Marianella.
Decir que extrañé sentir el aire en la cara, es una epifanía que no se acerca a lo que en verdad siento.
Las llantas se aferran con tanta fuerza al pavimento que soy capaz de sentir hasta el más mínimo relieve cuando acelero por la ruta 208 directo a donde tuvimos el accidente, desde el sur hasta el norte.
No han de ser más de las ocho de la mañana, pero las personas permanecen aglomeradas, aún en nuestra búsqueda.
Me detengo en un paraje del puente para ver si logro ver a mis amigas a si sea, desde lejos. A esta altura del partido, pagaría cualquier precio por un abrazo de Zoe y Diane.
Una cabellera morocha llama mi atención y me sorprendo de su presencia en este lugar junto al canal.
Miguel lanza una rosa blanca al canal dejándome atónita. No puede ser tan descerebrado el pobre. Si no quería que viéramos la satisfacción que le proporciona nuestra desaparición, eligió el peor lugar para dejar un tributo.
Su felicidad le va a durar menos de lo que canta un gallo. Los muertos no resucitan, pero para su propia desgracia, estamos más vivos que nunca.
Sin dejar que me vean, vuelvo a encender la moto y sigo conduciendo por la ruta 280, tratando de alejarme todo lo posible de mi realidad.
Sigo derecho por la King, bordeo toda la zona costera e ingreso al puente por la 80.
Quizá internarme en la Isla Yerba Buena me de la paz que necesito.
Muchos pensaran que luego del accidente, pude haber tomado miedo al agua. Honestamente, me da igual.
La paz que genera el viento, el sonido de los vehículos pasando a mi lado, los barcos sonando y las lanchas quebrando las aguas, es un precioso regalo que disfruto.
No me quedo en la isla principal, sino que la recorro hasta llegar al puente que me dirige a Treasure, su isla adyacente.
Me detengo cuanfo llego a Dog Parks y me sitúo en el mirador.
Aquí muchas personas vienen a tomarse fotos, a pasear a sus mascotas y sentir la brisa del mar.
Una niña preciosa de cabellos castaños, juega a saltar entre las rocas.
Instantáneamente recuerdo cuando mis padres me sacaban a pasear. En aquellos tiempos era demasiado inocente para este mundo. Estaba creída que mis padres eran casi super héroes, luchando contra los malos por salvaguardar la seguridad del país. Ahora se que estaban del lado correcto de la ley, protegiendo a las personas que acusaban a los verdaderos maleantes, poniendo sus cabezas en bandejas de plata para esos seres que se veían heridos con sus ataques silenciosos.
La nena sigue jugando como si nada pudiera perturbada, ajena a todo el peligro que representa caer entre las rocas.
Por instinto, busco a sus padres entre la multitud, divisando a dos hombres trajeados con sus miradas de halcón puestas en sus movimientos.
Quizá yo sea demasiado arcaica, pero si sabían que la traían a este lugar, lo mejor era ponerse ropa acorde. No creo que puedan pasar entre las piedras sin resbalar con esos zapatos de suela lisa, pero quien soy yo para juzgar.
Sus saltos la guían cada vez más cerca de la piedra en la que me senté.
-Hola- saluda risueña con unos rulos dorados rebotando detrás de su cabeza.
-Hola- le devuelvo el saludo viendo sus ojos verdes.
-Que bonita eres, ¿Cómo te llamas?
Le sonrió abiertamente, sintiendo el rubor cubriendo mis mejillas. La palabra bonita nunca había sonado tan honesta como en los gruesos labios de esta niña delgada y atlética.
-Tu eres mucho mas hermosa.- su rubor se me hace tierno en su piel extremadamente blanca- Me llamo Marianella. ¿Tu?
-Gracias- susurra aún avergonzada- Me llamo, estemm- duda mirando hacia donde sus vigilantes nos observan- Mmm Salomé. Me llamo Salomé.
-Me gusta mucho tu nombre.
-Mi mamá se llamaba igual- me cuenta como si nada- Pero murió haciendo un trabajo peligroso y por eso están ellos conmigo.
Sin reparos, señala hacia los guardias y los saluda con la mano, recibiendo a cambio, el mismo gesto.
¿Acaso no deberían indagar con quien está su niña? ¿Dónde está el padre que contrata ineptos para protegerla?
-¿Tu vives con tus padres?- indaga tranquila, volteando el rostro a un lado.
-No.- niego con honestidad- Mis papas también fallecieron haciendo un trabajo peligroso.
-Lo siento mucho por ti.- se acomoda a mi lado con los antebrazos en las rodillas- Yo al menos, tengo a mi papá, aunque se haya vuelto algo paranoico.
-No te preocupes- desestimo- Yo también me volví algo así cuando se fueron y es el deber de los papás proteger a los niños. ¿Cuántos años tienes Salomé?
-Tengo nueve, pero siempre parezco de más porque hablo mucho ¿cierto?
-Cierto- concuerdo sonriendo- Eres muy agradable.
-No siempre- niega riendo tambien- Solo cuando las personas me caen bien y tu me caes bien, Nella.
Su apelativo me recuerda a alguien en particular y lo desecho de inmediato. No debo pensar en él. Está demasiado lejos para permitir que intervenga en mis pensamientos justo ahora.
-¿Sabes que mi papá no me deja hablar con adultos que no conozco?
-Es un buen consejo- digo pensando que sus guardias no intervienen ante una desconocida- ¿Porque lo hiciste conmigo?
-No lo se- duda jugando con una pequeña piedra- Tus ojos me recuerdan a mi papá cuando esta triste y no me gusta ver a las personas tristes.
-Te aseguro que tu papá tiene razones para estar triste, Salo. Perdió a su esposa y está lejos de una preciosura como tu- le aseguro tocando su pequeña nariz.
-No se ponía triste por mi mamá. Ellos nunca se llevaban bien y solían pelear todo el tiempo. ¿Tu porque estás triste?
-No estoy triste. Estoy ¿decepcionada?
-No entiendo esa palabra- me asegura sin dejarme objetar.
-Es como cuando le crees todo a una persona que es linda contigo y luego descubres que nada lo hizo de corazón.- le comento intentando ponerle palabras a lo que siento- Pero tu no debes pensar en esas cosas.
Los pies de Salomé se esconden entre sus muslos al igual que sus manos en su abdomen.
-Entonces yo también estoy decepcionada- susurra.
-¿De quien?
-De mi papá- confiesa sin titubeos- Hizo algo importante y no me dejó estar con él en un día que era lindo en su vida, porque se que esa persona es importante para él aunque jura que yo soy su prioridad.
Su tono es tan lastimero que la piel se me eriza sin remedio. ¿Cómo una niña de nueve años se decepcionaría de su padre? ¿Cómo un adulto permite algo así?
Definitivamente los seres humanos somos incapaces de tener empatía, concluyo en relación a las reacciones protectoras que toma su cuerpo, tal cual si anhelara que ese hombre estuviera con ella justo ahora.
-¿Quieres ser mi amiga por siempre, siempre?- pregunta aún en un susurro haciendo contacto visual conmigo.- Él no me deja tener amigos adultos, pero tu me gustas para ser mi amiga.
Le brindo una sonrisa honesta, satisfecha del pedido que me hace. Por unos segundos, me pierdo en el intenso brillo que habita en sus ojos, deseando el momento en que se repita el encuentro y que aún permanezca esa mirada penetrante, intensa e ilusionada que posee a su corta edad.
-Estaría encantada, preciosa Salomé, de tener una amiga como tú.
De sopetón, se lanza a abrazarme con sus delicados brazos, generando una conexión sin explicación entre una niña y yo.
Besa mi mejilla y se aleja saltando entre las rocas.
La detallo hablando con el guardia, demostrando que los dos metros de él, no intimidan a una criatura de un metro treinta o cuarenta. El señor a su izquierda le da dos tarjetas y un lápiz antes de que ella regrese a mi con una sonrisa triunfal.
-Este es mi numero- garabatea en una de las pequeñas hojas- Anota el tuyo aquí, porque según Jackson, ya debemos partir.
-Esta bien- accedo siguiendo su petición- Me escribes o me llamas cuando desees ¿esta bien?
-Claro que si, Nella- me abraza nuevamente, ambas de pie.- Me encantó conocerte.
-A mi mucho mas- le aseguro rodeando su frágil cuerpo, depositando un beso en su coronilla como hacía mi mamá conmigo- Cuídate mucho y trata de no hablar con desconocidos nuevamente.
Recibe mi consejo asintiendo con vehemencia para luego alejarse entre saltitos divertidos y seguir a sus guardias a una gran camioneta negra de vidrios oscuros y posiblemente protegida con blindaje de alta calidad.
Su sonrisa es tan cálida que me llena el pecho de una sensación abrumadora. Es una mezcla de esperanza, fe renovada y un nuevo motivo por el cual mantenerme a salvo. Su toque te hace sentir sana y salva. Como si con un simple roce, pudiera enmendar cada trozo roto de tu alma, de una vez y para siempre.
Mirando el agua chocar constantemente con las rocas, me juro estar ahí para ella cuando sea necesario. Me prometo ser su guardiana silenciosa, su amiga y confidente cuando ella lo necesite.