12 Cansiller segunda parte.

1542 Words
Gastón. Es asombroso cuando uno lee a las personas y puede anticipar lo que se espera cuando te piden hablar en privado. -¿Para que soy bueno, señor Taylor?- indago siguiendo el recorrido de su mirada directo a las caderas perfectas de Nella. -Es hermosa- acota cuando la pierde de vista. -Lo es- Confirmo- También muy profesional. -Ya que dice profesional, ¿su papá?- desvía la conversación con agilidad. -Mi papá falleció hace dos semanas, cansiller. -Mis condolencias para usted joven. Realmente no lo sabía.- se lamenta- Hablé con él gerente, pero no sabía las razones. Analizo de sobremanera su actitud y parece genuinamente sorprendido. -Muchas gracias. ¿Algo más? Asiente levemente y sus custodios de apartan una buena cantidad de metros y él se acerca más a mi para hablar en murmullos. -Me gustaría saber si su compañera aceptaría salir a cenar conmigo- dice directo y disimulo la ira que fluye por mi cuerpo sin contestar nada- Quiero decir, soy un hombre divorciado, ella es una joven interesante y de bien ver y quisiera saber todo sobre ella cuando mis hijos se vallan y su custodia culmine. -En primera instancia, no suele mezclar el trabajo y el placer, porque como ya le dije, sobre todo es profesional y segundo que nada, ella está próxima a casarse- conmigo, añado en mi mente- y respeta a su pareja. Ahora es mi turno de ser evaluado y no me esfuerzo en camuflar mi descontento. -Está bien- accede dando un paso atrás- Soy un hombre que sabe cuando debe rendirse. Gracias, Lucks. No puedo partirle la cabeza, me recuerdo. Está mal insultar a tus empleadores, refuerzo para no hacer nada ante un cliente fiel. Subro refunfuñando, molesto con que haya puesto sus ojos güeros en mi futura esposa, enfadado con su descaro. ¿No puede al menos ser hostil para no llamar la atención? Se que no es su culpa y me lo repito varias veces mientras le cuento brevemente lo que sucedió y lo que le dije al maldito cansiller calornturiento. Me baño velozmente y cambio mi elección de ropa a una acorde a la que ella utiliza, ya que iba a usar traje completo. Me camuflo detrás de la columna de la cocina cuando escucho su voz autoritaria y retadora, esa que usa con el idiota de Miguel y me enorgullece. -Le confirmo que soy una mujer comprometida, y para aclarar, no soy una perra a la que deban marcarle territorio. Se darme mi lugar, señor cansiller. ¿Algo más y que tenga que ver con lo laboral, para ser más específica? El silencio se adueña de la cocina y decido ingresar como su no hubiera escuchado que en realidad, él no sabe rendirse e insistió con ella. -Con permiso- saludo generando un carraspeo en el desgraciado. -Nada más, señorita.- se levanta sin hacer contacto visual y se retira- Buen provecho. - Igualmente- digo en voz alta y ojalá que te caiga mal la comida, dentro de mi mente- Marianella. Su mirada está en la espalda desaparecida de Anuk Taylor, enojada y enmarcada con sus cejas fruncidas en desagrado. Me paro en su cambio de visión, ocasionando que sacuda la cabeza y pase una mano por su boca, suavizando sus gestos. -¿Licuafo de frutas o café?- ofrece. -Ambas y tostadas- acepto tomando el pan de la mesada y dirigiéndome a su lado para prepararlo. Sobre la isla de la cocina, hay pasta y mermeladas que unto en las cuatro tostadas que preparé y comparto la mitad con ella. -Gracias- se acomoda a mi lado luego de acercar nuestros cafés calientes y dos vasos de licuado. Desayunamos en silencio, con nuestras rodillas rosandose cada cierto tiempo, hasta que decide cruzar sus piernas y su pie derecho toca mi pantorrilla. Las empleadas ingresan a pelotón y continúan con lo que dejaron a medias, estimo que a solicitud del cansiller. Empujo a Nella, levemente con el hombro cuando siento la tensión en su cuerpo y suspira ante el contacto devolviendo mi gesto. Lavo mis cosas y me dirijo a la puerta del comedor donde nuestros protegidos desayunan, esperando la nueva orden, que es simplemente seguirlos a la alberca hasta que se son llamados para el almuerzo. No suelo ser un hombre posesivo, pero la perseverancia del cansiller, me hace estudiar a cada hombre que nos rodea. Quizá saben disimular demasiado bien, pero a parte de él, nadie más le dirige demasiada atención y me reconforta mentalmente. ¿A este tipo de cosas se expone con normalidad? Es guardaespaldas y hay de todo en este trabajo, me recrimino. Gente que no te presta atención, algunos que tratan de hacer buenas relaciones entre empleado y empleador, otros clientes que mantienen las distancias y otros atrevidos como el cansiller o los malditos deportistas ególatras que se creen dueños del mundo. Espero que Miguel no la haya enviado durante un mes con alguien así, porque si ese baquebolista fue desubicado, no deseo imaginar su tormento al estar sola. Luego del almuerzo, los chivos repiten la rutina de estar todo el día en el agua o tomando sol tranquilamente. Taylor se acerca de a ratos y observo que Marianella no le da la espalda, hasta que ya es la hora de irnos a descansar. Parece más alerta que de costumbre o como se me ha permitido verla estos días, incuso mayor que estando en las oficinas de Security. Nos aseguramos de que Mila y Marlo ingresen a sus habitaciones y no dispongan de alguna salida nocturna para ir a descansar. Nella ingresa directo a tomar su ropa y se dirige al baño con el gesto serio y en absoluto silencio. Saco el short y la remera que elegí para dormir en este lugar, porque comparto espacio con una dama y me siento en su cama a esperar a que salga. La nube de vapor la sigue cuando avanza hacia mi. -¿Estas bien, Nella?- susurro. -Si, yo- cierra sus ojos con fuerza y se coloca la toalla en la cabeza, encerrando su cabello corto, oscuro y mojado, en un torniquete ajustado- Estoy bien. No te preocupes. -¿Segura?- insisto tomando una se sus manos y recorriendola con mi pulgar. -Si. No necesito que me defiendas de nada- reclama con disgusto- Por si no lo sabes, se cuidarme sola, Gastón. Sonrió al reconocer que su actitud desafiante no mengua ante nada ni nadie y me paro evitando que su enojo se dirija a mi persona. -Solo me preocupabas- me defiendo. -No tienes que hacerlo- refuta y me ignora. La dejo calmarse mientras tomo mi propia ducha. Claramente, si será mi esposa así sea en papeles, debo preocuparme por su bienestar, tanto físico como mental, aunque nada impidió que lo hiciera antes. Se ha convertido en una mujer fuerte, optimista y segura que me encanta cada vez más. Dejó de ser la niña que admiraba y cuidaba a la distancia. Es más consiente de sus actos y se enfoca en el cuidado de su salud. No puedo evitar que mis recuerdos me lleven a la segunda vez que la escuché atentar contra sí misma. El sonido a través de la pared, me hizo imaginar el rostro de quien los causa y una oleada de malestar se asienta en mi pecho oprimiendo mi respiración deseando volver al gimnasio y que mi entrenador me recuerde todo lo que ha venido murmurando sin parar desde hace un mes. -Si de verdad quieres trabajar en tu físico, Germán, hace falta más que levantar kilos de pesas. Debes ser constante, cuidar tu salud física y mental, debes hidratarte correctamente y descansar las horas que corresponden, sino, jamás lograrás tu comerido- su dedos de apuntalan en mi sien- Enfoque, Germán. Siempre enfocado, disciplinado y constante y lograrás tu objetivo. Al verla salir por la puerta, sus ojos color cielo me miran alarmados y me preparo mentalmente para el insulto que sé que vendrá luego de lo que le voy a decir. -Si de verdad quieres un cambio, te sugiero que te antes en un gimnasio- extiendo una tarjeta del lugar al que voy- No haces más que hacerte daño, Marianella. -¿Qué sabes tu si no lo he intentado?- refuta- Podrías dejar de meterte en mi vida y dedicarte a lo tuyo, Germán. -Mi entrenador me dijo que con constancia, disciplina y enfoque, todo es posible- repito sus palabras- Si quieres podemos ir en él mismo horario hasta que tengas una rutina establecida. Ver su postura recta, sus cejas fruncidas y sus manos echas unos firmes puños, me indican que tal vez, me pasé de la raya. Tomo un lapicero, anoto mi contacto y pongo la tarjeta dentro de su bolso. -Llamame si quieres compañía. Ese día no dije nada más y tampoco lo hago en los infernales días que dura esta maldita asignación de custodia. Mila y Marlo no salieron más que a cenar con su padre la última noche. Los ojos de él, iban cada cierto tiempo hacia Nella. Ella lo ignoraba campanetemente, pero yo lo ví cada una de esas veces, hasta que los despedimos en el aeropuerto y nos dirigimos a Security LGL Lucks a dejar el informe de satisfacción del cliente y luego a su casa para descansar.
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