Marianella
-No entiendo a que te refieres- musito- Solo logras confundirme, Gaston y yo...
-Ya habrá tiempo para que lo entiendas, Nella, pero piénsalo bien. Podemos cambiar la puerta por una más segura y estaremos bien. En caso de ser necesario desaparecer, contamos con mi casa como un lugar de refugio seguro y del que todos desconocen.
-Estas paranoico- afirmo escuchando sus argumentos desesperados- ¿Nos crees en peligro?
-No podemos asegurar que no lo estemos, Marianella.- cruza sus piernas sin soltar mis manos- Lo que podemos hacer, es tratar de tomar las medidas de precaución que tenemos a nuestro alcance y esperar qur en verdad solo sean cosas que están en mi mente.
-Lo sé.- reconozco parandome frente a él y comenzando a caminar de un lado al otro- Es que tu estas acostumbrado a otras cosas y como ya lo dije, lo que ves es lo qur hay. Ni más ni menos.
-Te asombraría saber en los lugares que he tenido que vivir, preciosa- se para deteniendo mi andar- Yo accedí a que Joaco no sea testigo, así que...
Se detiene dejando la frase en el aire, arrinconandome y haciendo que me tropieze con mis propias palabras.
-¿Estas chantajeandome?- espeto anonadada.
-Solo negociamos.- elevo mi rostro para ver sus ojos- Tu dispones de los testigos y yo un lugar seguro por si es necesario.
Por alguna razón, algo me huele a gato encerrado, como si hubiese algo que no termina por decir del todo. No es agradable, claro que no.
Por otro lado, entiendo su punto de contar con una estrategia que nos mantenga a salvo en caso de ser necesario.
Pongo en una balanza los pros y los contras de acceder. Si no lo hago, él nos brindaría un lugar seguro todo el tiempo y a su vez, la contra es que puede llevar al enfermo ese como testigo.
Johaquin no es de fiar y me ha dado los indicios necesarios para pensar que está enfermo de la cabeza. Jamás me importó que fuera como un hijo para Leo y ahora tampoco lo hace que sea el amigo de Gastón. No lo quiero cerca de mí y no va a cambiar mientras pueda impedirlo.
-Está bien, pero no traigas muchas cosas porque no caben.
-Me conformo con la heladera llena, una cafetera y un rincón para un par de trajes y ropa informal.- espeta sonriendo abiertamente- ¿Entra eso?
-Y debes traer tu propio shampoo y acondicionador- acuerdo al pensar en mis preciosos cosméticos- No los comparto.
-¿Ni con tu esposo?- tantea.
-Con nadie- declaro firme- Tu con tus cosas y yo con las mías.
-Eso está por verse, pero esta bien.- se muerde el labio inferior luego de humectarse los labios y mirarme intensamente- Entonces ¿Cuando te casas conmigo, futura esposa?
El corazón galopa fuerte en mi pecho debido al modo en que se me acerca, al tono de su voz y al calor qur emanan sus manos presionando las mías.
-Dame una semana para conseguir los testigos y está listo- tartamudeo intimidada por el aura de poder que imparte su mirada.
-Con vestido de novia y todo, Nella- murmura pegado a mi mejilla- No olvides que debe de ser lo más real posible.
-No lo olvido- susurro sintiendo sus labios en mi piel.
Quiero pensar que las sensaciones que ese simple acto me despiertan, se deben a todo lo acontecido en el día, al cansancio, a la abstinencia de estar con un hombre y a los nervios de controlar mi cuerpo sabiendo que estaba a unos pasos de la puerta mientras me bañaba.
Sentí su ausencia al instante en que se aproxima a la puerta, generando que me sienta sola y desprotegida, justo como esa joven de veinte años que quedó huérfana.
-Descansa y contesta tu teléfono o me tendrás aquí en cuestión de minutos ¿Está bien?
-Esta bien- logro gesticular cuando lo veo desaparecer por mi puerta.
Miro su plato casi lleno sobre la mesada y hago una mueca.
Finalmente después de hacer una pelea de meadas con Cesar, un viejo amigo de encuentros casuales, no comió casi nada y se retiró con hambre tal cual llegó.
Una semana. Me caso en una semana y él quiere que valla vestida como una novia real. Bien podría comprar un juego de sábanas blancas y bastaría ¿no?
No imagina el estrés que me genera ir de compras, sino no lo sugeriría o tal vez si, porque parece que su meta es sacarme de mi eje.
Para los testigos, pienso en mis vecinas, aquellas con las que salimos a buscar una noche de locura cada tanto tiempo y se que les debo un par de explicaciones que exigirán sin reparos.
En mi mente, creo respuestas para esas preguntas que harán. ¿Porque el apuro? El amor llegó de golpe y me dejó tarada. ¿Dónde y cuando lo conociste? Hace un par de semanas y es el hijo de mi antiguo jefe.
En el momento no se me ocurre más nada, pero se que debo planearlo muy bien, así que sin más remedio, ingreso al grupo qur tenemos y les escribo que necesitamos una reunión urgente porque tengo noticias.
Soy demasiadas chusmas y no demoran en subir a mi apartamento.
-Ya dime que es lo que pasa, Mari- exige Diane, una morocha de cuerpo infernal en sus veinticinco años, montada en unos vaqueros ajustados, top con vientre al aire y sus rulos carbón perfectamente armados.
-Esperemos a- el golpeteo rítmico en la puerta interrumpe mi perorata- Ya llegó.
-Holiiiisss mis bellas chiquis- me toma de los hombros para darme dos besos y repite lo mismo con Diane.- ¿Qué hay de nuevo, amores?
Junto aire en mis mejillas y lo suelto observando su rubio ceniza café recto hasta que roza sus hombros blancos como la luna , apenas cubiertos por las mangas del vestido extremadamente largo que se puso.
-Siempre me asombra lo alta que eres Zoe.- me quejo- Me siento como un minion rechoncho a tu lado.
-Deja de decir esas cosas, chiqui. Eres hermosa así como eres. Solo falta que lo veas ¿Verdad Anie?
-No me digas Anie- repite nuestra amiga con enfado- Diane y si, estoy de acuerdo con Zoe, Marie. Eres hermosa así como eres.
-Sigan peleando por sus nombres que el espejo del baño no dice eso.- argumento decidida a no entrar en ese terreno y yendo directo al grano- Las necesito para que me ayuden con un par de cosas.
-Cuenta conmigo- declaran sonrientes al unísono.
-Necesito conseguir un vestido blanco y- bajo el tono de voz y hablo lo más rápido posible- y que sean mis testigos de bodas.
-Chiqui, lo último no lo entendí.
-Yo menos- Diane se acerca y se sienta a mi otro lado, ubicándome como el jamón del sándwich.- Repite eso.
-Que sean mis testigos de bodas- digo claro, alto y rápido, sin querer tentar a que se conviertan en unas locas.
-¿Qué?- espeta Diane.
-¡Oh, por Dios, chiqui!- Zoe salta del sofá y comienza a dar brinquitos- ¿Quién es él? ¿Cuando lo conociste? ¿Lo conozco? ¡Me muero, muerta! ¡Te vas a casar amiga!
Intento tapar mis orejas y amortiguar el sonido de su voz chillona. De reojo veo a nuestra amiga mirándome seria, con las cejas alzadas y los brazos cruzados.
-¿Te vas a casar?- dice finalmente- ¿Se puede saber desde cuando estas en una relación como para que te estés por casar?
-No importa. Cuéntame ¿Es Cesar? ¿Alex?- hace el intento de adivinar entre mis apóstoles frecuentes- ¿Cuál de ellos?
-Ninguno de ellos, Zoe.- cierro los ojos y rezo por mantener el discurso en mi mente por si vuelven a preguntar- se llama Gastón y lo conocí hace un par de semanas- me fuerzo a crear una sonrisa enamorada- Nos flechamos al instante y me lo propuso y dije que sí.
-¿Estas loca de remate o te drogaste?- consulta Diane.
-Me enamoré, amiga- suspiro rogando que sea creíble- Simplemente se dió y él es genial y siempre está atento a mí y yo que sé.
-Me encanta, Marianella. Mira, podemos ver los vestidos y hacer como una cena para conocernos y eso y luego- Zoe toma su agenda telefónica y escribe ítems en varios días- Chiqui, mañana vamos por los vestidos y en la noche cenamos con tu chico y pasado- tamborilea su frente con los dedos de la mano izquierda- Vemos un salón para celebrar o un restaurante y ¡Oh por Dios! Estoy tan feliz por ti, chiqui.
-Yo sigo sin entender nada ¿Porque tan de pronto, Marianella?
-Porque el amor es así, chiqui- suspira con una sonrisa que sigo- Simplemente llega y ¡pum! atrapada como mi hermosa Marianella.
Ellas siguen hablando del amor y todas esas pendejadas. Si les dijera la verdad, Zoe se desilucionaría y posiblemente, Diane no quiera mandarme a un psiquiátrico como apuesto que quiere hacer.
La vibración de mi celular me escusa de su alboroto y me sorprendo con lo que encuentro.
Mensaje de futuro esposo: Mañana va alguien de confianza a colocar la puerta. Descansa.