30 Su trabajo.

1537 Words
Marianella. Apago la televisión para no tentarme a llamar y anunciar que dejen de desperdiciar recursos en dos personas que están completamente sanas y salvas en su casa. Lo sigo hasta otra puerta diferente a la que ingresamos anteriormente. Detrás de ella, hay cámaras de toda su casa, computadoras con altos niveles de codificación y carteleras desmontables en una de las paredes, donde coloca las fotos que trajo Celia como las tenía Roger en su casa. -El tenía relacionado a Emerson con ellos, la pregunta es quienes son y a qué se dedican exactamente- habla rayando sobre la pizarra- Por el momento, vamos a llamarlo el cartel Gimenez porque fue lo que mencionaron tus padres ¿Estas de acuerdo? -Me da lo mismo porque podemos confirmarlo de ahora en adelante. Los Perez ¿que tenían que ver? -Quizá ellos los delataron y por eso los metieron en el programa de protección de testigos de la DEA y el FBI se involucró. -¿Y este chico?- señalo la foto desde lejos del muchacho que nos siguió. -No tengo ninguna teoría sobre él- se pausa y levanta una mano para hacer signos de pregunta al lado de la foto- aún no, pero ya la tendré cuando sepa quien es. Observo todo nuevamente cuestionando si las agencias del estado siempre trabajan de este modo, porque tenía creído que eran entes separados y no relacionados entre ellos. Algo así como la DEA dedicada al narcotrafico y el FBI a las amenazas a la nación. -¿Siempre se involucra el FBI en esos casos?- indago. -Por lo general, actúan como agencias separadas, a menos que- hace silencio y lo observo hacer notas. -Emerson traspasó al FBI un mes después de que fueran trasladados al programa- leo siguiendo las líneas que hizo- Muerte una semana posterior.- calculo la fecha y se que un mes después, fue el accidente de mis padres- ¿Como murieron los Perez? -No lo sé, pero quizá Roger pudo averiguar algo mas. Hay que revisar estos aparatos. -Hagamoslo entre los dos y nos hablamos ante cualquier detalle importante- le sugiero al ver hacia las dos computadoras. -Bien- accede. Al enlazar el primer dispositivo, noto que hay demasiadas carpetas. Abro los archivos y los leo por encima. Uno a uno los descarto cuando dicen Archivo cerrado, y Verificado en negrita. Cada uno de ellos, tiene la firma de Andre Emerson, por lo que estimo que Roger se dedicó a abrir nuevamente cada caso que tomó. Me detengo en las fotos para que nada se me pase por alto, recordando la foto de ese joven en particular, porque por algo, se me hace tan conocido su rostro. No es trabajo para un solo día y lo comprobamos cuando nuestros ojos comienzan a cerrarse a las cuatro de la mañana. En algún momento cuando llegué, quedamos en que organizaríamos como íbamos a dormir. Nada de eso sucede cuando comemos y nos duchamos para dormir juntos en la misma cama. Los días posteriores seguimos la misma rutina que se basa en desayunar juntos, revisar archivos, ejercitarnos, ver los barners de las noticias donde las esperanzas de encontrarnos con vida se van apagando poco a poco, volver a revisar archivos y la culpa por la angustia de mis amigas removiendo mis entrañas con violencia. Cada día siento que el impulso para llamar a Zoe o a Diane van a poder más que yo. Las he visto llorando en las noticias, preocupadas por mi bienestar, suplicando que las autoridades no se rindan tan fácilmente cuando están llegando a la desembocadura del canal Islais Creek sobre la Bahía de San Fransisco, donde las esperanzas de encontrar algo, mueren con las intensas corrientes submarinas. Cualquiera que conozca un poco de la Bahía, sabe que las aguas te arrastran y todo puede pasar si te llevan directo al océano pacífico. Las nauseas me afectan con fuerza ante los esfuerzos en vano que hacemos por tener aunque sea un nombre. Los archivos son listas interminables y su trabajo resultó ser demasiado minucioso para verlo en un solo día. Hoy me levanto más tarde que Gastón. Diría que como dos horas más tarde de lo normal y bajo para encontrarme sola. Me hago un batido con espinaca, fresas y naranja para recuperar los líquidos que perdí al expulsar mis entrañas en su maldito baño. Lamentablemente, mi enfermedad es así. Cuando creo que todo está controlado y he pasado dos semanas reteniendo todo lo que ingiero, recaigo a ese ciclo sin fin donde la muerte se vuelve un pensamiento demasiado tentador. Bebo todo y me dispongo a ir a su oficina para seguir investigando cuando lo escucho susurrar al teléfono. -Ya lo sé, amor. Te dije que cuando pueda, iré a verte y pasaré tiempo divirtiéndonos juntos- hace una pausa que me eriza la piel- Yo te amo mucho más, mi tesoro. Siempre fuiste y siempre serás mi prioridad, hermosa mía.- nuevamente se pausa para escuchar esa voz que se que es de mujer- Nada lo cambiará, cielo. Te amo muchísimo. Lentamente me retiro sin hacer ruido. Sabía que estaba cayendo en una mentira. Sabía que no podía ser tan bueno para ser verdad. Lo que duele es saber que soy la otra. Soy la esposa de alguien que tiene una mujer esperando en algún lugar por él. No debí dejarme endulzar por sus falsas palabras y debí aferrarme a lo que me ofreció. Gastón quería un matrimonio que pudiera disolver cuando quisiera y creí que me quería de verdad. -Estúpida Marianella- me reprendo encendiendo la caminadora- Estúpida y manipulable Marianella. Las nauseas me atacan con violencia y debo correr escaleras arriba para no enchastrar su precioso gimnasio. Cierro la puerta de una patada y vuelco el desayuno en el inodoro mientras las lágrimas empañan mis ojos. El golpeteo de la puerta me alerta de inmediato. -¿Estas bien, Nella?- interroga con voz angustiada. -¿Istis bin nili?- me burlo en susurros- ¡Lo estoy! ¡Déjame en paz, Gastón!- le grito. -¿Segura?- insiste. -Si. Estoy en mis días. Solo lárgate. Después de un escueto Ok, dejo salir las lágrimas que contenía, lágrimas de enojo conmigo misma. Que idiota soy. Solo una inocente como yo podría creer que un hombre como él de verdad me querría, de verdad respetará una pareja. Me niego a mostrarme vulnerable, simplemente porque no lo merece. -Puedes hacerlo- me repito como mantra viendo mis ojos celestes- Puedes fingir que no escuchaste nada y simplemente apartarte, Marianella. Salgo del baño decidida a enfrentar la situación de la mejor manera que soy capaz. Tomo mi ropa, ropa que el desgraciado compró con su dinero, y la coloco en una bolsa. -¿Qué haces?- cuestiona alarmado mirando mis manos- ¿A donde vas, Nella? -A otra habitación- decreto- Dijiste que tenias otra ¿no? -¿Porque irías a otra habitación? -¿La tienes?- pregunto sin responder- Si no, simplemente lo dices. -No me respondiste lo que pregunté ¿Porque ahora y no antes? Parece enfadado por mi desición, pero no podría importarme menos. ¿Qué pretende? ¿Traer a la otra y compartir cama, también? Está loco de la cabeza si piensa que lo haría. -Estoy en mis días y necesito espacio- me invento nuevamente una escusa creible- ¿Tienes otro dormitorio? -Lo tengo, pero no necesitas llevar toda tu ropa para unos cuantos días- argumenta mirando mi lado completamente vacío. -No se lo que voy a usar y necesito estar sola por unos días- refuto está vez con la verdad, sin mirar sus ojos. -No te creo, nena y se que algo te pasa- murmura acercándose- Puedes decirme lo que sea ¿Lo sabes? Retrocedo al adivinar su intención de tocar mis manos con la ira corriendo por mis venas como un río salvaje. Las ganas de aventarlo por el ventanal, son cada vez más persistentes. -No necesitas creerme. Si no me dices en que habitación puedo quedarme, me largo a mi apartamento. -¡Qué terca eres, mujer!- grita exasperado- ¿Quieres un cuarto para ti? Eso es lo que te daré, pero por si no lo recuerdas, hay alguien allí fuera dispuesto a matarte- señala hacia la calle- A ambos, Marianella. -No necesito que me lo repitas- le reto de manos a la cadera, concentrada en mantener mis emociones bajo control. -Sigueme- ordena en falsa pose de ofendido. Lo sigo hasta la puerta contigua a la suya donde una cama de una plaza me hace hacer una mueca. -Es la única que tengo- de adentra abriendo otra puerta- Tienes baño para ti solita. Cuando se te pase la locura, puedes volver al dormitorio principal. -Tal vez no se me pase nunca- le grito a su espalda- Es permanente, idiota. En dos pasos enfrento la puerta para cerrarla de un golpe seco y volver mi vista a la cama. ¿En que momento cambié mi cómoda cama de plaza y media por una para una flacucha de una sola? me pregunto dejándome caer sobre la puerta. Justo en el momento en que dije que si y accedí a ser su estúpida esposa para una maldita venganza sobre alguien que sabe hacer su trabajo a la perfección, me recuerdo.
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