CAPÍTULO 7

1595 Words
POV ARIANNA  Al día siguiente, la hora del cóctel comienza a las cuatro. Estamos detrás de la casa en el jardín cuidadosamente diseñado que da al agua. La brisa lleva olor a mar y sal. Pasa un mesero con una bandeja de canapés y le robo un trocito de pan con prosciutto encima. Estoy hambrienta. En el desayuno de esta mañana, todo lo que mamá me permitió comer fue un plato de fruta. Ella escogió mi vestido de novia sabiendo muy bien que era una talla demasiado pequeña, así que ahora está controlando mi peso. Ella me ha hecho este tipo de cosas antes, me viene a la mente mi baile de graduación de la preparatoria, y nunca se vuelve menos agotador. ―¿Hay un hombre desnudo en esa moto de agua? Mastico despacio. ―¿Qué? Cleo toma un sorbo de champán y señala hacia el agua. ―Justo ahí. Creo que es ese tipo Ras. La fuerza de mi giro casi hace que mi vino tinto se derrame de la copa. Él no lo haría. Entrecierro los ojos contra la luz del sol, de repente deseando que no fuera tan brillante para poder ver mejor. Entonces la moto de agua gira, y veo que efectivamente lo hizo. ―Oh, Dios. Ras se abre paso a través del agua ondulante, mientras mechones de su largo cabello escapan de su moño habitual. Está demasiado lejos para distinguir nada, pero está claro que no lleva ropa. El shock inicial es seguido por un extraño calor que cubre mi piel. ―Parece divertido. ―Cleo muerde algo que hace un fuerte crujido―. Deberíamos intentarlo mientras estamos aquí. Nuestros papás se derrumbarían si me desnudara frente a todos. Es el tipo de indecencia que pondría en duda mi reputación y haría que todas esas promesas a Rafaele sobre mi virginidad fueran irrelevantes. Un poco de bilis sube. La emoción de un paseo en moto de agua desnuda definitivamente no vale la pena que un viejo hurgue en mi v****a para verificar que soy tan pura como digo ser. Vale aparece ante nosotras. Lleva un favorecedor vestido verde, una ligera capa de maquillaje y un brillante collar de diamantes que sin duda es un regalo extravagante de Damiano. ―Ahí están. ¿Vieron a Vince? Los guardias me dijeron que llegó mientras me arreglaba. ―Lo vimos un segundo antes de que papá se lo llevara. ―Cleo estira la mano y pasa un dedo por el collar. Ella tiene una cosa por las cosas brillantes―. Lindo. ―Gracias, me pregunto cuándo terminarán. Solo escucho a medias, mi mirada se dirige inexplicablemente hacia el mar donde cierta persona está retozando con su traje de Adán. Vale se da cuenta y se gira para mirar. Ella se burla. ―Típico. ―¿Eso es una cosa en Ibiza o es solo Ras? ―Un poco de ambos. Una cosa que aprendí sobre Ibiza desde el principio es que la gente aquí no es tímida para quitarse la ropa. Déjame contarte la vez que Damiano me llevó hasta Dalt Vila… La moto de agua se acerca y gira, y hago algo de lo que me arrepiento inmediatamente. Le veo el trasero. Está justo ahí. Y es... bastante agradable. Tonificado y firme, si se puede confiar en mi evaluación visual. Me muerdo el labio inferior. Esto es lo que realmente detesto admitir, incluso a mí misma en la privacidad de mis propios pensamientos. Ras da la impresión de ser el tipo de hombre que podría seducir a cualquier mujer si se le da el tiempo suficiente. Hay algo ferozmente atractivo en él. El conjunto de sus cejas, la peculiaridad permanente en el lado izquierdo de su boca, la forma segura en que lleva su cuerpo musculoso. Es obvio que es físicamente fuerte, pero no tiene las proporciones ideales a las que aspiran los hombres y dedican largas horas en el gimnasio para conseguirlas. Parece alguien que consiguió ese cuerpo por necesidad. Haciendo las cosas que había que hacer. Odio esto de él. Desprecio el hecho de que si él nunca hubiera abierto la boca o mostrado su mal carácter, lo hubiera visto caminando por la calle y pensado que es hermoso. Prefiero que me estrangulen y me arrojen al mar antes que admitir esto. Cuando se gira una vez más, desvío la mirada. Tomo un sorbo de mi cóctel y asiento junto con la historia de mi hermana. Pasa un tiempo antes de que me atreva a ver hacia el mar y, cuando lo hago, la moto de agua ya no está. Una presencia aparece a mi espalda. No me preguntes cómo sé que es él, solamente lo hago. Por supuesto, pretendo que no está aquí, y cuando se une a la conversación, solo le doy una mirada rápida. Se ha vestido a toda prisa: los botones de su camisa están a medio hacer, revelando una franja de pecho musculoso, y su cabello gotea agua por su espalda. Parece no molestarse en absoluto por el hecho de que acaba de exhibirse ante toda la fiesta. Su indiferencia me irrita. ―Montaste todo un espectáculo ―le digo durante una pausa en la conversación cuando Vale saca su teléfono para mostrarle algo a Cleo. ―¿Lo disfrutaste? ―responde sin perder el ritmo. ―Perdí el apetito. Él se ríe. ―Y yo estoy hambriento. Estar en el agua siempre me da hambre. La forma en que dice hambre hace que el calor me suba a las mejillas. Como para enfatizar su punto, toma un crostini de queso de cabra de una bandeja que pasa. ―Deberías intentarlo. Todavía queda tiempo. ―Podrías tratar de ser más sutil acerca de querer desnudarme. Sus ojos chispean. ―Nunca dije que necesitabas quitarte la ropa, pero tiendo a tener ese efecto en las mujeres. Pongo los ojos en blanco con tanta fuerza que tengo miedo de que se atasquen en la parte de atrás de mi cabeza. ―El único efecto que tienes en mí es la indigestión. Su risa profunda no es del todo desagradable y envía un zumbido dentro de mi bajo vientre. Le doy a mi cabeza una ligera sacudida. El calor, el alcohol y mi estómago casi vacío claramente están mezclando algunas señales cerebrales, porque no hay forma de que encuentre nada agradable en Ras. Decidiendo que es hora de hacer mi salida, me muevo para pasar junto a él, pero él me detiene agarrando mi antebrazo. ―Dime, ¿por qué tu lengua se vuelve tan afilada cuando estoy contigo, pero pareces tragártela cuando estás con tus papás? Un escalofrío recorre mi columna vertebral. ¿Por qué me está tocando? No debería estar tocándome. Lanzo una mirada nerviosa en dirección a Vale y Cleo, pero se han alejado para saludar a Vince, quien finalmente llegó. Mamá y papá están más lejos conversando con Damiano. Mi mirada encuentra la de Ras. Me doy cuenta de que sus ojos color avellana oscuro tienen motas de bronce. ―¿Por qué te importa? Su agarre sobre mí se aprieta, y me jala más cerca. No puedo decir si es para intimidarme o simplemente para asegurarse de que nadie escuche nuestra conversación, pero sospecho que es lo primero. Su toque quema a lo largo de mi brazo. ―Si dejas que la gente te presione, seguirán haciéndolo, Ari. La ira estalla dentro de mi vientre. Tiro de mi codo, pero su agarre sobre mí no cesa. ―¿Nadie te enseñó que es de mala educación dar consejos no solicitados? ―Debo haberme perdido esa lección. ―Él arquea una ceja poblada―. ¿Y entonces? ¿Tu mamá te tiene en algún tipo de dieta para que estés bien y débil cuando llegue el momento de caminar por el pasillo? ¿Se está asegurando de que no tengas la fuerza para huir? ―¿Por qué habría de huir? ―le gruño―. Por lo que sabes, no puedo esperar para casarme con Rafaele. Él se ríe de mí. ―Oh, sí. Suena como un verdadero partido. ¿Vas a ser toda mansa y obediente para él? Ayer en el almuerzo tuviste una actuación convincente. ―Quítame la mano de encima antes de que papá lo vea ―rechino, tratando de enmascarar el lento hervir de pánico dentro de mí. No puedo seguir recibiendo bofetadas, incluso mi corrector de cobertura adicional tiene sus límites. Ras me suelta y su expresión se vuelve inquisitiva. No me gusta nada. ―Eso es lo que estoy tratando de averiguar ―dice en voz baja―. ¿Qué versión tuya es la verdadera Arianna ? Mi cuerpo se vuelve inmóvil y hueco, su pregunta traquetea dentro de la cavidad de mi pecho como una serpiente. Aprieto los labios, deseando que desaparezca la sensación inquietante. ―No sé a qué te refieres, pero esta conversación ya pasó su fecha de vencimiento. Su reacción no es la que esperaba. Algo se enciende en sus ojos y me señala con un grueso dedo. ―Eso, justo ahí. ¿Ese fuego es real? ¿O solo estás fingiendo ser alguien que no eres? Mis dientes se aprietan. ―Adiós. ―Doy media vuelta y camino por el césped, desesperada por alejarme de él y de sus malditas preguntas. Porque la verdad es que me clavó algo en la cabeza. No sé si el fuego es real. Todo lo que sé es que realmente solo comenzó a salir después de que lo conocí.
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