Marianella
Luego de despedir a las chicas, volver a agradecer su buen trabajo con mi apariencia y agradecerle a Zoe por su regalo, partimos directo al registro para terminar con este día con dos si.
Bajamos de los brazos, conmigo en medio y ellas de escoltas para encontrar un auto antiguo y un fotógrafo.
-Buenas tardes. Vengo de parte de Gabriel Lucks y me pidió que le tome fotos a la novia y sus acompañantes.
-Oh, perfecto- se adelanta Diane- Yo que pensé que me había producido para nada.
Sus vestidos rosa chicle hacen contraste con el mio, cada sonrisa más grande que la anterior, disfrutando un momento con ellas, quienes se acercaron a mi aprmenas llegué a mi departamento.
-¿Dónde les encuentro en la noche para más fotos de después de la boda?- inquiere al finalizar- Olvidé preguntarle al señor.
-En el bar Ovo, señor. Usted como que hace su trabajo a medias eh.- le reprende Diane con su clásica cara de no me agradas.
-Nos vemos más tarde, entonces, señoritas. Felicidades.
Él se aleja y nos acercamos al señor de la limusina.
-Señoritas, el señor Lucks me pidió personalmente que las escoltara a su destino, señorita Gerard.
-Que chiqui tan atento el tuyo, amiga.
Las tres subimos y vamos mirando el paisaje por las diferentes ventanillas de la limusina del siglo pasado.
Cuarenta minutos más tarde, aparca frente a la puerta y nos ayuda a bajar.
No niego que quedé muy bella, pero de comodidad ni hablemos porque el corset es como un método de tortura medieval.
Zoe y Diane se adelantan caminando como locas hasta la sala asignada y luego comienzo a caminar yo, un paso delante del anterior hasta encontrarme con esas puertas de madera que aguardan por el día en que dejaré de ser soltera para siempre y me convertiré en la esposa de alguien más.
Levanto la cabeza cuando escucho un mierda proveniente de sus labios y me encuentro con su versión más guapa, enfundado en un traje blanco con camisa negra y corbata plateada. Sus manos unidas sobre su entrepierna, la cara completamente afeitada y su cabello peinado hacia atrás.
Carraspea y sonríe pasando sus pulgares debajo de sus ojos, lo que me lleva a responder su sonrisa y mirar a Zoe asentir sin dejar de acercarme los siete metros de distancia que nos separan.
-Hola, preciosa- delinea mi rostro y toma mi mano para dejar un beso- Estas increíble, Nella.
-Gracias- susurro- Costó pero se logró.- bromeo.
-Buenas tardes a los presentes, Sean bienvenidos a testimoniar la boda de Marianella Aria Gerard Sims y de Gastón Germán Lucks Gil por lo civil. Les recordamos que el matrimonio es un vínculo sagrado donde el respeto por el nuevo hogar que se forma, debe prevalecer contra la maldad del mundo y los malintencionados- comienza a recitar el juez a cargo.
Presto atención a cada palabra pronunciada, a cada derecho y obligación a la que le voy a decir que si, hasta que llegan las preguntas que nos oinen a temblar.
-¿Vienen ambos por propia convicción y sin ser obligados a comparecer el día de hoy?
-Si, venimos por propia convicción- mentimos juntos presionando nuestras manos.
-Usted Marianella ¿Acepta a este hombre para ser su esposo ante la ley, serle fiel y estar con el en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza hasta qur la muerte los separe?
-Si, acepto.
-Ahora usted, Gastón. ¿Acepta a esta mujer para ser su esposa ante la ley, serle fiel y estar con el en la salud y la enfermedad, en la riqueza y la pobreza hasta qur la muerte los separe?
-Si, señor, acepto.
-Como en la tierra no hay secretos, quien tenga un motivo para impedir esta boda, puede hablar ahora o callar- se escucha el sonido de la puerta ser abierta, pero nadie dice nada- para siempre.- hace una breve pausa- Cómo no hay impedimentos válidos las testigos pueden firmar aquí seguidas de los novios.
Estampó mi firma lo más legible posible y cuidando que no se manche la hoja. Luego firma Gastón y finalmente mis amigas.
-Desde ahora los declaro señor y señora Lucks. Felicitaciones. Puede besar a la novia.
-Hola esposa- susurra tomando mi mejilla y mi cintura.
-Hola esposo- repito afirmandome en sus antebrazos.
Sus labios gruesos y cálidos hacen contacto con los míos lentamente, recorriendo con la punta de su lengua por los míos, pidiendo permiso para ir más allá. En su camino, la piel de la espalda se me eriza por su contacto, añorando saber que va a pasar en el futuro junto al hombre que apostamos que no lloraría y lo hizo aunque intentó disimular.
Lo dejo hacer hasta que se escuchan los aplausos de mis amigas y otra persona desconocida.
Volteamos para caminar de regreso y me encuentro con dos pares de ojos verdes que no imaginé ver aquí.
-Hola amigo- espeta el primero- Gracias por la invitación.
-No te invitamos, Johaquin- decreta mirando al segundo- Pero me imagino que la privacidad de la empresa, no es muy segura en manos de Lacoste ¿o si?
-Fue a buscarte y le dije donde estabas. No hay más que eso, pero felicidades para los novios.
-Gracias, Miguel. Siempre donde no te llaman ¿cierto? Ya me aguaste la fiesta y solo te apareciste.
-Muy chistosas, Marianella.
-Oh. Hola chiquis. Felicidades amiga, Gastón- nos deja dos besos a cada uno y observa a los no invitados- Soy Zoe, amiga de Nella. ¿Ustedes?
-Johaquin¿ amigo y abogado de Gastón, aunque no me haya invitado- le guiña el ojo como el maldito mujeriego que es.- Y el es Miguel y es el gerente se su empresa- culmina señalando a mi esposo.
Que raro suena en mis pensamientos. Ahora tengo un esposo.
-Un gusto conocerlos a ambos.- se gira hacia nosotros ignorando su pose fachera- ¿Vamos a comer algo?
-Hola, yo soy Diane, también amiga de Marianella y de Zoe ¿Ustedes nos acompañan?
-No, Diane.- la corta Gaston- Esta reunión es solo para nosotros. Es una lástima pero solo reservé lugar para cuatro personas. Para la próxima será.
-¿Y a la noche?- insiste.
-No te preocupes, muñeca. Gaston es reservado con sus cosas. Yo soy Johaquin, pero nos estaremos viendo, supongo.
Así como llegaron, juntos, se retiran uno al lado del otro.
-No pensé que vendría el muy idiota- se queja Gaston.
-¿A cual de ellos te refieres? Porque no los invitamos a ninguno y ambos vinieron.
-A los dos, Nella- se pasa la mano por el rostro y desordena sus cabellos.- Tratemos de no darles la satisfacción de vernos así. ¿Qué te parece si vamos a comer?
-Te sigo porque estoy famélica.- confieso riendo.- Eso fue bastante rápido ¿no?
-Algo- mete la mano que me sostenía en su saco frente a la limusina, entrega dinero al chófer y luego se gira hacia mi- Tengo esto para ti.
-¿Qué es?- indago viendo una caja alargada.
-Tienes qur abrirla cariño. Si no, pierde el chiste.
-Yo no compré nada- le informo abriendo la caja para encontrar un rosario de plata y oro y un juego de alianzas.- Que hermoso.
-En otras culturas, los cintillos no son obligatorios como las alianzas y pensé- desabrocha el rosario y lo pasa por mi cuello- que algo así te recordaría que hice una promesa contigo, Nella. Por siempre.
-Es muy lindo, yo- mi mano siente cada pequeño eslabón hasta el final donde descansa una cruz tallada con esmero- Gracias.
-No hay porque- saca mi alianza y me la coloca mirando mus ojos- Tu turno.
-Pensé que era mi regalo, no nuestro, pero ya que.
Paso la alianza y me acerca para besarme con intensidad.
-Todo yo soy un regalo para ti, preciosa ¿Qué te parece?- murmura afectado por los besos que él mismo me ha dado.
-Que te tienes mucha estima, esposo.- bromeo desluzanfome de su agarre y alejándome poco a poco- ¿No se permite solicitar un cambio?
-Un cambio- repite mordiendo sus labios- Recien salimos de allí y ¿Quieres un cambio?
-Si se puede, sino me conformo con lo que hay- provoco.
Si se mira la escena desde lejos, no parece avanzar, pero la costumbre de analizar todo, me dice que lo hace tan despercibidamente que mi mejor camino es correr y lo hago en dirección contraria a Gaston.
-Ya veras tu- me amenaza.
Mi primer error es no percatarme que me pusieron los tacones más altos que encontraron y con lavadora y todos, suman unos 20 centímetros a mi altura natural. Segundo y gran error, mi precioso vestido corte sirena que no me deja estirar mis piernas a tope. El otro es de calculo, ya que es más alto que yo y corre rapidísimo, estando junto a mi en segundos.
Sus brazos me elevan sobre su cabeza dejándome una perfecta vista de sus nanas redondas. Las manos me pican y hago lo que el inconsciente quiere. La levanto y la dejo caer en un golpe seco.
-¿Ya nos tratamos así, esposa?- me nalguea dos veces y me retuerzo sobre su hombro- Ahora estamos a mano.