Marianella.
Acomodo las flores como puedo dentro de mi loquer. En verdad debería ponerlas en un jarrón con agua para que no se marchiten tan rápido, pero en este lugar, no tengo un maldito jarrón.
Tomo mi Block de notas para revisar lo que tengo anotado respecto a la investigación y me acomodo en el banco largo que tenemos de apoyo cuando nos cambiamos acá. No lo hago muy seguido porque es mixto. Suspiro pensando en todo lo que hay pendiente.
Queda esperar a que Jorge nos de las copias de las cámaras y luego ir al hospital a investigar su historia clínica.
-Nunca dijiste si aceptas ir a almorzar conmigo, Marianella.- me habla sobre mi hombro izquierdo nuevamente y salto en mi lugar.
-Mierda, Gastón- le grito- Me asustaste.
-No soy tan feo- se mofa- Estabas distraída. ¿No que guardaespaldas?
-Se supone que estoy en un lugar seguro- refuto indignada- Y tu ¿no tocas el suelo cuando pisas, o que?
Él se ríe de mi, pero yo estoy sorprendida de su actitud. Pasa por delante de mi y se sienta con las piernas a cada lado del banco.
Obviamente no voy a decir nada con respecto a su comentario de que no es tan feo. De sobra se mira que ha trabajado en su físico, no de manera exagerada, pero ya no tiene esa apariencia escuálida de la secundaria.
-¿Entonces qué?- insiste- ¿Almuerzas conmigo o no?
-No debiste traer girasoles- desvío la conversación todo lo que me es posible- Y aún no se si tengo asignaciones o no.
-Es de caballeros el cortejar a una dama como corresponde y...
El sonido de mi celular anunciando una llamada, interrumpe la escusa que no quiero. Levanto mi mano y contesto al número de Jessenia.
-Jess.
-Marianella. Tienes asignada una guardia a los hijos del Cansiller de Nueva Zelanda por tres días consecutivos.
-¿Algún dato particular que deba saber?
-Por el momento, únicamente que debes estar en el aeropuerto a las 13 horas y te quedaras en el consulado neorzelandez por todo lo que dura esta guardia.
-Impecable. Voy a casa a aprontar una maleta, en ese caso.
-OK.- afirma y cuelga la llamada.
Sin mediar palabras, me paro y tomo mis cosas, incluidas las flores. Ni muerta admito que me encantaron ni tampoco que me hizo sentir rara el recibirlas.
-¿Te vas?- indaga apoyando el perfil de su cuerpo en los casilleros de al lado.
-Nueva asignación- muestro mi mochila para reafirmar lo que voy a hacer de manera escueta.
-¿Quieres contarme de que se trata?- murmura cerca de mi cara.
Debo levantar el rostro para mirar sus ojos marrones debido a la diferencia de altura.
-Con los hijos del canciller. Debo levantarlos en el aeropuerto y quedarme con ellos durante tres días, así que el almuerzo te lo debo- me escuso guiñando un ojo.
-Puedo suponer, Nella- usa su mano derecha para pasar un mechón de mi cabello hacia atrás de mí oreja- que no vas a ir allí en la maquina tuya ¿verdad?
-En la...- carraspeo debido a la incomodidad que genera su cercanía- En la embajada deben de tener vehículos de transporte.
-Jamás confíes en otros vehículos que no hallan sido manipulados por ti- espeta con lentitud- Te presto mi auto blindado para que lo uses en este tiempo. ¿Tienes libreta de conducir, verdad?
-Si, yo- trato de modular, pero no logro concentrarme hasta que veo a Miguel a su espalda- Conducía para tu papá, así que, si la tengo.
-Bien, entonces ven conmigo y solucionemos ese tema.- agrega con una sonrisa humectando sus labios gruesos en el transcurso.
-No te puedes ir a ningún lado- interrumpe el idiota- Te di una asignación y debes ir por tu transporte a la embajada, Gerard.
-No te preocupes por eso, Lacoste- Gastón se adelanta a contestarle- Me hago cargo de que cumpla con ello.
-¿Le vas a hacer de chófer durante tres días?- cuestiona burlón- No te tenía tan faldero, Lucks.
-Si no tengo asignaciones, no veo el problema- reta- ¿o me pusiste alguna en el cronograma?
-No te voy a asignar nada. Ni siquiera se si estás capacitado para esto, Gastón.
-Ese es el problema, amigo. Ni siquiera sabes a que me dedico- cruza sus brazos y su espalda parece aún más ancha en esa posición despreocupada- Si no me tienes tareas, voy a hacer lo que dije que haría. ¿Vamos, Nella?
Honestamente me da igual lo que valla a hacer, aunque debo admitir que no está nada mal contar con una cara conocida.
-Enserio estas mal, Lucks- Miguel parece reírse de una broma privada mientras me señala- ¿Ella entre tantas?
-Dios mío. Apiadate de mi pobre mente- me quejo al ver que ya va a comenzar con sus estupideces.
Es frustrante escucharlo las veinticuatro siete haciendo lo mismo. Ya es como un disco rayado y comienza a hartarme.
-Hago un par de llamadas y estoy libre para ti, preciosa- Gastón me sonríe a la vez que ignora a Miguel.
-OK- murmuro trancando mi loquer y poniéndome la mochila.
No les presto atención mientras me dirijo a mi moto. Recojo el papeleo con los datos de los chicos que tengo asignados y continúo mi camino.
Al bajar del ascensor, Jorge no está en su cabina por lo que puedo suponer que está trabajando en lo que le pedí.
Le envío un breve mensaje avisando que vuelvo en tres días y tomo mi camino a casa.
Frente a mi armario, tomo pantalones de vestir, algunas camisas, sacos acordes y un par de calzas y remeras normales por si la adolescente y o el niño, quieren salir a hacer ejercicio en la zona.
Según la planilla, trabajo con una joven de 16 años, bailarina de ballet, llamada Mila y con un niño de 10 años, practicante del fútbol infantil llamado Marlo. Su padre, el canciller, viene a hacer tratados para las embajadas y sus hijos vinieron de vacaciones.
Siento que prácticamente voy a ser la niñera, pero trabajo es trabajo y nunca me niego a una asignación.
Mi pantalla se ilumina y Futuro esposo aparece en ella.
-Dime- contesto.
-Te fuiste sin mi, Nella- se queja- ¿Dónde te recojo?
-No te preocupes que yo me encargo, Gaston.
-Pásame la dirección que en unos minutos estoy en tu puerta.- contradice- No puedes andar con una valija en la cosa esa. Vas a causar un accidente o algo así.
-Eres exasperante, hombre- cierro la valija despues de poner mis productos personales y suspiro mirando sus dimensiones- Está bien. Ya te la mando.
-Gracias futura esposa.
Pude escuchar su tono divertido antes de cortar la llamada y hacer lo que le dije.
Me aseguro de dejar todo cerrado, la heladera enchufada y el gas cerrado antes de bajar y esperarlo en la vereda.
Repaso lo que guardé mentalmente. Arma y balas, listo. Ropa interior y de trabajo, listo. Calzado formal y deportivo, listo.
Su deportivo n***o se estaciona y me apresuro a guardar la maleta en el maletero, cuando él ya está abriéndome la puerta del acompañante.
-Señorita- hace una mínima reverencia y me indica que suba con su mano extendida.- Adelante.
-Gracias.
De camino, ambos vamos revisando los espejos hasta que llegamos a su casa y estamos dentro del garaje junto al otro auto.
-Dame un minuto que ya regreso- solicita.
-Ve tranquilo.- me bajo y descargo mi equipaje.
En menos de cinco minutos, le está colocando las placas oficiales al auto y destrancando el vehículo para poder subir e ir a la cancillería a tomar mi puesto.
Como todo un empresario, se encarga de avisar que el chófer está incluido en el presupuesto que ya se les había enviado y deja todos sus datos a la seguridad de la embajada.
Partimos al aeropuerto e ingresamos a la pista privada para esperar a nuestros custodiados antes de tiempo, seguidos de los custodios particulares del casiller Anuk Taylor.
Aún dentro del auto, releo la información varias veces para asegurarme de que no tengan alergias o cualquier cosa que los pueda poner en peligro y suspiro rezando mentalmente de que sean juiciosos.
-Quédate tranquila que no estas sola, Marianella. Estoy contigo ¿está bien?
Coloca una mano en mi muslo para que sienta su presencia.
-Está bien- accedo aunque no lo sienta con seguridad.
Al poco rato, nos avisan por radio que el avión está iniciando su aterrizaje y bajamos para colocarnos en las puertas de los vehículos. Parece de película que todos los custodios hagamos lo mismo, pero en la vida real, es lo que se acostumbra a hacer.
Esto nos permite analizar el entorno y evitar posibles amenazas a los protegidos y alertar si hay algo sospechoso, porque nuestro trabajo inicia antes de que toquen tierra firme.
-Podemos proceder a acercarnos.- avisa el guardia principal de la embajada- El avión tocó tierra firme y estará aquí en un minuto.
Asentimos y avanzamos hasta detenernos al mismo tiempo que lo hace él Jet privado del consulado neorzelandez.
El primero en bajar es el cansiller y detrás sus dos hijos, todos con actitud firme e impecable.