Marianella.
-No creo que hagas lo correcto Marianella. Apenas si lo conoces y ¿vas a casarte con él?
-Todos aquí sabemos que me conoce- le dice directamente y ve a Jess- Tu no porque solo sabes lo que Miguel dice, pero lo hacemos y después de muchos años dijo que si. ¿Cuál es tu problema, Miguel?
-Que no la mereces, porque solo la estas usando para quedarte con la herencia de tu padre.
-Esto no tiene nada que ver con mi padre, Lacoste- miente abiertamente, siendo todos conscientes de ello- ¿Quién la merece más que yo según tú? ¿Tu que la tratas como poca cosa y te revuelcas con tu asistente en sus narices? No lo creo amigo.
-No entiendo nada- espeta Jessenia totalmente confundida.
-No hay mucho para entender. Solo debes firmar que la empresa está en conocimiento de esto, fotocopiarlo y agregarlo al memorándum- le indico donde debe de colocar la firma- Los dos lo tienen que hacer, porque es nuestro derecho.
-¿Quieres que firme esto, Gerard?- asiento cuando el idiota señala el papel- Pues que así sea- plasma su firma y se lo pasa a su asistente- Firmalo, copialo y adjunta la copia junto con el aviso de tres días de permiso siguientes a este, Jessenia.
-Esta bien- titubea ella siguiendo sus indicaciones- Tengan.
-Gracias- los tomo con una sonrisa victoriosa.- Lamento informar que no están invitados. Nos vemos el viernes que viene.
-Hasta el viernes- se despide Gastón abrazado a mi.
Nos regresamos al auto tan tranquilos como llegamos por la entrada principal. Hoy ni siquiera pasamos a saludar a Jorge, pero no hay tiempo que perder.
Gastón tiene su traje y su equipaje en el baúl del auto y mi vestido está en la casa de Zoe, a donde debo llegar antes que me llene la bandeja de correo con sus llamadas a cada cinco minutos.
-Zoe está impaciente preguntando cuanto demoramos- le cuento mostrandole su mensaje número tres mil.
-Dile que en 10 estamos allá- se ríe negando- Si que es impaciente tu amiga.
-Para ella es como un sueño echo realidad. Su amiga casada vestida de blanco, abandonando las noches de borrachera buscando con quien pasar el rato y sentando cabeza- reflexiono viendo las fachadas de los edificios por los que pasamos.
-¿Para ti también lo es?- inquiere y lo miro- Digo, casarte y sentar cabeza.
-No como ella, porque pensé que nunca lo haría y menos bajo estas circunstancias, pero supongo que en algún momento, todos pensamos en sentar cabeza- humecto mis labios, me acomodo en el asiento y detallo su perfil- ¿Tu no?
Su cabello castaño recientemente recortado luce un despeinado perfecto, su piel canela brilla conblos rayos del sol y sus pupilas marrones parecen mas claras con tanta luz.
La nariz es un puente perfecto que te lleva a esos labios grandes y carnosos escondidos en la barba que dejó crecer y que yo solo sé que se ven como un vino tinto añejo por su color morado.
-Cuando es con la persona correcta, cualquier circunstancia es indiferente, Nella.
-No lo entiendo- expreso sin pensar- Siempre hablas como si hubieras esperado este momento. Vivir este momento conmigo y con nadie más.
-Puede que así sea- se mofa cruzando sus grandes manos en el volante para aparcar frente a mi edificio.- Vamos, preciosa que aún queda mucho por hacer.
-¿Vas a estar ahí cuando llegue?- inquiero recordando la primera vez que viví algo parecido.
-Voy a ser el que espera junto a la puerta ¿Tu llegarás?- indaga de regreso con una sonrisa.
-Seré la de blanco- le guiño el ojo y nos despedimos con un beso que mi amiga interrumpe.
-Ahí están, chiquiiiiis. Casi me muero. Tu- señala a Gastón- Shu shu a cambiarte y tu, mi hermosa novia, Sígueme.
-Nos vemos, preciosa- saluda apoyado en su auto.
Nosotras entramos por la puerta principal y subimos hasta el tercer piso donde su gran apartamento nos recibe.
Gastón subirá por las escaleras laterales directo a mi apartamento, por el único lugar de acceso que tiene.
-Aquí está la novia- me presenta con cuatro mujeres que no conozco.
-Excelente. Ella le prepara el baño y nosotras comenzamos a maquillar a las testigos. Sigame- ordena una mujer de unos treinta y cinco años, tirando de mi hazo.
-Sales aromáticas con pétalos de rosas ya listas e infusionadas- informa una joven de unos dieciocho que adivino es su hija.
-Genial. Que esfolie su piel con cuidado. La queremos hidratada, hija. No irritada.
-Si mamá.
-¿Quienes son?- cuestiono ingresando a la bañera en ropa interior.
-Somos el regalo de Zoe. Ella pensó que su mejor amiga, merece lo mejor en el día más grandioso de su vida- habla sin respirar a lo que asiento.
Media hora más tarde, me ordenan salir, secarme y comienzan a esparcir cremas por mis brazos, piernas y espalda.
Me pasan la ropa interior que yo no elegí y busco la bolsa que traje el día anterior.
-Esto no es lo que me iba a poner.- levanto la tanga de encaje y el sostén sin bretel.
-Nop- niega Diane señalando a Zoe- Ella te los cambió por eso y el porta ligas.
-Te voy a matar, Zoe ¿Cómo se te ocurrió hacer tal cosa?
-Tienes que verte bella y tener la mejor noche de bodas- se defiende- Solo ví que te gustaron y simolemente las apartarte, asique fui y compre esas prendas para ti.
-Me voy a morir de vergüenza con esto, tonta y- una arcada interrumpe mi oración de matarla con mis propias manos, por lo que corro al baño a expulsar el contenido de mi estómago.
-¿Estas bien, chiqui?- solloza mi amiga.
Levanto la mano para que se aleje y sigo expulsando nada, porque ya dejé las entrañas en su maldito baño.
-Claro- exclama Diane- Estas embarazada y por eso tanto apuro por casarse ¿eh?
Solo escuchar esa palabra me hace retorcerme del dolor que causan mis nauseas y sigo en este ciclo que no tiene fin.
-Ten agua con limón para las nauseas, niña- la señora que me habló al principio me extiende un vaso y lo ingiero de inmediato.
Intento regular mi respiración para retener el líquido el mayor tiempo posible.
-¿Enserio estas embarazada, chiqui? Y no nos dijiste nada.
-No estoy emba- y otra vez llevo mi cabeza al inodoro para dejar que la oleada alivie lo que la respiración de mierda no controla
-Dejen un poco de espacio para la chica- sugiere la señora.
En verdad quiero llorar, tirarme en mi cama y dormir hasta mañana. ¿Porque me cambió la ropa? No lo pedí ¿Es que no se da cuenta de que no necesito eso? ¿Qué voy a hacer ahora?
Una mano pasa delicadamente por mi espalda e imito su respiración lenta cuando me extiende otro vaso con jugo de limón.
-Su amiga quería tener un ben gesto para usted. No debe estar tan nerviosa, joven. Usted es bellísima y la querrá con lo que se ponga.
-O me deje de poner- opino recordando la poca tela de la tanga.
-O completamente desnudarte, pero la querrá igual.
No le desmiento nada, porque si lo hiciera, debería de admitir en voz alta que la única forma en que esto puede suceder, es haciendo un contrato con alguien igual o más loco que yo.
Unos minutos más tarde, recomouesta en la totalidad, estoy lista para cumplir con mi parte.
Esta vez, ninguna dice nada. Me pongo las únicas prendas que dejaron a mi disposición y me siento para que me maquillen.
-Tienes unos ojos hermosos, por lo que vamos a resaltarlos con máscara de pestañas, brillo en los párpados y un delineado en la parte inferior ¿Estas de acuerdo?
-Si, adelante.
Cierro los ojos cuando me lo indican y extiendo las manos para recibir un esmaltado semi permanente con efecto cromado y una piedra en el anular.
-Tus labios son finos y te pondré gliter para que parezcan más grandes y llenos, Marianella.
-Usted es la que sabe, yo me dejo hacer.- le sonrió por la calidez con la que me trata.
-Entonces el cabello, será la revelación sorpresa cuando tengas el vestido puesto.
Asiento y me dejó hacer. A fin de cuentas, si fuera por mi, solo iría firmaría y ya.
Ellas se toman su tiempo acaparando un lugar de mi cuerpo hablando de cosas banales como sus últimas vacaciones o su peor clienta, haciendo este momento de nervios, uno que pueda disfrutar.
Mis amigas hablan con ellas sentadas en la cama de Zoe y bebiendo champán. Yo lo rechazo porque no quiero hacer una estupidez el día menos indicado.
Finalmente sueltan mi cabello y siento unas manos tomando mis pies para ponerme las sandalias. Me hacen pararme y me colocan el vestido que elegimos para hoy.
La señora que ahora se que se llama Olga, me gira con suavidad.
-Pareces una princesa, Marianella. Felicidades, niña.
Mis ojos se centran en el borde inferior y comienzan un camino ascendente hasta mi rostro, quedando maravillada con la imagen que el espejo me regresa.
-Oh, por, Dios- roto directo a sus brazos- Muchas gracias Olga. Me encantó.