Gastón.
-Está completamente loca- hablo para mí mismo- Un día está todo bien y al otro simplemente quiere largarse ¿porque?- me cuestiono elevando los brazos- Porque esta loca y no quiere hablar. Pues bien. Yo tampoco quiero.
Cierro la puerta del gimnasio irritado como no lo he estado nunca.
Toda mi mañana se fue a la mierda por las hormonas alborotadas de Marianella. Estaba tranquilo, escuchando su suave y dulce voz hasta que escuché el golpe de la puerta de nuestro cuarto.
Desde que subí las escaleras, todo se fue por la borda. ¿Es que no piensa? Solo a una loca desquiciada se le ocurriría irse a su apartamento por la bendita regla o como quieran llamarle.
Parece que olvida que hace menos de un mes, nos tiraron por el puente de un maldito canal, pero ¿Quién entiende a las mujeres?
Un día está todo bien, te lo consultan todo, te acompañan a desayunar y entrenan contigo y llega esa bendita semana en la que se transforman en verdaderas lunáticas, porque otra palabra no describiría lo que en verdad sucede con la llegada del periodo.
-No me va a afectar- me aliento levantando las pesas de las piernas con fuerza- No voy a dejar que me afecte porque se le pasará y regresará a nuestra cama.
Ahora, el loco parezco ser yo. Quizá sea contagioso, me digo mirando el teléfono sonar con insistencia.
-¿Qué quieres, Turner?- interrogo cuando contesto.
-Que humor, jefe- se burla- Tengo datos del chico, pero puedo llevarte la información cuando se te pase la rabieta.
-Mañana en la mañana- indico rogando que Nella quiera bajar en ese momento- Le avisaré a Marianella para que estemos juntos.
-¿Se pelearon?- indaga divertida.
-¡No te importa, Turner!- le grito al teléfono antes de colgar.- Ni que yo haya podido decir mucho ¿no?
Sigo en lo mio, en desquitar la frustración haciendo ejercicio hasta que cada músculo de mi cuerpo me suplica parar por un descanso.
Lo hago a regañadientes y me encierro en mi baño, justo en la tina donde estábamos hace unos días abrazados y tranquilos después de leer millones de archivos, porque Roger estaba tan loco como ella.
Quizá se conocieron en otras vidas y por ello se les pegó la locura.
Mi colega no se conformó con investigar su presente. Él fue más allá, indagando la vida privada y laboral de Emerson. Investigó cada saliente de mi superior, aventuras y relaciones formales. Ex superior, me recuerdo con satisfacción.
No conforme con ello, fue detrás de sus casos. Cada aprensión tuvo al menos un par de entrevistas de Roger para confirmar que no había falsificado nada, que no hizo omisión de información y detuvieron a la persona correcta por el motivo real. Prácticamente abrió sus casos en secreto y detalló todo lo que creyó importante, dificultando mi trabajo y seguramente el de los líderes de investigaciones internas cuando lo revisen todo como lo hacemos nosotros.
Espero que Marianella aún tenga ganas de ayudarme o sino, se va a convertir en una verdadera tortura sin nombre y eterna.
Bajo a cocinar un wock de verduras y pollo, separo una ración por si se le antoja cuando baje y dejo una nota avisando que mañana llega Celia con novedades sobre el muchacho que cree conocer pero no sabe donde.
Si la encuentra de mal humor, es posible que Turner deje de molestar con sus insinuaciones a mi esposa ¿no?
Río solo al imaginar esa escena donde Marianella la insulte tanto que le quité las ganas de coquetaerle como si fuera una persona libre, porque aunque este enojada conmigo, valla a saber porque, sigue siendo mi esposa.
Antes de que nos volvamos a encontrar y que comencemos una nueva discusión, me voy a la oficina a seguir urgando en las benditas carpetas.
Tres horas y medias después, los párpados me pesan, las letras se entremezclan por si solas y es mi señal de ir a descansar mi cuerpo y principalmente, mi mente.
El dormitorio se siente denso y frío sin ella en la cama. Es como volver en el tiempo hasta antes de volver a verla. Me corrijo. Esto es peor, porque la tengo bajo el mismo techo, apartada de mi por una montaña de concreto de veinte o veinticinco centímetros de espesor y se siente como si estuviera en otro planeta.
Refunfuño una hora más hasta conciliar el sueño por completo y despertar a las seis am y encontrar que la malcriada ni siquiera se dignó a comer lo que preparé. Podría asegurar que tiene el estómago vacío si no es que la frutera tiene menos manzanas que en la noche.
Desayuno solo.
-Cada vez más y más loca- le digo a nadie en particular.
El sonido del timbre me saca de mi burbuja de enfado y sus pasos resuenan en las escaleras.
-¡Voy!- grito cuando vuelve a insistir.- ¿Este hombre se olvidó que necesitan el OK para pasar?
-Tu esposa dió la autorización, Lucks- me saluda Turner- ¿No me dijo que vinera a esta hora? Pues aquí estoy, jefe.
-Si, como sea- ironizo- Pasa. Estas en tu casa Celia. ¿Café?
-No, gracias. Ya desayuné y doble- se mofa guiñando un ojo.
-Hola, Celia. Buenos días.- Marianella la saluda de beso y la guia a la sala- ¿Qué encontraste del muchacho?
-Hola, hermosa- le sonríe y lo repite conmigo cuando gruño- Cosas bastante interesantes que los van a sorprender.
-Habla- ordeno.
-Que humor que tenemos, jefe- se burla.
-No tientes tu suerte, Turner. Habla de una vez.- amenazo con la paciencia pendiendo de un hilo.
-Perro que ladra no muerde, Celia- desestima ignorandome por completo- ¿Cómo diste con la información?
-Pues resulta que en la base del FBI no hay registros sobre él- cruza una pierna sobre la otra para rotar su rostro hacia Nella, exclusivamente- En la de la DEA, tampoco. Podría decirse que es una persona sin importancia alguna o que dejó de existir. Mejor dicho, como si él sujeto nunca hubiera existido.
-Lógicamente esta vivo y existe, si lo hemos visto. Ve al punto.
Marianella rueda los ojos. No sabes lo que puede pasar si haces eso estando solos, pienso sintiendo una presión en mis pantalones, acción que me obliga a sentarme para disimular.
-Entonces hice lo que se hace en primera instancia- continúa centrada en mi esposa.
-Buscó en las bases normales- estima Nella- y ahí tuvo resultados.
-Lo comparé con cada centro que pudiera emitir un documento público acá y en México.- hace una larga pausa que me exaspera- ¿A que no sabes lo que descubrí?
-¿Puedes ser clara y hablar de una puta vez?- me apresuro desquiciado- Nadie aquí es adivino.
-¿Descibriste que es gay?- indaga una Marianella divertida e ignorandome por completo.
-No, eso sería lo mejor- ambas largan la carcajada mientras yo estoy a un paso de arrancarme los pelos- Descubrí que ya tenemos datos de su apellido.
-¿De quien exactamente?- Celia hace una mueca que Nella comprende demasiado bien- ¿De nuestras familias?
-No precisamente- asegura en esta oportunidad, sería sin dejar de mirarla a los ojos- Pero su familia estuvo involucrada con tus padres, Marianella.
-¿Mis padres?- mi colega asiente lentamente- ¿Familiar de sus protegidos?
Celia Turner se mira las manos, midiendo el temperamento de Marianella, pensando como decir lo que calla, como pocas veces la he visto hacer.
-Se llama Illian Perez- susurra casi inaudible- y es el hijo único del matrimonio que salvaguardaban tus padres.
-Oh, por Dios- mi esposa controla el volumen de su grito con una mano en la boca- Debe de querer venganza porque sus padres murieron ¿cierto?
Celia eleva los hombros, dejando que caigan suave y pesadamente.
-No lo sé con exactitud, Marianella. Puede que si o que no, pero no encontré el modo de ubicarlo. No hay registros de que esté o haya estado en Estados Unidos y lo único que indica su nombre y apellido, es un recibo de compra de armas en una casa especializada de caza y pesca, en México.
-Eso es imposible- intervengo- Alguna cámara en algún punto debe de haberlo registrado, Turner. Aquí o en México, pero no las puede evitar a todas.
-No hay siquiera un parecido, Gastón. Por alguna razón que desconozco, ninguna cámara de reconocimiento facial lo ha localizado en ningún lado.
-Debe de ser él quien está tras nosotros, Celia- murmura mi esposa, inquieta- Él debe de ser el causante y estamos en peligro porque no sabemos como o cuando vendrá por cada uno de nosotros.
-No tenemos pruebas para asegurar tal cosa, Nella- me dirijo a ella sin filtros- No podemos suponer sin bases razonables.
-¿Bases razonables, dices?- se para y cruza sus brazos, indicio de que la guerra apenas comienza- Creo que ya tuvimos las bases suficientes.
Sin agregar una palabra más, se regresa por donde vino. Paso las manos por mi pelo frustrado de no llegar a ella.
-¿Qué pasó?- inquiere mi colega- ¿Pelearon?
Suspiro sin saber que decir. No se que le pasó para actuar así.
-¿Le has dicho de ella?- niego viendo sus ojos pardos- Tienes que decirle, Gastón. Es tu esposa.