32 ¿Quién es?

1550 Words
Marianella. No estoy de humor para nada. Siento que todo esto es un teatro que nos explotará en el rostro de un momento a otro. Posiblemente, Gastón no dimensione con objetividad frente al peligro que nos encontramos. Puede que ahora nuestro enemigo tenga un rostro, un nombre, pero ¿como evitaremos a alguien que evita las cámaras de seguridad con tal perspicacia? ¿Cómo sabemos su estamos a salvo y no entrando a la boca del lobo? Maldita sea el trabajo que eligieron mis padres y el error de encontrarse con los Perez en el camino. Celia y Gastón tienen lazos que van más allá de un subordinado y un superior, aunque el carácter de mi esposo, haga el esfuerzo por disimularlo. Encontrar respuestas en torno a ella, me hacen abrir la puerta y quedarme en el pasillo sin ingresar a mi cuarto para escuchar a escondidas. Buenas costumbres he adquirido aquí, me burlo de mi misma. -¿Qué pasó?- la escucho preguntar- ¿Pelearon? Él no comenta nada pero distingo con claridad su pesado suspiro. -¿Le has dicho de ella?- otra pausa silenciosa la obliga a continuar hablando sola- Tienes que decirle, Gastón. Es tu esposa. -No puedo, aún, Celia. Esto es muy complicado como para exponerla de esa forma. -No necesitas exponerla, Gastón. Solo necesitas hablar de ella con tu esposa, porque guardar un secreto así, más temprano que tarde, se volverá en tu contra. Se nota que hace un máximo esfuerzo por mantener la calma ya que habla tranquila, con el tono moderado y suave. -No tiene porque- se justifica con tono cansado- Ya lo hablamos antes. Necesito que Alaya esté segura. Así que Alaya se llama esa mujer, memorizo el nombre en mi mente mientras continúan conversando sin imaginar que los oigo con claridad. -Alaya está segura, amigo. Sabes que lo está.- ahora parece que no le gustó su respuesta porque habla rápido y firme. -No lo se- murmura, estimo que presionando los dientes por el tono- Jamás sabré si esta al cien por ciento segura y sabes que no podría perderla, Celia. Los tacos de las botas de ella resuenan cuando camina hasta el borde de las escaleras. -Supongo que estas dispuesto a perder a una de las dos, entonces- parece reprenderlo- Porque te aseguro que esa mujer no tardará en adivinar que le escondes algo. -En eso te equivocas, Celia. Que hayas sido su mejor amiga, no te da el derecho a intervenir en las decisiones que tome con respecto a Alaya. -No lo hago- niega con tono divertido y burlezco- No me meto donde no me compete, pero como mujer, se reconocer cuando otra actúa de forma diferente por celos, y te juego mi sueldo completo a que Marianella está celosa. Tengo que tapar mi boca con las dos manos para que no me escuchen reír. ¿Celosa, yo? No me conocen. Puede que esté dolida porque no ha sido honesto, pero de ahí a celos, está demasiado lejos y exagerado. -Está en sus días y por eso está susceptible- me justifica como si nada pasara- No tiene de quien estar celosa. El silencio se extiende de tal modo que siento un nudo formarse en mi garganta. La saliva se acumula en mi boca y me es imposible tragar sin que duela. ¿Qué es esto que siento? ¿Porque me molesta que las palabras de Celia ni siquiera generen dudas en él? -¿Piensas que tiene celos de ti?- le escucho preguntar con ironía- Porque déjame decirte, Turner- que mi esposa sabe tus preferencias y no las comparte. -Porque no ha provado- se burla cantarina alejándose hacia la puerta de ingreso- En cuanto se de cuenta de que yo no tengo secretos y tu si, puede cambiar de opinión. -No te metas con mi esposa, Celia- su tono sale bajo y ronco- Te lo prohíbo. Por como bajan la voz, adivino que han salido de la cocina y se dirijen ambos hacia el garaje. Los tacones de Celia, la ubican cada vez más lejos de la sala, resonando con pasos tranquilos y firmes. -No me prohíbes nada en lo que a lo personal respecta, Gaston. Fuera de las oficinas, solo eres un conocido con el que tengo muy buen trato. Ni más, ni menos. Por el tono que toma la charla, veo que ambos se están retando como si yo fuera una especie de trofeo que alguno de ellos puede ganar. -Ella no va a serme infiel, Turner- asegura con vehemencia. -No tiene porque serlo. Una vez que comience a desconfiar de ti por ocultarle cosas, ella misma se apartará de tu lado, colega. Así que si en verdad la aprecias, te sugiero que le hables sobre Alaya. -En algún momento lo haré- asegura bajo- Pero no estoy preparado aún, Celia. De verdad no quiero exponer a Alaya. -Como digas, pero habla con tu esposa, Gastón. Dale seguridad si no quieres perderla. -¿Más seguridad?- inquiere alarmado- Me casé con ella y le dije que la quiero. ¿Qué es más seguridad? Escucho el portón ser abierto a lo lejos. -La verdad, amigo. Nada brinda más seguridad que eso. El portón se cierra luego de unos segundos y es mi momento de escabullirme a mi nueva recamara. No comprendo de que verdad pueden estar hablando. De lo que tengo seguridad absoluta, es de que Alaya es lo más importante para él. Que ella está sobre todas las cosas y no va a presentarme con su novia o mujer, siendo yo su esposa. A menos que sea más descarado de lo que pienso. Me guste o no, me oculta su relación con esa tal Alaya y me duele que me haya utilizado cuando la tiene a ella, a quien tanto ama. ¿Porque no le propuso está locura a ella? Lógico que para él es tan importante que ni siquiera quiere que sepan de su existencia. No le importo yo. Solo le interesa que ella se mantenga segura y por eso soy simplemente un medio para un fin al que accedí sin pensar. En realidad si lo pensé. Si cuestioné si no había nadie más y se atrevió a negarla sin remordimientos. ¿Qué pensaría ella de saberse negada después de que le juró amor una y otra vez? Es posible que le de exactamente igual o que se le venga el mundo encima como a mi. Le escribo un mensaje a Celia para pedirle que me facilite una moto. Necesito salir a tomar aire por un rato, mañana. Ya no importa si no estoy segura. Yo misma me puse frente a un cañón. Lo que pase ahora, da exactamente igual. Me recuesto con su nombre revoloteando sin parar, sacando conclusiones y formulando teorías que van de Illian a Alaya sin parar. Horas después, despierto en el borde de la cama, abrazada a una almohada y con un mensaje positivo de Celia. Al menos quedó con la satisfacción de que me va a ayudar a liberarme un rato. Bajo a prepararme un licuado y salgo para caminar a la garita de ingreso donde dijo que estaría. -Buenos días, señor.- saludo al caballero detrás de la cabina, capaz de llamar a mi flamante esposo para acusarme cual adolescente en fuga. -Buenos días joven. Observo su mirada dubitativa entre mi rostro y el teléfono, pero es demasiado tarde cuando paso junto a él y salgo a la calle para encontrarme con Celia Turner. -No es lo que esperaba- indico viendo una moto del estilo cross. -Buen día para ti tambien- me saluda- de todos modos, es lo que había, mi cielo. Es esto o nada. -¿Con casco? Abre su mochila y saca un casco de armazón y mica negra. -Con todo- asegura guiñando un ojo. -Ya que- accedo subiendo a la cajuela de la camioneta- No vamos a desperdiciar el viaje. Me ayuda a liberar la maquina de las correas de seguridad y luego a bajarla por una rampa desmontable que trajo. -Tiene el tanque lleno y aquí- me extiende dinero en efectivo- te dejo doscientos por si necesitas recargar. -Gracias. No había pensado en ello. Menos mal que tu si. -¿Traes tu teléfono?- indaga a lo que niego- También pensé en ello. Está bueno que huyas por un rato, pero que no se te haga costumbre salir sin precauciones. -No huyo- me defiendo. Los labios de Celia se presionando entre ellos, claro indicio de desconfianza. Las cejas podrían tocar su cabello de lo tan alto que se elevan. Sus brazos se cruzan debajo de sus pechos y una pierna sostiene todo su peso para decirme que no me cree. -En verdad no voy a huir. Solo necesito un poco de aire. Es todo. -Amiga, puede que a Gaston lo convenzas con tus días y la falta de aire, pero a mi, te va a faltar un argumento mejor para lograrlo. -No se de que hablas, pero te agradezco el gesto.- me hago la desentendida. -Cuando quieras hablar- una de sus manos se apoya en mi brazo al encender la moto- puedes llamarme y ahí estaré. Si, como no, me burlo mirando sus ojos oscuros. Como si eso fuera a pasar si eras su mejor amiga o lo que sea. -Gracias- le sonrió falsamente y arranco.
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