Abby dio un paso hacia atrás, poniendo una distancia más aceptable entre ella y el hombre de mirada agresiva. Escuchar el tono con el que Ean Winchester la había amenazado, le heló la sangre.
Aunque sabia que este no podía levantarse de la cama, se sentía en peligro.
Considerando sus opciones y entendiendo que tarde o temprano este se enteraría de la verdad, se armó de valor. De cualquier forma, había decidido atarse a la vida de este hombre por lo que debía enfrentar lo que sucediera en el futuro.
— Soy tu esposa. — musitó la chica sin apartar la mirada del hombre.
Una vez que Abby pronunció esa frase, la expresión del hombre cambió completamente.
Ean reparó por primera vez en la vestimenta única que llevaba la mujer. Dándose cuenta de que resultaba ser un vestido de novia. Aunque la había visto al despertar no le había tomado importancia, sin embargo, ahora la situación había cambiado.
— No te conviene mentir. ¿Sabes quién soy? — Ean esperó a que la chica desmintiera lo que acaba de decir. No caería tan fácil en los juegos de su padre. Aunque había revelado uno de sus secretos frente a esa mujer, tenia miles de forma para asegurarse de que esta no hablara, por lo que no estaba tan preocupado.
— No estoy mintiendo. Me acabo de casar contigo. Soy tu esposa. — inquirió Abby con firmeza. — Eres Ean Winchester, mi esposo.
Abby esperó alguna reacción de parte del hombre pero justo cuando este se disponía a hablar, fuera de la habitación se escucharon las voces de dos mujeres.
Ean guardó silencio y se tragó las palabras que estaba por decir. Cada vez se escuchaban las voces más cerca. Sus ojos verdosos se fijaron una última vez en el rostro de la chica y soltó un bufido.
— Sal. — dijo el hombre acomodándose en la cama. — Si te encuentran aquí estarás en problemas. Espero que seas lo suficiente inteligente para no abrir la boca, aunque sé que no lo harás, debes saber lo que te conviene.
Ean se acostó nuevamente y cerró los ojos, volviendo a lucir como si nunca hubiese abierto los ojos.
A la vista de Abby era como si todo lo que había ocurrido anteriormente dentro de la habitación hubiese sido un producto de su imaginación. Sin embargo, la mirada abrumadora que ese hombre le había dado no la dejaba olvidar que hace unos minutos, el hombre con el que se había casado, estaba despierto y al parecer demasiado sano para su gusto.
Además, ¿por qué no podía decir que su esposo se había recuperado?
Abby se acercó a la salida y pegó el odio a la puerta, ignorando la petición de Ean. Se había desaparecido la noche entera, no podía salir como si nada hubiera pasado.
— Aún no han encontrado a la esposa de ese hombre. ¿Habrá escapado? — Abby escuchó a una de las mujeres hablar y frunció el ceño al escuchar el tono con el que está se había referido hacia el hombre que descansaba en la cama.
— Tal vez se arrepintió…¿quién quiere casarse con un enfermo? — respondió otra voz, sonando despectiva al igual que la primera que había hablado.
Abby abrió la puerta luego de escuchar como las voces de las mujeres desaparecían por completo. Su boca se sentía amarga ante las palabras que había escuchado.
¿La habría oído él también?
Abby miró atrás y se fijo brevemente en la persona que descansaba en la cama.
No se escaparía.
No le importaba lo que los demás pensaran.
Continuaría con este matrimonio.
La chica se agarró el vestido y salió de la habitación sin notar como la persona que yacía sobre la cama le clavaba la mirada en la espalda.
*
Habían pasado dos horas desde que Abby fue llevada a su habitación por una de las sirvientas que se encontró en el camino. Nadie la cuestionó por su desaparición pero era obvio que no era bien recibida.
Lo único que agradecía era el cambio de ropa.
Ahora, lo único que debía sobrepasar era la mirada penetrante de William Winchester, su suegro. Abby se removió en su asiento y trató de concentrarse en el desayuno.
No solamente tenía que lidiar con la mirada incómoda que le brindaba su suegro, también tenía que soportar la presencia de su ex novio, el cual no había parado de sacarle tema de conversación.
— ¿Pudiste descansar? — Abby escucho otra pregunta proveniente de su ex novio.
— Si. — respondió en seco.
A pesar de que respondía de manera escueta, Abby estaba dando lo mejor de sí para no mirar mal al hombre que la había traicionado.
No quería revelarse frente a su suegro.
La chica solo respondía con monosílabos a lo que Alec decía haciendo que la inquietud del hombre aumentara.
— ¿Estas..? — justo cuando Alec se preparaba para hacer otra pregunta, la mirada de su padre lo detuvo. Este se contuvo, para que los pensamientos que rondaban en su mente no se reflejaran en su rostro.
Abby observó la interacción entre padre e hijo pero no soltó ni media palabra.
En este momento todo lo que pensaba era en encontrar métodos que la favorecieran y como podía apreciar, mientras estuviera bien con William Winchester su estadía en esta familia no sería tan desastrosa.
— Se que apenas nos conocemos y que la unión de nuestras familias no ha sido por los mejores motivos, pero aún así me gustaría que accedieras a una pequeña petición de parte de este viejo. — William paró de comer y finalmente empezó a hablar sobre la verdadera situación detrás de esta unión tan poco práctica. — Mi hijo mayor no se encuentra en su mejor estado, es posible que no despierte, sin embargo, no quiero que desaparezca sin dejar una marca en el mundo. ¿Entiendes a lo que me refiero?
Las palabras del hombre mayor se superponían con las que Alec le había dicho. Supuestamente Ean Winchester estaba a punto de morir, pero sus ojos habían visto lo contrario.
¿Qué se suponía que debía hacer en este caso?