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La Novia Prohibida

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intro-logo
Blurb

Davide Romano es el subjefe del clan más temido de la Camorra, un hombre que destila peligro con cada movimiento, oculto tras un impecable traje italiano. La primera vez que lo vi, el miedo me susurró que había venido a matarme. La segunda, el odio me incitó a matarlo yo misma.

La tercera vez fue en Ibiza, donde nuestras miradas chocaron como espadas al otro lado de una iglesia, mientras mi hermana juraba amor eterno a su jefe.

Pero lo que más me atormenta de él no es su lengua viperina ni esas sonrisas que rezuman burla. Es su mirada. Esa mirada que se afila cuando mis nervios me traicionan. Esa mirada que se endurece al descubrir los moretones en mi piel. Esa mirada que se clava en mi anillo de compromiso, como si quisiera arrancarlo y destruirlo en mil pedazos.

Sé que permitirle acercarse es un error mortal. Mi familia depende de mi próximo matrimonio, y mi prometido solo me valora por mi inmaculada reputación. Una reputación que Romano parece decidido a demoler sin escrúpulos.

Por suerte, nuestros mundos están separados por un océano. Al menos, eso pensé… hasta que me susurra que vendrá conmigo a Nueva York.

Y que no tiene intención de irse.

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CAPÍTULO 1
POV ARIANNA Golpeo con las yemas de los dedos el reposabrazos de la limusina mientras nos deslizamos en una curva de la carretera costera que conduce a la casa de mi hermana. Atisbos del Mediterráneo se asoman entre la vegetación que bordea el camino, y cuando los árboles retroceden repentinamente, me regalan una vista abierta del mar debajo. Una vasta extensión de azul se extiende hasta el horizonte, brillando con el sol de la tarde. Se me corta el aliento. Cleo se inclina sobre mí para ver más de cerca, prácticamente presionando su nariz contra la ventana. ―Tienes que estar jodiéndome ―murmura, su voz cae en el susurro bien practicado que usamos cuando no queremos que nuestros papás escuchen nuestras conversaciones. Están sentados frente a nosotras, pero hemos perfeccionado mantener nuestra comunicación privada a lo largo de los años―. Ari, ¿este lugar es real? Mira esa agua. Solo mírala. ―Estoy viendo. ―Nunca he visto agua de ese tono de azul. Quiero decir, en imágenes, claro, pero supuse que era el filtro. Una sonrisa tira de mis labios. Esta es la primera vez que Cleo ha estado fuera de Estados Unidos y su entusiasmo es palpable. Ella resopla, haciendo que aparezca condensación en el cristal. ―Podría ahogarme en él. De hecho, creo que preferiría hacer eso que volver a Nueva York en una semana. Y así, la sonrisa desaparece de mi rostro. Mi hermana menor siempre ha sido dramática. Estoy acostumbrada, pero estamos a punto de pasar una semana con personas que no lo están, y ya puedo imaginar las repercusiones de que ella le diga algo inapropiado a la persona equivocada. Pero a Cleo no le importa eso. “Al diablo con las consecuencias” bien podría ser el mantra de su vida. Pero realmente se superó a sí misma en enero. La atraparon en la cama con un repartidor de pizzas de Brooklyn con rostro de bebé que claramente no tenía idea de quién era nuestra familia. Ese error probablemente le costó la vida, aunque papá ni lo confirmó ni lo desmintió. Fue un verdadero escándalo. La hija de dieciocho años de un don de la ciudad de Nueva York cayó en desgracia. Su virginidad fue tomada por un don nadie literal. Papá echaba espuma por la boca, su ira era tan palpable que incluso sus soldados se fueron a fumar afuera durante un largo descanso. Mamá se llevó a Cleo cuando papá terminó de gritarle, yo me quedé en la oficina de papá, y cuando me miró fijamente, supe que mi destino estaba sellado. La responsabilidad de salvar a nuestra familia ahora era toda mía. Su última hija elegible. Aliso mis palmas sobre mis pantalones de lino. ―¿Cuántas veces tengo que pedirte que no bromees con cosas así? Cleo sacude la cabeza. ―¿Quién dice que estoy bromeando? Pero he aquí un pensamiento menos morboso. Huyamos como Vale. Podemos vivir en la playa como un par de vagabundas. Miro a nuestros papás para asegurarme de que siguen sin darse cuenta. Solo tenemos dos guardias con nosotros en este viaje, pero en el momento en que papá escuche hablar de huir, volará con una docena más. Es un tema delicado después de que nuestra hermana mayor, Vale, hiciera exactamente eso. El mar azul al otro lado de la ventana me llama. La idea de quedarme aquí no parece tan mala, pero sé bien que no debo animar a Cleo. ―¿Cómo comeremos? ―le pregunto. Un mechón rizado cobrizo se desliza detrás de su oreja y cae sobre su mejilla. ―Buceo en el basurero. ¿Has oído de esto? ―¿Nunca has sacado la basura de tu casa y ahora quieres hurgar en la basura de otra persona? Cleo presiona las yemas de los dedos contra el cristal, con su mirada aún fija en el agua. ―Eres una aguafiestas. No actúes como si quisieras ir a casa más que yo. ¿Sabes? Si nuestros lugares fueran cambiados, y yo fuera la que está comprometida con Rafaele Messero, estaría abriendo esta puerta y saliendo del auto en este momento. Ante la mención de mi prometido, se me hace un nudo en la garganta. Rafaele se convirtió en el don más nuevo de Nueva York cuando su papá murió de cáncer el año pasado. Papá estaba feliz. Había estado tratando de ponerme en contacto con Rafaele incluso antes de que el patriarca Messero enfermara, y ahora el matrimonio resultaría aún más ventajoso ya que me casaría con un don. No pensé que Rafaele estuviera interesado en mí en base a las pocas interacciones en persona que tuvimos, pero de alguna manera, papá hizo que sucediera. Y me dejó una cosa muy clara. Esta es una alianza que los Garzolo necesitan desesperadamente. Has visto lo que sucede cuando vamos a la guerra con otro clan. Puede que hayamos ganado contra los Ricci, pero pagamos un alto precio por esa victoria. Murieron tres primos, dos tíos y media docena de soldados. Asistí a todos los funerales. Sostuve a mamás y esposas llorando en mis brazos. Di regalos a niños confundidos, algunos de ellos tan pequeños que no podían entender lo que les había pasado a sus papás y hermanos. Nuestros enemigos saben que hemos sido debilitados. Eres nuestra última esperanza para recuperar nuestro equilibrio en la ciudad. Junto mis manos en mi regazo. Mi familia está en problemas, y según papá, su futuro está en mis manos. ―Apenas conoces a Rafaele ―le digo. La verdad yo tampoco. Puedo contar con los dedos de una mano las veces que he hablado con mi prometido. Cleo arruga la nariz. ―Gracias, pero no gracias. Partirme el cráneo en el asfalto sería mejor que casarme con ese hijo de puta de rostro pétreo. Un miedo frío se desliza por mi espalda. Cleo nunca se reserva nada, pero a veces desearía que lo hiciera. Pasa un segundo antes de que se dé cuenta de lo que dijo, y me lanza una mirada de disculpa. ―Lo siento. ―Está bien. ―Es mentira. Nada ha estado bien durante mucho tiempo, pero se supone que esta semana será un respiro antes de que tenga que enfrentar la realidad y planear mi boda con un hombre que es un extraño para mí. Un extraño que se convirtió en asesino a los trece años. Dejo de rascarme las cutículas cuando accidentalmente me hago sangrar. Suficiente. Me prometí que no pensaría en todo eso mientras estemos en Ibiza. Después de todo, estamos aquí para celebrar. Una semana, dos bodas. La última boda de la semana es entre Vale y Damiano De Rossi, el nuevo don de los Casalesi. Dos días antes que ellos, también se casan Martina De Rossi, hermana de Damiano, y Giorgio “Napoletano” Girardi, el asesor de Damiano. No conozco bien a De Rossi, pero mi hermana dice que Damiano es su pareja perfecta. Estoy feliz por ella. De verdad. En realidad, quieren casarse. Debe ser agradable hacer lo que quieres. Cleo abre la ventana, dejando que el aire cálido y húmedo invada el interior de la limusina, e inhala profundamente. ―¿Hueles eso? Ese es el olor de la libertad. ―Cierra la ventana ―Mamma espeta, con sus delgadas manos deslizándose sobre su cabello para mantener bajo el frizz. Pasó una hora en el avión preparándose para nuestra gran llegada a la casa de Vale y Damiano, y aunque nunca admitiría que está nerviosa, una especie de ansiedad molesta emana de ella. Es la primera vez que toda nuestra familia estará junta desde que Vale se escapó de Nueva York. No culpo a mi hermana por hacer lo que hizo: su exmarido era un monstruo que la obligaba a torturar a la gente. Ella hizo lo que tenía que hacer para sobrevivir, pero mientras ella comenzaba una nueva vida en este lado del mundo, tuve que ver a nuestros amigos y familiares luchar como nunca. Hay una desconexión entre nosotras ahora. Una que se hace evidente en nuestras llamadas telefónicas. Cada vez que menciono los nombres de los miembros de la familia que murieron, Vale se calla y cambia de tema. Sé que está sufriendo, y así es como se las arregla, pero en mi cabeza, los nombres se repiten. Carlo. Enzo. Renato. Bruno. Tito. Cleo suelta un suspiro y presiona el botón para subir la ventana. ―Necesitamos hablar antes de que lleguemos ―dice mamá, sus manos todavía acarician su cabello―. Hay algunas reglas. ―¿Cuándo hay alguna vez que no? ―murmura Cleo. Papá echa los hombros hacia atrás y nos lanza a Cleo y a mí una mirada seria. ―Damiano De Rossi está a punto de casarse con su hermana, y así unirse a nuestra familia, pero dadas las circunstancias de este arreglo, no significa que vayamos a confiar inmediatamente en él o en su gente. Las circunstancias son que Vale eligió a su esposo esta vez. ―Técnicamente, ya están casados ―interviene Cleo. Presiono mis labios. La fuga es un tema delicado ya que papá y mamá no fueron invitados. Yo fui a la única a la que se le permitió venir. Cuando regresé a casa, no me hicieron ni una sola pregunta al respecto. Nuestros papás están decididos a fingir que nunca sucedió. ―Están casados cuando yo diga que están casados ―ladra papá―. Mantén tu ingenio sobre ti. No hables con los hombres a menos que sea absolutamente necesario. No deambules fuera de la propiedad. Bajo ninguna circunstancia deben hacerte preguntas sobre el negocio de nuestra familia. ―Como si supiéramos mucho al respecto ―se queja Cleo. ―Sabes más de lo que crees ―espeta papá―. Nada de plática, Cleo. Tus travesuras son bastante fastidiosas mientras estamos en Nueva York, pero no serán toleradas aquí en absoluto. Mi hermana entrecierra los ojos, disparándole dagas a nuestro papá. Apenas se hablan ya. Cuando lo hacen, por lo general termina en una discusión explosiva. Papá se pasa la mano arrugada por la corbata. ―Lo más importante, recuerden que somos los Garzolo. Nuestro apellido significa algo incluso cuando estamos lejos de Nueva York. No le den a nadie una excusa para tratarnos con menos respeto del que se nos debe. Respeto. He llegado a odiar esa palabra durante el último año, porque he visto hasta dónde llegará Papá para asegurarse de que todavía lo tenga. De sus capos, sus aliados, sus enemigos. Teme que un día entrará en una habitación y la gente no inclinará la cabeza ante él en deferencia, pero nunca ha intentado ganarse el respeto de nosotros, su familia. Para él, nuestro respeto es un hecho. Lo da por sentado, asumiendo que adoramos el suelo sobre el que camina. Durante mucho tiempo lo hice, pero no después de cómo manejó la situación con Vale. En lugar de admitir que fue un error entregar Vale a un hombre que debería haber sido institucionalizado, culpó a todos menos a sí mismo. Su principal preocupación era su reputación. ―¿Qué crees que están diciendo todos sobre mí? Dicen que no puedo controlar a mis hijas. Si no puedo controlar a tres niñas estúpidas, ¿cómo puedo controlar al clan? Así que no puedo evitarlo. Ante su mención de respeto, pongo los ojos en blanco. La mirada de papá brilla con ira. Está acostumbrado a este tipo de insolencia por parte de Cleo, pero es inaceptable viniendo de mí, la hija obediente. A él no le gusta eso. A él no le gusta eso en absoluto. Una disculpa sale corriendo de mi boca, pero ya sé que es demasiado tarde. Mis palmas se vuelven húmedas. Sus ojos resplandecientes permanecen fijos en mí hasta que la limusina gira hacia el camino de entrada que conduce a una familiar villa española.

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