Marianella.
Después de abandonar la cafetería donde mi mundo volvió a colapsar, regreso a la oficina para encontrarme a Jessenia y Miguel hablando sobre los cronogramas de trabajo.
-Que bueno que llegas, Gerard- la mirada evaluadora de él no me pasa desaprecibida- ¿Gastón?
-Dijo que tenía una diligencia para hacer- invento.
-¿Qué tanto hablaron ustedes dos?- cuestiona.
-Nada en particular- desestimo manteniendo la actitud impasible- Me preguntó sobre el examen que supuestente me tomarías, Miguel.
-¿Qué le dijiste?- interroga con los dientes apretados y dando un paso más cerca a mi.
De reojo veo como Jessenia se achica en su silla, entre incómoda y asustada con lo que presencia.
-Lo que te dije a ti. Que me habías prometido tomarme el examen si iba a esa asignación y que todo cambió cuando regresé- le digo sin miendo- ¿Algo más que se me haya olvidado, por casualidad?
-No tienes porque hablar con él sobre nada ¿está claro?
-¿Disculpa?- abro los ojos anonadada de su osadía- Por si se te olvida es el hijo de tu jefe, Lacoste.
-Eso ya lo veremos, pero estas advertida.- me señala- Y puedes irte que hasta pasado no tienes nada asignado.
Asiento y tomo la planilla para sacarle una foto. Si su intención es echarme por no cumplir con las asignaciones, pierde su tiempo, porque desde ahora me aseguraré de dejar todo registrado doblemente.
-Que les sea leve, entonces.- Le guiño un ojo a Jessenia- No olvides mándame la copia del cronograma al correo como siempre.
-Ya te lo envío- menciona tecleando velozmente- Listo.
Verifico que sea lo mismo y me marcho con una sacudida de mano.
Maldito idiota, refunfuño.
Al subir a la moto, me da la sensación de estar vigilada. Posiblemente sea la foto que me mostró el hijo de Leonardo, pero si ellos son vivos, mi mentor me enseñó a serlo aún más.
Conduzco rumbo al parque de siempre y espero a que ningún vehículo esté detrás de mi para bajar e inspeccionar mi moto.
Paso la mano por cada espacio donde hayan podido colocar un rastreador o un micrófono. Rectifico que los cables sean únicamente los correspondientes y cuando termino con la moto, hago lo mismo con el casco.
Un suspiro de alivio sale cuando no encuentro absolutamente nada fuera de lugar, pero ahora todo me parece sospechoso.
Maldito Gastón que llegó a perturbar mi tranquilidad.
Bueno, no tanta si tengo en cuenta al desgraciado de Miguel quien siempre tiene algún adjetivo descalificativo para decirme desde que me conoció.
A veces me pregunto si como guardaespaldas es ilegal matar a otro, y me obligo a recordar que solo podemos hacerlo en defensa propia y en igualdad de condiciones, sino ya estaría presa por pegarle un tiro en su gran bocota.
Recuerdo perfectamente cuando llegué a la oficina después del adiestramiento y me crucé con esos ojos verdes y esa sonrisa ladina.
-¿Tu por acá?- se rió- ¿Qué vas a hacer? ¿papeleo?
-No molestes a mi chica- lo retó Leonardo- Esta es de las buenas, Miguel.
-¿Está gordita?- le preguntó al borde de las carcajadas mientras nuestro jefe se alejaba.
-Que no te sorprenda si te patea el trasero, Lacoste- le gritó con una sonrisa.
-Ni con una caña de pescar te toco, gorda asquerosa.- refutó en mi cara.
No me atreví a contestarle nada ese día, porque mi jefe me decía que los bocones hacen menos que los callados.
En cambio, me dispuso rutinas de ejercicio para hacer diario, me encomendó asignaciones en duplas, luego algunas para mi sola hasta que pude demostrar que podía hacer lo mismo que ellos.
No somos tantas mujeres en Security LGL Lucks porque los hombres siempre se encargan de menospreciarnos hasta que nos rendimos. No es a todas porque hay clientes que solicitan guardaespaldas mujeres para sus esposas o sus hijos, y siempre se chocan con alguna tan terca como yo, que no les da el placer de retirarse.
Miguel lo ha intentado conmigo en el último año casi a diario, hasta el punto de tener pesadillas con el maldito instituto. Leonardo lo pescó en varias oportunidades y le llamó la atención por los comentarios, pero él siempre ponía una escusa.
Cierro los ojos fuerte cuando una de esas oportunidades baña mi visión y mi mente.
-Te vas a caer si intentas eso, chanchita- me gritaba cuando usaba el espacio de entrenamiento- Después hay que llamar a la grúa para que te saque.
-Te reto a quien tenga mejor puntería- me atreví a contestarle.
-Contigo ni al campo de tiro, gorda repugnante.
-Deja de hacer esos comentarios, Miguel- Leonardo ingresó justo en el último- La próxima te voy a hacer un reporte.
-Solo bromeaba con ella- su mirada me taladró con la advertencia- ¿Verdad Nellita?
Sabía lo que pasaría si lo contradecía, así que solo asentí simulando una sonrisa.
-De todas maneras no es el modo de tratar a tus subordinados, Miguel. Abrán consecuencias la próxima vez que te escuche. ¿Quedó claro?
-Si señor.
Por supuesto que no paró. El no tiene un freno y no sabe como se gana el respeto de las personas. Únicamente se limitó a cuidarse de que no lo escuchara y siguió con su hostigamiento.
A la fuerza he aprendido a ganarme mi lugar y a contestarle cuando se lo merece.
Absurdamente creí que al fin había probado de lo que era capaz cuando cesó hace un par de meses. Con los datos que tengo ahora, veo que la posibilidad de que me haya utilizado, es más certera.
Ingreso a mi momoambiente agotada de correr con jeans y camisa, aunque siempre viene bien entrenarse como nos podríamos encontrar en la accion.
Entro directo al baño para despojarme de la ropa transpirada y relajar la musculatura mientras la charla con Gastón viene y va.
Con el cabello envuelto en una toalla y otra en mi cuerpo, me aproximo al espejo para limpiar el vapor.
El maldito siempre me devuelve la imagen de la Marianella de dieciséis años y mi estómago se revuelve sin remedio. Es incluso patético voltear un estómago vacío, pero de todos modos lo hago hasta que ya no sale nada.
Me cepillo los dientes sin verme y salgo disparada al armario. Busco una calza de tiro alto, una remera básica y un buzo deportivo para abrigarme. En los pies me calzo unas Rebook con bolsas de aire y desenredo mi cabello con el peine alisador.
En unos pasos estoy frente a la licuadora, meto fruta adentro para hacerme un batido liviano con abundante agua que no tardo en ingerir ya que mis manos tiemblan.
Voy al único cuadro que tengo colgado en mi casa y lo volteo para ver el esquema que tengo echo de mi propia investigación. No hemos obtenido muchas pistas, más que él asesinato de la pareja que tenían mis padres asignadas para vigilar.
Con mi antiguo jefe, pudimos deducir que mis padres fueron tras la pista de quien lo hizo y que ellos a su vez, están detrás de algún cárter de drogas, ya que la pareja que escoltaban era parte del programa de testigos protegidos.
Security LGL Lucks suele trabajar con el gobierno en esos casos. Digamos que nuestros colegas van como respaldo de los agentes que asignan desde el FBI o la DEA, ya que ambas agencias trabajan con casos sumamente delicados y de altos grados de confidencialidad.
Siempre está la persona ambiciosa que pone en juego su carrera por unos dólares extras. Ahí entra Security para ser otro frente de protección y todos los oficiales de investigaciones internas que poseen y que se insmiscuyen hasta en tu ropa interior, para ver si no tienes algo que ver si sucede una tragedia como esa. De investigaciones internas no se escapa ni Dios, porque ellos interrogan a todos los conocidos de los protectores, ingresan a las cuentas bancarias y corroboran las coartadas para asegurarse que nadie miente.
Suspiro derrotada al ver que él es mi unica salida si quiero desentrañar lo que pasó y observo mi reloj de pulsera horrorizada.
-Mierda, Nella- me regaño- ¿Porque eres tan distraída, mujer?
Me trago el resto del licuado acomodando el cuadro en su lugar y me tomo un momento para instalar un señuelo y ver si alguien ingresa a mi casa y revisa lo que tengo.
Desde la mañana, apenas y confío en mi sombra. Me digo que debo de estar loca para siquiera pensar en confiar en un desconocido y tiro el vaso a la bacha de la cocina.
-Cuando regrese lo lavo- me aliento en voz alta.
Tomo una campera más grande para no pasar frío, coloco celosamente otro señuelo en la puerta de ingreso y bajo por las escaleras directo a mi moto con el casco en la mano.
Quizá ya he enloquecido, pero vuelvo a revisar la moto y enciendo el inhibidor de señal que compré al mediodía.
Doy varias vueltas verificando que no me siguen durante todo el trayecto y una vez que estoy segura, ingreso a un complejo de apartamentos en la otra punta de San Fransisco.