cruzo la puerta. ―Mira, todo lo que estoy tratando de decirte es que tienes una opción. ―Vale, basta. ―La voz de Arianna es tensa. Coloco la botella en el mostrador, con cuidado de no hacer ruido, y trato de averiguar dónde están. Probablemente al final del pasillo. ―Solo lo estás empeorando al mencionarlo constantemente. Me casaré con Rafaele. Está arreglado, y estoy bien con eso. ―Pero ni siquiera lo conoces. ―¿Y eso qué? Esto es lo que he esperado toda mi vida. ―Eso no lo hace correcto o normal. ―No somos normales. Sacrificamos lo normal para ser poderosos. ―Nosotras no hicimos nada. Nuestro papá lo hizo. ―Dices eso como si estuvieras haciendo algún tipo de punto. Somos una familia. Una familia jodida, desastrosa, pero una familia al fin y al cabo. Papá dejó en claro que mi matrimonio es importante para la supervivencia de nuestra familia. Interesante. Pensé que el matrimonio era la cereza del amor de Garzolo con Rafaele, nada más. Ya están en el negocio juntos. A menos que Garzolo haya estado mintiendo. Si las cosas en Nueva York no son tan estables como él las hizo parecer, entonces esta alianza podría tener más que ver con la supervivencia que con la expansión. Valentina resopla. ―No entiendo. Pensé que después de que descubrieras lo que me hicieron al casarme con Lázaro, dejarías de ser tan ciegamente leal. ―Lo que te hicieron fue un error horrible. Ambos lo reconocen ahora. ¿Lo sabes? ―Papá solo lo reconoce porque Damiano lo obligó. Me dio su disculpa con los dientes apretados. ―Es orgulloso, pero en el fondo sabe que lo que hizo estuvo mal, y mamá llora en su dormitorio por la noche. Una vez fui con ella y me dijo que nunca se perdonaría por ponerte en esa situación. ―No le creo. Sospechaba lo que estaba pasando, al menos a grandes rasgos. Sabía que Lázaro no estaba bien de la cabeza. Cuando traté de darle los detalles, ella no me escuchó. ―Sabes que ella nunca ha ido contra papá. Ella no sabría cómo cambiar nada. ―¡Dios, Arianna ! Nunca los voy a perdonar, ¿okey? Lo siento por mamá, lo siento, pero no lo suficiente como para disculparla por su papel en todo esto. ―Bien. No intentaré hacerte cambiar de opinión. Ahora hazme la misma cortesía sobre mi próximo matrimonio. Valentina suspira. ―Hubo un tiempo en el que no habrías estado de acuerdo en casarte con un Messero. ―Tal vez he crecido desde entonces. Yo estaba ahí cuando murió Tito, tú no. Llevaron a nuestro primo a nuestra casa mientras se estaba desangrando, y sostuve su mano mientras respiraba por última vez. He visto lo que la debilidad puede hacerle a nuestra familia, cómo hace que nuestros enemigos echen espuma por la boca. Mi matrimonio con Rafaele asegurará que cosas como esa no vuelvan a suceder. Así que basta, ¿okey? Estoy bien con mi decisión. No necesito que trates de hacerme sentir mal por eso. Arrugo la frente. Así que Arianna cree que está salvando a la familia. ¿De qué? ¿Garzolo inventó alguna amenaza imaginaria para presionarla a este matrimonio? ¿O está en problemas reales? De cualquier manera, Garzolo nos está mintiendo a uno de nosotros. ―Eso no es lo que estoy tratando de hacer ―dice Vale. ―Es lo que se siente. Ahora, ¿podemos volver a cenar? Tu marido se preocupará por ti. ―¿Lo hará el tuyo? Hay un largo silencio y luego el sonido de pasos. Presiono mi espalda contra el refrigerador y espero a que pasen, pero un momento después, Arianna entra en la cocina a oscuras. Se detiene junto a la isla y presiona las palmas de las manos contra la isla como si quisiera estabilizarse. Sus hombros y su cabeza caen. Una puerta se abre en algún lugar en la distancia. Debe ser Vale volviendo a salir. Ahora solo somos nosotros dos. Dado que estamos trabajando con Garzolo, no puedo ignorar esto. Si ha estado mintiendo acerca de que todo está estable en Nueva York y Arianna sabe algo, tengo que sacárselo. Salgo de las sombras. Ella escucha el susurro de mi ropa y gira alrededor. Cuando ve que soy yo, su expresión cambia de resignación a furia. ―¿Estabas escuchando a escondidas? Camino hacia la isla de la cocina y tomo un melocotón de la canasta. ―No pensé que fueras una heroína, Ari. Ella me ve tomar un bocado. ―No sé de qué estás hablando. Limpio una gota de jugo de mi barbilla con el dorso de mi mano. ―Pensé que tu papá se deshizo de todos sus enemigos. ¿De quién tiene miedo ahora? ―Ah, sí, déjame contarte todos los negocios de mi familia. La estudio. Su lenguaje corporal no coincide con su tono altivo. Sus ojos revolotean de un lado a otro, como si no pudiera verme de frente. Ella no sabe una mierda. ―Déjame aclarar esto. ―Me muevo alrededor de la isla―. ¿Ni siquiera sabes si hay una amenaza real o si tu papá solo está paranoico? Debilidad percibida. ¿Por qué alguien en Nueva York pensaría que Garzolo es débil después de que envió a Ricci a empacar? El número de víctimas podría haber sido más alto de lo que pensábamos... es posible, dado lo extraño que se puso Garzolo cuando lo mencionamos. Pero si realmente es tan débil, ¿por qué Messero se mete en la cama con él? Muchas preguntas y ninguna respuesta. Arianna imita mis movimientos para evitar que me acerque a ella. ―¿De verdad crees que mi papá comparte todos los detalles de su negocio conmigo? ¿Por qué te importa de todos modos? ―¿Te molestaste en preguntar? Su expresión parpadea con incertidumbre. Cazzo. La irritación recorre mi piel. Verla ser una princesita tan obediente me enoja muchísimo. ¿Está dispuesta a casarse con Rafaele por fe ciega en su papá? Seguimos moviéndonos por la isla como las dos manecillas de un reloj. Tomo el último bocado de mi melocotón y coloco el hueso sobre la superficie de granito. Arianna lo ve. Antes de que se dé cuenta de lo que está pasando, apoyo mis manos en el mostrador y me tiro por encima de la isla. Aterrizo directamente frente a ella. ―¿Qué estás… ―Creo que lo entiendo ahora. Ella trata de moverse hacia un lado, pero la aprieto con mis brazos. Cuando se da cuenta de que no voy a dejarla escapar, su mirada enojada se mueve hacia mi rostro. ―¿Entender qué? El solo hecho de estar tan cerca de ella envía sangre corriendo a mi pene. Mi irritación se transforma en una especie de frustración a fuego lento. ―Estás enojada y miserable. Estás sacrificando tu futuro, y ni siquiera sabes por qué lo estás sacrificando. Una sombra pasa sobre sus ojos, pero ella levanta la barbilla en desafío. ―Tú no sabes nada. ―No puedes mostrarle a nadie cómo te sientes realmente, ¿verdad? Estás demasiado ocupada fingiendo ser perfecta por el bien de tu papá. Así que reprimes toda esa ira y luego la desquitas conmigo. Ella agarra cada una de mis muñecas y trata de empujar mis manos fuera del mostrador. ―¿De verdad crees que no es posible que simplemente me desagrades genuinamente? El veneno en su voz es convincente, pero no he hecho lo suficiente para ganármelo. Ella sabe que tengo razón. Giro mis muñecas, sacudiéndola sin esfuerzo. Sus manos vuelven a caer a sus costados. Están temblando. ―Mira tus manos ―le ordeno. Ella lo hace. Cuando ve lo que yo estoy viendo, toma aire y cierra los puños. ―Eso no lo hará. ―Estoy tan cerca que puedo percibir el aroma floral de su perfume. Envuelvo mis palmas alrededor de sus delicadas muñecas y fuerzo sus puños contra mi abdomen. ―Suéltame. ―Seré tu saco de boxeo. Pégame. Ella presiona más lejos de mí, probablemente deseando poder moverse a través del mostrador. Sus labios carnosos se separan. Vacila. ―N-no voy a hacer eso. ―¿Por qué no? He sido eso para ti desde que nos conocimos.
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