—Será solo por esta noche, por favor —Pidió Peyton suplicante—. Quédate con Saanvi. Te pagaré —le insistió a la chica que fue a buscar asada a la guardería.
—¿Con qué me vas a pagar? ni siquiera tienes para pagarle a la señora María el aumento del arriendo —le dijo Cecilia, su vecina de pasillo con duda.
En ese momento Peyton sacó de su bolsillo trasero del jean los quinientos dólares que Orestes le dio en la entrada de la boutique del hotel.
—¿Esto crees que sea suficiente para que te quedes con ella hasta mañana y la dejes nuevamente en la guardería? —le dijo abanicando los cinco billetes—, yo la buscaré al final de la tarde.
—¡Wow Peyton! ese trabajo que conseguiste debe ser muy bueno, pues para que te paguen esa cantidad de dinero y te des el gusto de entregármelo solo para que me
