Abril era una mujer pequeña de tamaño, no solo porque alcanzaba apenas el metro cincuenta y tres, sino porque todo su esqueleto era minúsculo. Eso sumado a su poca grasa corporal la hacían ver como una niña de secundaria. Sus ojos color miel siempre estaban brillantes y alegres, la sonrisa era su fiel compañera todos los días y la energía que desprendía hacían dudar a sus acompañantes si el exceso de azúcar era lo que la llevaba a estar siempre moviéndose de un lugar a otro. Vivía en un edificio de ladrillo visto muy cerca del centro de la ciudad, se movía generalmente en transporte público y alguna vez, como la del día de la entrevista, lo hacía en taxi, no le gustaban ya que opinaba que era innecesario mover un auto para llevar a una sola persona. Compartía departamento con su madre y tres hermanos adolescentes que no dejaban de meterse en problemas. En la puerta de enfrente a la de su hogar vivía su tía con su esposo y dos pequeñas niñas, arriba se encontraban los departamentos de otro tío con su esposa y tres niños. Enfrente de éstos últimos estaban sus abuelos que contaban con casa propia. Eran una gran familia, muy unida y tan enérgica como la propia Abril. Ella, siendo una de las más grandes, cargaba con la presión de ayudar a todos en lo que se requiriera, esto podía ir de cuidar niños a problemas económicos. No le importaba ni molestaba, amaba a cada uno de los integrantes de su familia y era feliz si ellos lo eran. Cuando regresó de su entrevista se armó un enorme revuelo en el edificio por el nuevo trabajo de la muchacha, todos los integrantes de la familia, y algunos vecinos, subieron a la terraza a festejar la novedad con una suculenta cena.
A la mañana siguiente Abril se encontraba a las 8:55 parada en la puerta de vidrio esperando que llegara el hombre que la había entrevistado el día anterior. Lo vió a lo lejos, con su pantalón de jean oscuro, remera verde y campera negra. Su altura era mayor que la que recordaba, al igual que su cuerpo. El hombre miraba su celular mientras se aproximaba a donde se encontraba ella de pie, por lo que no la vió hasta que estuvo a su lado.
— Chocaras con alguien si no miras por donde vas… Sé que no soy quién para regañarte por esto pero… — El hombre levantó la mirada y abrió sus ojos marrones muy grandes ante la sorpresa. Ella lo miró extrañada, después de todo habían quedado en que estaría allí. ¿Tal vez él pensaba que no cumpliría?
— ¿Qué mierda haces aquí? — le gruñó el morocho. Abril ahora estaba sorprendida, ¿acaso estaba loco? Él le había ordenado que estuviese ahí.
— Yo… ¿no te acuerdas? — le preguntó con calma —. Ay, yo sabía que estabas loco… Claro, ¿quién me iba a contratar después de todo lo que hice y dije?… Pero en serio necesito el trabajo, ayer hasta hicieron una fiesta en mi honor por haberlo conseguido ¿ahora tengo que volver a casa y decirles que vomiten toda la comida porque no fui contratada? No creo que sirva porque ya está digerida — reflexionó para sí misma.
— ¡Calla! — gritó el hombre a su lado —. Explícame qué haces aquí — agregó con una fingida calma.
— En serio no recuerdas —afirmó ella —. Tú me contrataste ayer — explicaba seria y segura —, me dijiste que viniera hoy y comenzara con todo, hasta ibas a llamar a Agustín para... ¡Agustín! — exclamó y lo tomó del brazo —. ¿Lo llamaste verdad? Dime que lo llamaste — El hombre la miraba entre enfadado y asustado, ¿qué demonios le pasaba y por qué hablaba tanto?
— Sí lo llamé — escucharon una tercera voz a su lado.
Abril se giró y vió a otro hombre idéntico al que ella estaba sujetando que la miraba con simpatía. Ella intercambiaba la mirada de un sujeto al otro, tratando de procesar el hecho que enfrente tenía a dos personas iguales.
— ¿Qué demonios? — preguntó en un susurro la mujer —. Pensé que te habías vuelto loco de verdad. Eso explicaría por qué me contrataste pero…
— Abril — la interrumpió el recién llegado —, te presento a Javier, es mi hermano gemelo y socio — Y allí ella notó que aún lo sujetaba del brazo, por lo que, con un rápido movimiento, soltó al hombre que la miraba con fastidio —. Javi, ella es nuestra nueva maestra pastelera — dijo orgulloso de su elección y ganando una mirada fulminante por parte de su hermano.
— ¿En serio? ¿De todo el mundo contrataste a la loca que me robó el taxi? — preguntó irritado.
— Tomé sin autorización — corrigió la mujer levantando el dedo en alto —, y te dí dinero de sobra para tu café — agregó.
— Es la mejor, yo lo sé, tú lo sabes, ella también. Ayer comiste sus pastelitos con muchas ganas y no escuché ninguna queja — La sonrisa de satisfacción en la muchacha irritó aún más a Javier —. Ahora entremos que Agustín debe estar por llegar.
Una vez dentro del local Abril pudo ir a la cocina y deleitarse con el buen tamaño de la misma. Tenía todos los accesorios necesarios, además de que eran nuevos. Observó el tamaño de los hornos y las heladeras de almacenaje, sintiéndose satisfecha por cada cosa que encontraba ahí. Jamás había estado en el inicio de un negocio, y esto le daría la oportunidad de marcar ella una tendencia en la cafetería y no tener que seguir la que le imponían. Sonrió feliz. A lo lejos, en el salón donde aún estaban apiladas las mesas y sillas, escuchó a los hermanos pelear mientras susurraban, supuso que no querían que ella supiese sobre lo que hablaban pero no contaban con su buen oído, desarrollado especialmente para atrapar a sus hermanos cuando hacían algo indebido.
— Manuel, te llamo para contarte que una mujer me saca el taxi tirando mi café sobre toda mi ropa y tu la contratas apenas llega, ¿cómo no voy a estar enojado? — preguntaba Javier muy cerca de la cara de su hermano y con evidente enfado.
— Primero me dió mucha curiosidad saber que una mujer te robara el taxi y solo se detuviera a dejarte dinero, la conocí y realmente es… diferente — La forma en la que lo dijo hizo sonreír a la chica que escuchaba desde su posición —. Segundo, es la mejor en lo que hace, y si nosotros queremos ser los mejores en este negocio tenemos que contratar a gente que sobresalga, en este caso, ella — Ahora su pecho estaba rebosante de orgullo —. Tercero, ella golpeó al idiota de Pablo — Pudo escuchar como el hombre reía al explicar este dato, lo que no pudo ver es la cara de sorpresa de Javier.
— ¿Contrataste a la mujer que le rompió la nariz a Pablo? — preguntó Javier entre sorprendido y enfadado.
— Sí, se lo merece.
— Dios, Manuel…
No pudieron seguir porque la puerta se abrió dando paso a un hombre bastante bajito, de pelo n***o desordenado y piel muy blanca. Caminaba despacio al mostrador sin notar a los dos hombres que estaban al otro lado del salón.
— Hola — dijo Javier con voz firme asustando al recién llegado.
— Ah, hola — respondió él un tanto tímido —. Me llamaron para una entrevista, soy Agustín García — Extendió su mano aunque aquellos hombres estaban bastante lejos para saludarlos.
— Ah, sí — exclamó alegre Manuel —. Siéntate y ya estamos contigo — le indicó una mesita con cuatro sillas —. Voy a buscar a Abril — le susurró a su hermano para luego entrar en la cocina.
Javier miró extrañado como su idéntico desaparecía detrás de la puerta doble de metal que daba paso a la cocina. Suspiró sin poder entender qué tenía que ver aquella mujer en todo esto y caminó hacia donde el pequeño hombre estaba sentado. Una vez frente a él tomó asiento con una enorme y cordial sonrisa en sus labios.
— Soy Javier Allende, un gusto — le dijo extendiendo la mano. El hombrecito la tomó y notó que ésta era un poco más de la mitad del tamaño que la del muchacho que tenía enfrente.
— Oh no… — escuchó Javier susurrar a Agustín que miraba impactado sobre su cabeza a algo que estaba a su espalda. Sintió entonces a su hermano sentarse a su lado y Abril al lado de éste —. Dime que es un chiste — El pequeño casi le suplicaba a la mujer que lo miraba con una enorme sonrisa de satisfacción.
— ¿Se conocen? — preguntó Javier señalando a ambos.
— Quisiera que no — respondió Agustín mirándolo con resignación.
— Vamos, Agus querido — decía ella mientras pasaba su brazo por encima de sus hombros para apretar el que estaba más lejos —, sé que me quieres, no en este momento, pero me quieres.
— Perdí el trabajo por tí — gruñó él.
— ¿Ves? Mira todo lo que me quieres que hasta dejaste que te despidieran por mí.
— ¿Puedo saber la historia? — preguntó Manuel divertido mientras se apoyaba en la pequeña mesita. Javier solo se dedicó a cruzarse de brazos y esperar lo peor.
— Ella… está loca, ¿lo saben no? — preguntó Agustín. Ambos hermanos afirmaron con la cabeza —. En mi antiguo trabajo golpeó al hijo del dueño en la nariz, cuando yo estaba en la cocina y como se me escapó una risa, sin querer, el tipo se ofendió y la dejó sin trabajo a ella y a mí — dijo mirándola con algo de cariño.
— Ay… historias de acoso — dijo ella divertida mientras ventilaba con sus manos como espantando algo que allí no había.
— Bueno, pero nos ha dicho que eres el mejor en lo que haces y que seríamos unos estúpidos si no te contratamos — afirmó Manuel.
— ¿En serio nos llamó estúpidos? — preguntó Javier sin saber si era verdad aquella historia.
— No es importante — dijo ella —, lo importante es que Agustín trabaja en una pastelería que parece caerse a pedazos en cualquier momento y desperdicia todo su talento — afirmó con una sonrisa.
— Abril, eres amable, pero sabes que si acepto no podrás gritarme como loca otra vez, ¿verdad? — ahora ambos hermanos levantaron una ceja a modo de pregunta.
— ¡Ja! gritarte. Que imaginación — dijo ella como desmintiendo algo que, a todas luces, era cierto —. Seremos el mejor equipo de la historia y la gente se va a llegar a morir en la fila para poder probar lo que preparemos — imaginó toda ilusionada.
— Bien, no quiero que muera nadie — agregó Manuel —, pero si aceptas el puesto es tuyo.
— ¿Y mi opinión? — preguntó Javier.
— Nadie la quiere — contestaron Abril y Manuel al mismo tiempo. Luego se miraron y chocaron los cinco a modo de festejo.
Javier miraba a su hermano extrañado, no entendía por qué estaba tan relajado frente a la pequeña mujer. Él era serio, en general, y esa actitud solo la dejaba salir cuando estaban a solas o con su hermana, era raro verlo así con alguien más.
>, pensó Javier mientras observaba a ambos hablar muy entretenidos.
— ¡A trabajar! — gritó repentinamente Abril al ponerse de pie. Agustín sonrió y luego de unas palabras más ambos se fueron hacia la cocina.
— Bien, contrataste a la pastelera más loca de la ciudad. Ahora empecemos a ganar plata — dijo Javier palmeando la espalda de su hermano que lo miraba desde su silla con una enorme sonrisa en los labios.