A Peyton le sorprendió lo rápido con que el hombre que estaba frente a ella había organizado todo. Sentados allí en el restaurante, vio cómo tomó su móvil y habló con alguien dando órdenes sobre la talla del vestido que ella le dio, como cual conocedor de la figura femenina dio tanto detalle de lo que quería que se quedó boquiabierta.
Orestes era el hombre ideal, ese al que no era necesario darle detalles de lo que esperas como obsequio, porque él ya se había pensado los detalles más mínimos para sorprenderte.
Mientras lo observaba, la mente de Peyton volvió sobre los pro y los contra de acceder a lo que él estaba esperando de ella. No era cualquier cosa, y aunque no era virgen, mucho menos inocente, le incomodaba dar ese paso. Es de las que valora mucho la virtud de la mujer, su virtud
