Marianella.
Al terminar con la cinta de ese día, vamos a la del anterior y el anterior, confirmando que lo único cambiante, es que Leonardo salía de su oficina a las doce puntual y pasaba por Miguel. Jessenia actúa igual durante cinco días consecutivos, reafirmando la teoría de que posiblemente haya estado con su periodo y por eso se demoró en cada ingreso al baño.
Nada está confirmado por el momento.
Me gana la desesperación al no encontrar respuestas, pero en algo tiene razón Gastón. No sabemos que paso dentro y tampoco sabemos lo que sucedió en la clínica, por lo que aún son todos sospechosos hasta que se demuestre lo contrario.
Me culmino el café solo para despabilarme, porque hasta el hambre me quitó toda esta mierda.
Lamentablemente, el deber llama cuando Gaston se ve interrumpido por su abogado insistiendo en verlo y nos vamos con un sabor agridulce.
Una mezcla de tranquilidad al ver que los protocolos se cumplieron tal cual están establecidos. Las llamadas se hicieron y calculando el momento en que se dieron cuenta de que algo iba mal, hasta que fue asistido fueron quince minutos donde no se dejaron vencer por las emociones a tal punto de paralizarlos.
Luego la incertidumbre de no dar con el o los culpables, porque como dice mi socio, algo raro tiene que haber.
Leonardo tenía su rutina programada. Siempre andaba con la insulina y con sus colaciones de media mañana. Por lo general, algún cereal que ese día no consumió según los datos que tiene Gastón.
-¿Segura que estarás bien?- indaga dejándome frente a la oficina- Puedes ir conmigo, Nella.
-Estaré bien. Solo necesito distraerme con algo, tal vez entrenar o algo así- extiendo la computadora de mi regazo, decidida que el tiene mejor vigilancia que yo- Guárdala en tu casa. La mía no es muy segura y acá no se.
-La llevo y cualquier cosa que te surja alguna duda, me llamas y revisas lo que sea.- me besa los labios castamente y se apara- Llámame si necesitas algo ¿bien?
-Igual tu. Cuídate.
Ingreso al elevador y recuerdo el accionar de Jorge. Nunca mencionó nada de tener que destrancar la puerta de Leonardo. ¿Será que se le escapó o no quiso asustarme más de lo que ya estaba cuando hablamos?
Decido que voy a preguntarle directamente y me bajo en el piso correspondiente.
-Marianella- Jess me sonríe y luego parece alarmada mirando mi cara- ¿Qué pasó? ¿Te lastimaron o algo?
En pasos cortos y rápidos, llega a mi tan pronto como sus tacones de aguja se lo permiten para abrazarme.
Me dejó hacer, porque hasta ahora duele la ausencia de Leo, me duele no haberle dado un adiós como correspondía y me duele aumentar el dolor con otra muerte repentina.
-Mierda- escucho a Miguel a un lado de nosotras- ¿Estas bien, Marianella? ¿Gastón está bien?
Su pregunta me llama la atención y me separo a encararlo.
-¿Te gustaría que no lo estuvieras, imbecil?- espeto y sus órbitas se abren en demasía.
-¿Pero qué cosas dices, mujer?- reclama indignado- Una cosa es que no nos llevemos bien y otra muy diferente, es desearle el mal. Dime que sucede porque tu no andas llorando por la vida.
-No te creo nada, Miguel- me acerco a escupirle sus verdades a la cara- Siempre estás tratando de lastimar a los demás, siempre buscando tu propio beneficio, poniéndote primero una y otra vez sin cesar ¿y piensas que me creo tu preocupación?
-Nella- ella trata de tomar mi brazo y me zafo girando para mirarla levantar sus manos- Nos preocupas. Te ves mal y necesito saber que hago para ayudarte.
Con ella será primero, si tanta insistencia pone en el echo.
-¿Quieres saber que me pasa?- avanzo lentamente con las lágrimas surcando mi rostro y el corazón bombeando en mis oídos cuando asiente- Me pasa que no me llamaste, Jesenia. No me avisaste que Leonardo se descompensó, no me avisaste que lo ingresaron y no me avisaste que falleció mientras yo estaba a kilómetros de mi mentor.
-Nella- interviene.
-No me digas Nella. No te lo permito y tu- giro hacia Miguel- No me permitiste venir a despedirlo, me hostigas diariamente con comentarios que nadie te pide y ¿ahora te preocupas?- abre la boca para hablar, pero no he terminado- Ahórrate cada mentira de mierda que salga de tu boca, a menos que sea para escusas porque me enteré de lo de Leo por las noticias y no por ti.
-Escucha Marianella. Todos pensamos que Gaston te llamaría para avisarte, pero de igual manera, no teníamos quien cubriera tu puesto.
-¿Esa es tu pobre escusa de mierda?- me rio irónicamente del desvío de atención que hace- ¿Tu escusa es responsabilizar a una persona a la que hace diceises malditos años que no contacto?
-Gastón no es un santo, Gerard- acusa en falsa pose de ofensivo.
-¿Tu si? Porque déjame recordarte que quien me trata de gorda inmunda, de poca cosa e incapaz desde mi adolescencia, no es él. Siempre fuiste tu.
-No jodas- exclama la mosquita muerta- No sabía tanto.
-Ni que te importara- la taladro con la mirada haciendo que retroceda sobre sus pasos- Jamás hiciste nada más que reírte de sus burlas.
-Marianella, te estás desquitando con la persona equivocada- la defiende- Acá el responsable soy yo y nadie más que yo, pero tu no...
-Por supuesto que eres el responsable y no me interesan tus peros ni tus disculpas- advierto con los dientes apretados.
-Nunca te diste cuenta de nada, Marianella. Ese siempre fue tu problema.
La ira me recorre desde la planta de los pies, por la columna y se exparse a mis brazos, erizando mi cabello al final, en mi punto de quiebre máximo.
-Tu me acosas, me insultas y de denigras y la responsabilidad es mía- traduzco sus propias palabras- Puedes irte muy a la mierda, bastardo poca cosa- le dirijo una mirada de asco- Evita volver a hablarme más que para hablar de trabajo, porque no tengo nada para perder ya, y no voy a dudar en poner una bala en tu cabeza.
Los dejo anonadados y voy al loquer por mi arma y bajo al campo de tiro.
Posiblemente, mis colegas presentes, me conozcan lo suficiente para no ponerse en mi camino.
Saludo con la cabeza a Omer, el guardaespaldas con mayor antigüedad, a Greco que es relativamente nuevo en el plantel con solo un año en servicio, a Tina que también es veterana y por último a Isaías que entró cuando yo lo hice.
Ellos no son responsables de nada de lo acontecido y me reprendo mentalmente por las últimas palabras que le dirigí al maldito idiota de Miguel. O sea ¿en que cabeza cabe amenazar a un superior con testigos incluidos? Seguramente solo en la mía.
Tengo que suplicar que no aparezca en algún lado con un tiro, porque voy a ser la primera señalada.
Era como una granada a punto de explotar en cualquier instante y lo hice en el lugar menos indicado y con las personas correctas pero las que pueden quedar advertidas de algo.
Repaso todo lo que dije, maldiciendo internamente cada cosa que salio de mi puta boca, rezando para no averlos adverido con mi actitud de mierda y encabronandome al punto de no soportar el compartir el aire con los demás.
Regreso sobre mis pasos, busco mis cosas, paso al escritorio de Jesenia a avisar cuantas balas de gama usé y quedo boquiabierta cuando veo que fueron tres cartuchos completos. Teniendo en cuenta de que cada uno contiene nueve balas, compadezco a mi blanco de tiro al recibir veintisiete balas sin descanso. Ni siquiera lo miré, pero la bolsa repleta de semillas, debe de estar desparramada en el campo de tiro.
No argumento nada y me marchó directo a la moto para subir y dirigirme al parque.
Corro sin descanso por todo su exterior intentando regular mi respiración errática, pidiendo algo de compasión y respuestas en mi mente, hasta que siento que mi nivel de energía baja estrepitosamente y opto por regresar a la moto ya que la noche está cayendo.
No soy tan estúpida para poner mi vida en riesgo ¿o si?
Me regaño mentalmente cuando me detengo frente a un restaurante y pido un vaso de jugo de naranja, un bife con ensalada y un café.
Como siempre, probando la resistencia de mi cuerpo, consumo cada cosa que pedí y agrego una botella de agua sin gas que bebo en pocos minutos. Respiro hondo, retengo unos segundos y suelto lentamente por unos minutos hasta que soy consiente de las miradas de los comensales de las mesas contiguas.
Avergonzada, me acerco al mostrador a cancelar mi cuenta y dejar una buena propina para la mesera que no cuestionó cuando exigí mi café lo más pronto posible.
Subo a la moto con la cabeza gacha y me sorprendo al llegar a mi edificio.
-¿Qué haces aquí?- suelto de golpe.
-No contestaste tu celular, Nella- lo mueve frente a mi y me reprendo por despistada.