Era una tarde estupenda. Tres atractivos hombres se encontraban conversando con tranquilidad, riendo por alguna cosa sencilla que alguien acababa de comentar. Javier se sentía en calma, en paz, tratando de empujar al fondo de su mente la sensación que tenía y le pinchaba el costado. Nicolás se acercó con la bandeja llena por el pedido realizado por aquellos hombres, su entrecejo estaba fruncido y la seriedad que lo acompañaba era inusual. — Hola Nicolás — dijo Jeremías apenas lo vió llegar. — Hola a todos. Aquí está su pedido — respondió el joven mientras dejaba las tazas sobre la mesa, produciendo un sonidito cuando las mismas tocaban el vidrio de la mesa. — ¿El mal humor es porque éste idiota está con tu hermana? — preguntó Jeremías. Nicolás miró fugazmente a su jefe que mantenía e