Gastón.
A pesar del humor de Marianella, no me dejó vencer. Simolemente me tomó un tiempo para recomponerme y me encamino a culminar mi cometido.
En algún momento, sabré exactamente lo que le molesta y por eso decido dejarla ser.
Anonadado de la cantidad de expedientes que hay sobre los casos de Emerson, tomo uno de los tres que quedan pendientes a ver nuevamente.
'Encriptado. Ingrese su contraseña' es la leyenda que me recibe al querer ver lo que contiene.
-Mierda- maldigo pensando en lo que puede contener para que esté encriptado- No debería de ser una contraseña demasiado difícil ¿o si?
Primero pruebo con su nombre.
-Roger Capri- deletreo en voz alta.- Puta mierda, amigo. ¿Qué carajos pusiste que no es tu nombre?
Cuento uno a uno los casilleros que te dan la apertura a la contraseña.
Son once dígitos. Once benditos dígitos en combinaciones que pueden contener letras o números.
-¿Dónde dejé la bendita libreta?- me cuestiono recordando que anoté su fecha de cumpleaños en algún lado.
Rebusco cajón por cajón donde guardo cada cosa importante y vuelvo a maldecir cuando no la encuentro en ningún lado.
-Tengo que dejarlo ser- me aliento respirando profundamente- Solo cálmate y ya sabrás donde está.
Me encamino a la cocina para almorzar algo cuando recibo una llamada de Jaime, el encargado de vigilar el barrio privado en que vivimos.
-Señor Lucks, buenos días
-Buen día, Jaime ¿sucedió algo?
-Yo... este- habla dubitativo y tartamudeando- Quería hacerle una consulta un tanto- carraspea incómodo- personal, podría decirse.
-Habla- ordeno irritado de tantas vueltas que le da al asunto.
-Este... Es sobre su esposa, en realidad.
-¿Sobre mi esposa?- murmuro juntando las cejas- ¿Qué pasó con mi esposa?
Instintivamente comienzo a subir las escaleras para verificar que esté bien. Puede que esté enojada por algo y se las haya tomado conmigo, pero eso no quita que me preocupe de sobre manera. No deja de ser mi esposa.
-Ella salió hace rato en la moto y no...
-¿Ella Qué?- lo cuestiono enfadado- ¿Cuánto rato, Jaime?
-Como tres horas, señor, pero.
-¿Y hasta ahora me llamas, Jaime?- lo interrumpo cabreado al máximo- Mi esposa se retira hace dos horas ¿y tu recién me llamas?
-Pensé que sabía, señor Lucks- habla rápido y sin respirar- Cómo se fue con su amiga pensé que usted sabía de esta salida, pero con todo lo que está pasando, preferí llamarlo.
-¿Con Turner?- murmuro entre dientes.
-Si, señor. Ella trajo esa cosa en la camioneta y creí que usted sabía y al dejar un sobre a su nombre por parte de un mensajero, preferí llamarlo y verificar.
-Traiga ese bendito sobre, Jaime. Y a la próxima, no la deje salir del complejo sin antes llamarme.
No lo dejo contestar y simplemente marcó el número de mi colega. Parece que se olvidó de todo.
Se ha pasado por donde no le da el sol, el simple echo de que soy su superior, que estamos en riesgo de vida y que encima si alguien la ve, nuestra fachada de muertos o simples desaparecidos, se va por el maldito retrete.
El teléfono repiqueteo un par de veces y mi desesperación es más que evidente cuando irrumpe en su cuarto sin previo aviso.
Lo primero que diviso es su celular encima de la cama.
-Ella está bien- se defiende calmada al contestar a la segunda llamada.
-¿Qué carajos, Turner?- le grito- ¿Cómo se te ocurre traerle una moto y dejar que salga a la calle sin comunicación?
-Esta incomunicada contigo, Gastón, no conmigo.
-Me importa un rábano si está comunicada contigo, Celia. ¿No dimensionas lo que puede pasar si la ven?
-No va a pasar nada, amigo. Está segura, vigilada por GPS y solo fue a la costa a ver el mar.
-No me jodas, Turner- hablo a los gritos de la impotencia que me causa no tenerla segura y en mi radar- Si alguien la ve, todo lo que estamos haciendo será en vano. Pueden atacarla allá afuera- señalo hacia la calle- y no nos entraríamos hasta que sea demasiado tarde ¿no lo comprendes?
-No, Gastón. No lo comprendo, definitivamente- me reta igual de sería que yo- La mujer se siente encerrada, está enojada contigo, mal porque sus amigas buscan a alguien que esta sana y salva ¿y tu te pones en plan de ofendido?
-No es plan de ofendido, Celia. Ambos estamos en peligro. Creí que las dos lo entendían.
-Y lo hacemos, pero eso no anula lo que ella siente, amigo.- y sin más, corta la llamada.
-Voy a matarte- le grito al maldito aparato- Juro que voy a matarte como se nos caiga la fachada o le pase algo, Celia Turner.
En un acto desesperado de impotencia y falta de control, golpeo la pared del pasillo cuando el timbre de entrada suena.
Ya no siento dolor alguno.
Necesito verla. Necesito verificar con mis propios ojos que en verdad está sana o voy a enloquecer de un momento a otro.
Camino ciego hasta la buzonera, donde tiraron un sobre por la rendija y se con exactitud quien lo hizo.
-Para Germán Gil- leo en voz alta.
Detallo el sobre amarillo con caligrafía en cursiva y lo pongo a contra luz. La sombra explica el contenido de un papel de la mitad del tamaño del sobre y rompo este por su extremo superior para sacarlo y comenzar a leer su contenido.
-Germán, tu no me recuerdas, pero yo lo hago perfectamente. Sé que tu nombre completo es Gastón Germán Lucks Gil y tu esposa se llama Marianella Aria Gerard Sims- prinuncio con el corazón latiendo fuerte en mi garganta- Se que se conocen desde la secundaria donde la defendias de los acosadores que la llamaban gorda y todos esos comentarios despectivos.
Cierro los ojos y un puño, encaminando a la cocina por un vaso de agua cuando siento que no puedo respirar. Quedan palabras por leer, pero sabiendo que hay alguien que conoce nuestro pasado, necesito este momento antes de seguir.
-Es bueno que la amaras entonces y que ahora lo hagas del mismo modo. Lo que no es bueno, bajo ningún concepto, es que sigas con el enemigo cerca- voy bajando la voz a medida que comprendo las palabras que dice- porque siempre te has empecinado en estar cerca de las personas incorrectas y eso, no es bueno. Aún no es el momento, pero ya sabrás exactamente quién soy y porqué procedo así. PD. Buena elección al fingir sus muertes. Estamos en comunicación. Saludos para ti y tu flamante esposa.
Vuelvo a releer todo el contenido de la carta, porque definitivamente, el largo deja de catalogarse como nota. La pregunta es si está de nuestro lado o en contra.
Quien quiera que sea esta persona, hombre o mujer, independientemente de su sexo, sabe demasiado.
Sabe que nos conocemos y desde cuando, sabe que nos casamos, y lo principal, sabe que estamos vivos.
Si comprendo bien sus palabras, sabe quien es nuestro enemigo y que estamos cerca de él o ella, pero ¿no intentaría distraernos y hacernos confiar si fuera este nuestro verdadero enemigo? Sería una buena táctica. Hacer que creamos en él para luego tenernos una trampa. Una que le garantice no fallar esta vez.
Como agente del FBI, es uno de los métodos fiables que se tienen para atacar a los objetivos. Demasiadas veces les hemos echo creer que tenemos evidencias en su contra y las entregaremos si nos dan dinero y así, ellos mismos terminan confirmando nuestras sospechas al acudir a esos encuentros.
La desesperación crece al pasar otra hora y que Nella no aparezca, haciendo que mis nervios y mi mal humor, escalen a niveles preocupantes.
Nuevamente camino al cuarto de seguridad para ver cámara por cámara. Me enlazo en la de la entrada donde la veo encontrarse con mi colega, hablar unos cortos minutos y luego trepar a la camioneta para bajar la bendita maquina esa.
Es posible que mi miedo a perder a alguien nuevamente me esté jugando en contra y no lo voy a negar. Turner más que nadie debería comprenderme y no estar jugando así con la vida de mi esposa.
Ella estuvo allí. Vio y vivió el dolor de saber muerto a un ser querido y me asombra que no tome los reclusos en este caso.
Adelanto la grabación y no veo nada. No hay rastros de su regreso por ningún lado.
Tanteo mis bolsillos en búsqueda de mi celular para volver a llamar a Celia y me percato de que lo deje en la cocina.
Avanzo como toro bravo a por él, con los oídos zumbando estrepitosamente, el corazón desbocado y los puños golpeando todo lo que toco.
Tomo el aparato y por el rabillo del ojo, divido su sombra atravesando el hembras de la puerta.
En un par de zancadas, me avalancho sobre ella para rodearla con mis brazos.
-Gracias a Dios que estas bien, amor.- murmuro sobre su coronilla, sintiendo todo su cuerpo tensarse.- ¿Estas bien, Nella?
-Lo estoy. Tu mismo lo dijiste- asiente apartándose de mi toque, dejando el casco a un lado y girando su cuerpo hacia las escaleras.