Marianella.
No hay diferencia entre lo que pasó con esta última asignación y alguna de las anteriores. Lo único excluyente, es que Gastón no se separaba de mi más de lo que le resultaba necesario.
Mi actitud de lárgate a la mierda y los Gerard y los Sims mezclados como buenos apellidos de carácter, le brindaron suficiente inteligencia para no hablar de otra cosa que no sea trabajo.
Agradecí a todos los santos por llegar a casa a poner mi ropa a lavar y al fin descansar de las ganas de convertirme en una asesina de cansilleres extranjeros.
El desgraciado debía quedarse, pero como no está bajo mi custodia, me importa tres rábanos lo que le suceda. Solo imploro que no pida alguna estupidez como suelen hacer los hombres cuando se obsesionan.
Descanso todo lo que me es posible luego de estar una hora en mi tina, relajando mi cuerpo y tratando de serenar mi mente.
Me levanto con los ánimos renovados y me dirijo a la empresa, un rato antes, para ver que es lo próximo en mi cronograma.
-Buenos días, Jorge- me acerco a saludarlo con una sonrisa gigante- ¿Cómo has estado?
-Lo más bien, niña. Curioso de que no la había visto en estos días.
-Ya sabe- desestimo apoyando mis manos en su escritorio impecablemente organizado- Asignaciones con cama dentro y esas cosas.
-Me alegro mucho- mete una mano en el bolsillo de su pantalón de vestir azul marino- Tengo algo para usted.
Su metro setenta, medio encorvado debido a su edad, se irgue lentamente para luego, extender su mano y Pásame una memoria con lo que solicité.
Escucho el auto de Miguel y los nervios hacen mella en mí, porque en primera instancia, es mi mayor sospechoso.
-Almuerce antes de comerse el chocolate, niña- advierte cuando Miguel se acerca a husmear lo que hacemos.
- Gracias por el consejo, Jorge. Que tenga buen dia- le guiño un ojo- Nos vemos más tarde.
-Buenos días, Jorge- saluda kurando sobre mi hombro.- No deberías darle chocolates, sino va a explotar.
-Buenas para usted también- se acerca a nosotros rodeando el escritorio- Son de dieta, así que no le va a hacer mal.
-Lo que digas- espeta de mala manera.
Decido ignorarlo cuando escucho el sonido de otro auto estacionar junto al del idiota mayor y no tengo que adivinar quién es, cuando sale sonriendo abiertamente.
-Buenos días, preciosa- habla a la distancia y me rio porque se que lo hace para molestar a mi acompañante- ¿Descansaste?
Me acerco al ascensor que está próximo a él mientras pienso que hoy todos nos caímos de la cama, ya que por lo visto, todos llegamos antes de la hora normal.
-Si ¿Tu?- le sigo el juego- ¿Pudiste dormir bien con el baño más cerca de tu cama?
-Maldito idiota- susurra Miguel a mi espalda.
-Perfectamente- confirma Gastón pasando una mano por entre mi brazo, tomando mi cintura y dejando un beso largo en mi mejilla- Aunque no me quejo de compartir cuarto contigo.
-Si, claro- se queja el idiota.
Disimulo la risa mirando a Lucks, pero me causa gracia que hable en voz alta lo que se supone que tendría que permanecer en su mente.
-Cuando quieras- insinúo un poco en broma y un poco en serio.
-¿Pueden parar de coquetear delante de todo el mundo?- exige exasperado- Es como demasiado.
-No nos quejamos cuando lo haces con Jesenia ¿Porque no lo haría yo también?- le reto mirando su rostro enfadado.
-No hay reglas al respecto, Lacoste y como en realidad todavía no salimos, puedes ahorrarte la de la asignación en conjunto que programa tu sucia mente.
El ascensor abre sus puertas y bajamos frente al escritorio de Jess.
-Ti Sici minti- se burla- De todos modos no puedes negar que te interesa.
Realmente no entiendo su actitud burlona, su queja y su enfado. No es que no hubieran parejas dentro de la empresa. Lo único que Leonardo siempre nos solicitó es el profesionalismo en el trabajo. Separaba las parejas para las asignaciones evitando despistes y luego hablaba con todos sobre dejar los problemas personales fuera de Security LGL Lucks.
-No negaré eso, Lacoste pero como dije, ella no me ja dado la opprtunidad- Gastón cruza sus brazos despreocupado- Buenas Jesenia ¿Algo para mí?
-Hola- se ruboriza y sonríe haciéndose la tímida, porque de timidez no tiene nada- Lo llamó su abogado y pidió una cota con usted.
-Esta bien. Ya lo llamo ¿Qué más?
-Por el momento, solo eso, señor Lucks.
-Muéstrame lo que hay para hoy, Jess- exige Miguel tomando la carpeta de su lugar.
-Tu tienes esto para firmar y confirmar un par de presupuestos- le entrega unos papeles que él apila para enviar en su despacho.
-OK. Llévame un café a la oficina y noe pases llamadas por un rato.
-Correcto. Tu Marianella, no tienes asignaciones pendientes. Cualquier cosa te llamo.
-Ok- afirmo.
Siento la mirada de los presentes sobre mi. Gaston permanece a un lado, cruzado de brazos y esperando valla a saber que, Miguel aún con su mano en el picaporte de su oficina y Jesenia detallando mi uniforme.
Los pantalones cargo, se negaron a secarse, por lo que me coloqué pantalones de vestir, camisa de manga corta color nude y mi campera de la moto.
-Si no has desayunado- su cálido aliento estremece todo mi cuerpo desde el lado izquierdo- Te invito a comer, Nella.
Roto sobre mi hombro, rozando su gran pecho antes de hacer contacto visual con él y le sonrío descarada.
Es posible que esté confundido por mi actitud estos días. Si piensa que no soy capaz de contestar a sus provocaciones y de enfurecer a Miguel, está muy lejos de lo correcto.
Como dice el dicho, para que un juego sea divertido, deben de jugar dos. Sin pasarme hacia el otro extremo, finjo hacerme la interesante.
-¿Comer o comerme?- inquiero despreocupada.
Un gruñido comunitario hace eco en la habitación y sonrió satisfecha por descolocar a más de uno.
Su mirada, en cambio, se vuelve oscura mientras la dirige a mis labios y humecta los suyos notoriamente descolocado.
-Lo que suceda primero, preciosa- contraataca con la voz más grave.
La carcajada brota de mi garganta sin poder evitarlo y me centro en él y solo en él para que todo sea creíble.
-Juegas con fuego, Gastón- le guiño el ojo y apoyo mi cuerpo sobre mi pierna izquierda, acción que el sigue sin disimulo- Pero tengo hambre, entones, acepto.
-Me encanta jugar con fuego- menciona guiándome al elevador- Nos avisan si sale algo, por favor, Jess.
La muy perra asiente con la boca gigante y admito que somos demasiado buenos actores.
-Así que te gusta jugar con fuego, preciosa- en dos pasos me acorrala contra el elevador y apenas levanta sus ojos a una esquina.
Me rio echando la cabeza hacia atrás como si fuera el mejor chiste y veo la cámara de seguridad. Por lo visto, el teatro continúa.
-Me gusta, pero no estoy tan segura de que seas una buena opción- alego con un puchero.
-¿No?- susurra acercando sus labios a los míos.
El corazón comienza a latir más rápido, el calor de su cuerpo traspasa cada barrera de tela construida por el hombre y las ganas de terminar con esa maldita distancia, comienzan a pelear con la razón.
-No- miento sobre su boca.
Sus ojos marrones me enfocan y por debajo de las pestañas, veo su comisura erguirse. La punta de su lengua apenas me roza cuando moja sus labios y me obligo a tragarme el gemido que provoca. Me obligó a recordarme que esto es un pacto de palabras cuando es suficiente para él.
Sus labios hacen contacto con los míos y los ojos se me cierran involuntariamente, suave, tranquilo, disfrutando el momento, una vez, dos y una tercera antes de abrir sus ojos y encontrarse con los míos.
Para la próxima vez, ninguno tiene reparos de nada. Sus manos me acunan el rostro y las mías se sujetan de sus antebrazos a la vez que me paro en puntas de pie.
Su legua pide permiso silencioso recorriendo mis labios y un gemido se va con el acceso que le permito. Su gruñido envía oleadas de corriente por mi espina dorsal y siento mis bragas empaparse solo con ese sonido, queriendo más en este reducido espacio.
Nos separamos apenas por la falta de aire, con las respiraciones alteradas y mis emociones fluctuantes en el aire.
-¿No que se iban?- interrumpe la voz de Jesenia y me doy cuenta de que regresamos arriba.
-Si, yo- carraspeo y me recuerdo respirar- Olvidé algo importante, pero ya regreso.
Evito sus miradas y voy a buscar mi laptop personal para seguir evitando más de lo que causa.
-Maldito engreído- me quejo abriendo el loquer- Ahora tengo que llamar a alguien que apague este fuego de mierda.
-También me ofrezco a apagar lo que provoque, Nella- me vuelve a arrinconar, esta vez por la espalda, refregando su maldita erección en mi espalda baja.
¿Por cuanto tiempo puedo evitar esta calentura que despierta simplemente fingiendo? me pregunto sin cesar.